Sentada en el piso del baño, con el brazo apoyado en el inodoro, recuesto mi cabeza en mi brazo. Así pase mi mañana del domingo. No sé a qué hora me pare para vomitar, pero supongo que tendrían que ser las cuatro de la mañana como mínimo. Todo este tiempo estuve vomitando y teniendo arcadas sin cesar, bueno sin omitir el dolor de cabeza que amenaza con explotar. He querido levantarme e irme a la cama, pero mi cuerpo no puede moverse ni un milímetro. Ya amaneció y empiezo a quedarme dormida en la taza del baño.
Por otra parte, no espere que Cristian tuviera ese concepto de mí y más solo por ir y disfrutar de una fiesta. No estaba en mis cinco sentidos y en ese estado no sabía si lo que hacia esta bien o mal. El tema acerca de Iván lo deje pasar porque sé que ese no es problema mío, pero no pueden culparme por tener curiosidad. Me alejé de ellos porque no me sentía a gusto y fui a tomar algo, así de simple. Ya no es mi problema, si ellos entendieron otra cosa.
No he revisado mi teléfono, ni siquiera sé dónde lo deje y la verdad no quiero escuchar nada, solo el silencio es lo que calma mi cabeza. Escucho a alguien entrar a mi cuarto y se asoma en la puerta del baño.
Levanto mi cabeza y observo a mi otro dolor de cabeza.
—Al fin mi sueño se vuelve realidad—. Se ríe Claudia de mi situación.
Ruedo los ojos.
—¿Cuál es tu sueño hecho realidad? —, y ya puedo intuir cual será su respuesta.
— Que te mueras, primita —. Resoplo y miro hacia otro lado— Bueno, no vine aquí a ver tu vómito. Voy a salir, si mi mamá te pregunta, le avisas— me avisa.
Y yo solo suelto un simple <<okey>>.
Ella se va y yo sigo en mi trabajo de terminar de vomitar lo que me puede quedar en mi estómago. Con cuidado me levanto y bajo la palanca del inodora para luego lavarme los dientes. Salgo del baño y empiezo a busca mi celular.
Lo encuentro debajo de mi cama y ni se cómo carajo llego ahí, pero lo recojo y lo reviso. Tengo llamadas pérdidas de todo el mundo, pero la mayoría son de Victoria. Decido marcarle para pedirle que me ayude, ya que ni puedo con mi alma. Le marco y contesta al tercer pitido.
—¡Jennifer!—, grita con alivio—¡te estuve marcando todo el día!
—No grites, me va a explotar la cabeza—. Masajeo mi frente — te llamo para saber si puedes venir a mi casa a ayudarme, no puedo ni con mi alma. He vomitado toda la mañana y no tengo fuerzas para prepararme algo de comer.
— Ya voy para allá—. Me avisa — todos vamos a ir. Báñate y vístete, te vas a sentir mejor.
— Está bien —. Es lo único que digo antes de que ella me cuelgue.
Busco un jogger gris y un sostén deportivo negro. Agarro una braga y me voy al baño.
Me deshago de lo que traigo puesto y abro el agua caliente. Cuando el agua ya está a la temperatura que quiero, entro y dejo que el agua caliente caiga encima de mí. Cierro mis ojos y solo dejo a mi cuerpo disfrutar de la sensación relajante. Tomo mi tiempo para enjabonarme y cuando me siento lista, salgo secándome con una toalla. Me visto con la ropa que agarre, me peino y salgo del cuarto, acostándome inmediatamente en mi cama. Un suspiro se escapa de mis labios al sentirme mareada.
***
Alguien me sacude queriendo despertarme de mi increíble y maravilloso sueño. Abro un ojo, pero se me vuelve a cerrar pidiéndome que duerma cinco minutos más.
—¡Hey!, despierta—. Me susurra alguien.
—Déjame dormir—. Susurro acurrucándome más en las sabanas.
ESTÁS LEYENDO
Una vida llena de secretos
Romansa[Borrador] Por el abandono de sus padres, Jennifer se ve obligada a irse a vivir con sus tíos paternos en Berkeley california. Ella esconde muchos secretos unos más oscuros que otros. Jennifer conocerá un grupo de amigos que la harán volver a creer...