Capítulo 23

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Jennifer

—Mamá...—. Susurro y capto su atención de inmediato.

—Te tienes que ir—. Me agarra de los hombros y me zarandea.

—No te dejaré con esa bestia que tienes de marido.

Ella niega con su cabeza y sus ojos son de puro terror.

—Yo no importó. Vete, Jennifer—. Me empieza a empujar hacia la salida. No ejerzo fuerza.

—Prométeme algo ¿si? —me apuro cuando escucho las pisadas de Nicolás.

—Lo que sea.

Estamos fuera de la casa.

—Nunca digamos la verdad hasta que el plan haya salido a la perfección.

Ella asiente con la cabeza y corro hacia el coche negro que me espera a unos metros de lo que antes era mi casa, me subo lo más rápido que puedo y el coche arranca como el viento, dejando un solo rastro de tierra y polvo. Tomo una respiración y volteo a ver a Dylan.

—¿Todo va a lo planeado?—me pregunta sin quitar la mirada del camino.

Voy a extrañar ese perfil, esa mirada, esos ojos...
—Todo va perfecto.

***

Mis ojos se abren y la luz de la ventana pega en mi rostro provocando que los vuelva a cerrar por un instante. Poco a poco voy moviendo cada extremidad de mi cuerpo hasta que me siento en la orilla de la cama. <<Ya recuerdo>>, no es mucho pero ayuda a seguir atando los hilos de mi historia y falta muy poco para recordar todo por completo. Lo puedo sentir.

Recuerdo lo de anoche, ese imbécil me va a conocer.
Me pongo de pie y me arreglo para salir de la habitación del hotel. Los recuerdos de anoche, su mano tocar mi muslo <<mi sangre empieza a hervir>>. Solo me basta hacer unas preguntas para saber su localidad y no tardo mucho en llegar y entrar por esas puertas. Todo el ruido que había alrededor se ensordece y dejó de escuchar cuando lo localizó al fondo del gran gimnasio.

Camino a paso rápido y como me está dando la espalda, le propinó una patada en la parte trasera de su pierna y cae de rodillas. Al girarse su rostro se vuelve aún más rojo al ver que soy yo.

—¡Eres un acosador!—, le grito y le propinó una
cachetada que se siente tan fuerte que mi mano queda palpitando de lo fuerte que le di.

Él se levanta rápido y me agarra de los brazos ejerciendo fuerza.

—¿Me vas pegar? —lo reto—¡Hazlo, pedazo de marica!—, y le propinó un rodillazo en la parte baja de estómago.

Cuando me suelta y se lleva una de sus manos al estómago lo agarro de los hombros y le doy una patada en sus genitales en donde cae a los segundos al suelo gritando del dolor.

—No me vuelvas a tocar, hablar o respirar cerca mío.

Alguien me sujeta de la cintura y me eleva en el aire cuando intento pegarle otra vez.

—¡Cálmate! —, escucho el grito de Demon a mis espaldas.

Intento salir de sus brazos pero ejerce más presión.

—Suéltame que lo voy a matar.

—¿No ves cómo lo dejaste? No se puede mover.

—¡No me interesa! —, gritó como una loca—. Me drogo e intento tocarme.

—¡Jennifer ya!.

Empieza a caminar conmigo todavía en el aire, como si yo no pesara nada. Cuando la rabia empieza abandonar mi cuerpo los sonidos llegan a mis oídos.

Una vida llena de secretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora