Capítulo 9

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Jennifer

La secretaria se detiene en una puerta de color gris y toca dos veces para luego abrirla y pegarse en ella para yo poder pasar.

—Gracias—. Digo antes de entrar a la habitación.

Ella cierra la puerta y me quedo de pie inmóvil. El doctor se levanta y lo detallo; hombre cursando los treinta y nueve, alto, pelo castaño y unos ojos tan negros que creo que si me acerco a él podre verme en ellos.

Él se vuelve a sentar y me señala el mueble grande que está en todo el medio de la oficina. En silencio y con pasos precavidos, me siento en la esquina del sillón, apoyo mi brazo en el respaldar y cruzo mis piernas queriendo pegarme más a la orilla de sillón.

—¿Cómo estas, Jennifer? —, me pregunta.

Se levanta de su silla con una libreta y un bolígrafo en mano, se sienta en el sillón individual al frente mío, cruza sus piernas relajado y deja la libreta encima de ellas.

—Supongo que bien—. Le respondo rápido mirando a mi alrededor.

Detallo todo el consultorio. Al entrar por la puerta y mirar hacia la derecha te encuentras un gran librero lleno de libros, un escritorio de madera oscura lleno de hojas y carpetas, a la izquierda te encuentras el sillón grande y al frente el individual, en el centro hay una mesa pequeña lleno cuadernos con una planta verde en el centro.

—Cuéntame ¿Qué haces aquí?

—¿Eso no lo debería saber usted?

—Sí, pero quiero saber lo que tú piensas.

Juego con mis dedos, nerviosa y respondo:

—Estoy aquí porque tal vez este padeciendo de estrés postraumático.

—¿Por qué crees que padeces de eso? —, abre su libreta y empieza a anotar varias cosas.

—Sufro de muchas pesadillas a causa de un trauma que tuve hace años.

—¿Son frecuentes?

—Sí.

Observo cada movimiento que realiza su mano al escribir en su libreta. Ya no me siento tan nerviosa, no sé si es porque este doctor me inspira confianza, o no me bombardea con preguntas, o no me pone a dibujar como niña pequeña.

Él vuelve a cerrar su libreta y me mira tranquilo, como si él y yo fuéramos amigos de años.

—Jennifer aquí no haremos nada que tu no quieras ¿ok? Si no quieres responder una preguntar, está bien, si no quieres hablar, estaremos los dos en silencio o hablare de lo que tú quieras, si solo querías escuchar música o leer aquí, está bien. Lo importante en esto es que vengas a las sesiones, y que te sientas cómoda.

Una sonrisa tímida aborda mis labios y asiento repetida veces con mi cabeza, dándole a entender que acepto sus términos.

—¿Quieres hablar de tus pesadillas?

Al preguntarme eso, mi cuerpo empieza a crear un muro invisible entre nosotros al sentirme amenazada. Nadie sabe nada de mis pesadillas, ni de lo que me hicieron ahí encerrada en esas cuatro paredes.

—No lo sé...

—Solo si tú quieres—. Me vuelve a recordar.

Mi corazón me dice que podría desahogarme con él, pero mi mente dice que no, que todo esto es un error al estar aquí. Él no podría decir nada ¿no? Seria entre paciente y doctor.

—Si le cuento acerca de mis pesadillas quedaría entre nosotros ¿verdad? —, inquiero.

Asiente rápido con su cabeza y una sonrisa... ¿orgullosa? Aparece en sus labios.

Una vida llena de secretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora