Capítulo 11

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La alarma me despierta y me levanto para tomar la pastilla que el psicólogo me receto. Todavía tengo la sensación de las descargas eléctricas, la sensación de su mano en mi brazo, de cómo me miraba...

Mañana tengo cita con él y no me molesta la idea, hay algo en ese doctor que me transmite confianza y me anima a querer abrirme y superar mi trauma.

Después de tomar mi medicación, busco mi teléfono y bajo a la cocina, pero me detengo cuando escucho los gritos de mi prima y mi tía en la entrada de la casa. Mi tía me lanza una mirada de que me vaya y cuando estoy a punto de desaparecer, Claudia se voltea y me mira con más odio de lo común.

—¡Por tu culpa! —, me grita, caminando hacia mí y yo retrocedo chocando con el primer escalón de la escalera.

—Claudia, cálmate—. Mi tía la agarra del brazo.

Las miro a ambas.

—¿Qué pasa aquí? —. Mi voz sale algo aguda.

Claudia se enfurece más y veo una ligera capa de lágrimas en sus ojos.

—¡Por tu culpa no me compraran mi coche!—, se acerca más a mí— ¡por tu maldita enfermedad, mis papás gastaron todos sus ahorros!

Mi corazón se detiene.

<<No puede ser...>>

Intercambio mi mirada entre las dos y no sé qué decir. No lo hice a propósito... ni siquiera lo sabía.

—Yo... yo lo siento, Claudia. No sabía que habían gastado ese dinero—. Mis manos tiemblan de los nervios—. Yo repondré ese dinero, te lo juro—. Prometo al sentirme culpable.

Mi tía se niega a que prometa algo de tal magnitud.

—No, Jennifer. Claudia tiene que entender que ahora no podemos comprar el coche y punto.

Claudia la mira sorprendida y su paciencia llega al límite porque explota, dejando salir todos sus sentimientos.

—Ahorramos tres años... papá, tu y yo. Tres años de trabajar duro y ahorrar todo lo que ganábamos, solo para que llegue esta maldita desquiciada a robarnos lo que tanto nos costó conseguir—. Las lágrimas se desbordan de sus ojos.

Me siento tan culpable...

—Yo repondré el dinero—. Le vuelvo a decir, pero ella solo mira a su madre.

No importa cuánto le repita que repondré el dinero no me escucha, ya que la rabia la tiene cegada por completo.

—¡No tenemos el dinero y no abra carro este año y punto! —, mi tía alza la voz.

Todo pasa como cámara lenta cuando Claudia se acerca a su mamá y le levanta la mano, queriéndole pegar. Yo reacciono rápido agarrándola del brazo, la pego a la pared y no puedo evitar que la rabia también me nuble la mente cuando levanto mi mano y le doy una cachetada, dejándole su mejilla izquierda todo roja.

—¡Escúchame! —, le grito en su cara y no me importa verla indefensa, llorando como una niña pequeña—. ¡Más nunca en tu vida le levantes la mano a tu mamá! —, no sé de donde consigo tanta fuerza de gritarle.

Suelto sus muñecas y se las soba al yo tenerla retenida a la fuerza. Ella queda ahí de pie y me acerco, haciéndome escuchar.

—No te preocupes por el dinero que yo lo repondré para que te compres tu coche.

Ella respira agitadamente y busco con mi vista a mi tía, escaneándola con la mirada y asesorándome de que está bien.

Me acerco a ella y la abrazo, susurrándole lo que pienso.

Una vida llena de secretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora