Capítulo 8

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Jennifer

Dejo las bolsas en la entrada de mi cuarto y arrastro mi cuerpo al sillón que está pegado a la ventana, me siento y recojo mis piernas viendo a través del vidrio. No sé porque le hablé así a mi mejor amiga, herí sus sentimientos y sé que no me perdonara. Victoria es una persona muy sensible y saber que la hice llorar me hace sentir mal conmigo misma.

Unos toques en la puerta hacen que quite mi vista de la ventana para ver la silueta de mi tío entrar a mi cuarto y sentarse en la orilla de la cama.

—¿Cómo te sientes? —, pregunta observando toda la habitación.

Antes de salir intenté recoger el desastre que hice, pero de todos modos el cuarto quedo casi vacío al romper todo lo que mis manos agarraban.

—Remplazare todo lo que tire, lo prometo—. Juro al sentir la culpa carcomerme.

Tío Roberto niega con su cabeza.

—No me interesa lo que hayas roto. Lo que me importa es como estas tú, más nada—. Se levanta de la cama y camina hacia la salida—. La comida esta lista, no tardes.

Me pongo de pie y salgo del cuarto, bajo las escaleras y entro en la cocina. Me quedo de pie en la entrada al sentirme extraña, con pena de entrar por completo y sentarme como si nada hubiera pasado.

Mi tía se detiene por un momento y me señala el comedor.

—Siéntate, mi amor.

Le hago caso y me siento a la izquierdo de mi tío. Tía Mary deja una gran pizza en el centro de la mesa y reparte los platos para luego sentarse y empezar a servir.

Ellos empiezan a comer, pero yo no toco mi plato hasta poder soltar lo que tengo atragantado en mi garganta.

—Yo... lo siento—. Balbuceo con la mirada baja.

No tengo el valor de verla a los ojos, ella ha hecho tanto por mí y yo le pago de esta manera, no se lo merece.

—¿Por qué lo sientes? ¿por desahogarte? —, levanto mi mirada y miro su rostro—. Has pasado por tanto que lo que paso ayer fue algo mínimo.

—No, no estuvo bien mi actitud.

—Lo que estuvo mal fue como trataste a tus amigos. Ellos vinieron y se quedaron toda la mañana esperándote, y no se merecían el trato que les distes. La disculpa no me la tienes que pedir a mi sino a ellos. Ahora come que se te enfriara la comida.

Una pequeña sonrisa se dibuja en mi cara y empiezo a comer la pizza de peperoni con jamón que tanto me gusta. Cuando voy por mi segunda porción tía Mary habla y lo que dice hace que deje de comer y baje mis manos dejando la pizza en el plato.

—Contacte al psicólogo que el doctor nos recomendó, tenemos cita mañana en la tarde.

Mi boca se seca y los nervios inunda cada parte de mí.

—No es necesario—. Aparto el plato al sentir ganas de vomitar—. Estoy bien, no te preocupes.

—Necesitas ayuda, sobrina—. La voz de mi tío se hace presente en la mesa—. Y nosotros te brindaremos esa ayuda. Ahora eres parte de nuestra familia, te volviste una hija más para nosotros.

¿Qué tan malo puede ser? Ya he asistido a varios psicólogos, sé cómo manejarlo, aunque la sola idea de ir a una clínica y sentir el olor a hospital me causa pánico. No sé porque le agarre este miedo a lo que tenga que ver con hospitales y cuando intento recordar la causa de este miedo no puedo, es como si estuviera bloqueada sin poder recordar una parte de mí, algo que es importante en mi vida.

Una vida llena de secretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora