CAPÍTULO 11

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Sakura

—Sakura Haruno, ¿en qué puedo ayudarle?

—Esto tiene que detenerse.

—¿Disculpe? ¿Quién habla? —Atraigo las miradas de algunos miembros del personal cuando entro a la sala de conferencias y cierro la puerta detrás de mí.

Todavía están desconfiados de mí, y estoy segura que responder el teléfono con molestia y pánico como acabo de hacer no me va a hacer ningún favor.

—El hombre sobre el que estás poniendo artículos en el periódico para convencerlo de participar en tu estúpido concurso. —La irritación mezclada con la impaciencia marca su voz.

—Es difícil llamar tu atención. ¿Debo suponer que está funcionando ahora? —Me pongo mis pantalones de niña grande y me apropio de las tácticas de Anko con poca culpa. No me había devuelto ni una sola de mis llamadas, mensajes de texto o correos electrónicos, y luego Anko planta una historia y, solo así llama. Aceptaré el progreso que pueda en este momento, incluso si está mal hecho y me hace sentir un poco mal.

Su suspiro es pesado.

—Funcionó la primera vez. No había necesidad de hacer el artículo de hoy
también.

¿Artículo de hoy? ¿Hay otro? ¿Qué me estoy perdiendo? Me apresuro a iniciar sesión en mi computadora portátil, pero tengo que encenderla.

—¿Que hice ahora?

—No seas tímida.

Fuera del cristal de la sala de conferencias, Anko se lleva el puño a la boca y reprime una carcajada. Dios mío, tengo miedo de saber lo que hizo esta vez.

—No lo soy. Simplemente estoy tratando de hacer mi trabajo.

—Lo inocente no funciona para ti más que la damisela en apuros. Y por cierto, caí en eso. Por tus temblorosas rodillas, tus manos temblorosas y tus mentiras descaradas creí que esto no era una trampa… así que solo detente mientras puedas. Deja de negarlo. Sé que eres la que está detrás de estos artículos anónimos. Sé que eres la que financia la maldita fiesta.

—¿Qué fiesta? —Toso y cierro los ojos, rezando para que ella no haya hecho lo
que creo que hizo.

—La que organizaste en Hooligan’s para agradecerme por salvarte.

—¡No hice tal cosa!

—Ahórratelo, princesa. Ya he intentado salir de eso, pero esta maldita ciudad se ha enterado, y no hay forma de que me dejen salir. Si tengo que padecer la maldita cosa, entonces tú también.

La llamada termina, y me apoyo contra la pared cuando Anko asoma la cabeza
por la puerta con una gran sonrisa en su rostro.

—¿Una fiesta? ¿Estás bromeando?

—Nadie dijo que teníamos que jugar limpio. —Me guiñó un ojo—. Tengo al hombre donde lo quieres. Ahora es tu turno de cerrar el trato.

—No entiendo por qué haces esto cuando dejaste en claro que era mi trabajo…

—Parte de mi trabajo es enseñarte a hacer cosas. Cómo marcar esas casillas. No sería una buena jefa si no lo hiciera. —Se encoge de hombros—. Y porque después de ver las nuevas fotos de Neji, no es justo que entre todos los demás hombres participando no tenga ninguna competencia. ¿Puedes decir buenos abdominales y un gran paquete?

—Jesús. —Me atraganto con las palabras y la elevación de sus cejas―. ¿No tienes vergüenza?

—No, pero eso ya lo sabías. —Mira su reloj rápidamente—. Mira la hora, tengo que ir a recoger a mis hijos. Es viernes, día de diversión en mi casa. Nos vemos
mañana en el bar a las siete en punto.

La miro fijamente mientras sale y me doy cuenta que la subestimé por completo.

Gracias a Dios que está de mi lado.

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