43. ''Pequeño'' raspón

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Cuando entré al lugar, la escena era caótica: los chicos estaban envueltos en intensos combates cuerpo a cuerpo con individuos desconocidos que llevaban pasamontañas. La tensión en el aire era palpable, y el eco de los golpes resonaba en la vasta oscuridad. Mis ojos recorrieron frenéticamente el lugar hasta que finalmente la vi: Jan Di, atada a una silla, su cabeza colgando hacia un lado, evidentemente inconsciente. El corazón me dio un vuelco y un torrente de emociones me inundó, desde la desesperación hasta una furia ardiente. Sin pensarlo dos veces, me dispuse a correr hacia ella para liberarla, pero antes de que pudiera hacerlo, sentí una presión firme en mis hombros que me detuvo en seco. Los reflejos que había desarrollado gracias a las clases de defensa personal (horas incontables en YouTube luego de que Jun Pyo nos intentara secuestrar a Jan Di y a mí), se activaron instantáneamente. Giré sobre mis talones y le propiné un golpe seco en el estómago a mi atacante. El dolorido gemido que emitió me dio el tiempo suficiente para zafarme, y vi cómo se doblaba en dos, sin aliento. El miedo y la adrenalina competían por el control de mi cuerpo, pero sabía que no podía distraerme. A pesar del cansancio que empezaba a sentirse en mis músculos por la ardua travesía hasta llegar aquí, no podía permitirme ninguna pausa. Cada segundo era crucial, y Jan Di dependía de mí.

Mientras el chico se recomponía, yo sentí una mezcla de adrenalina y temor que me impulsó a tomar un respiro profundo y, con toda la fuerza que pude reunir, le di una patada en la cara. Por el momento, no me había tocado ni un pelo, y yo estaba dando lo mejor de m.

La escena a mi alrededor era un caos de gritos y movimiento; de repente, se escuchó un golpe seco que retumbó en mis oídos. Volteé instintivamente y, con horror, vi a Jan Di en el suelo, lastimada e inconsciente. Jun Pyo, en un gesto desesperado, se zafó del chico que lo sujetaba y corrió hacia ella para tratar de ayudarla. Me congelé, el miedo y la realidad de la situación me golpearon: esto no era un juego, un mal paso podía resultar en alguien gravemente herido. Cuando finalmente reaccioné, el chico con el que estaba peleando había aprovechado mi distracción y corría para tomar un pedazo de tabla. Me volví hacia él, intentando recuperar el control de la situación, pero él actuó primero. Levanté una mano para defenderme, pero fue inútil; con un movimiento rápido, me golpeó en la cabeza con la tabla, dejándome caer al suelo. Todo se volvió lento y borroso; un pitido insoportable resonó en mis oídos, paralizándome momentáneamente. Pude sentir un líquido caliente y espeso correr por mi frente y una punzada dolorosa que casi me hizo perder el conocimiento. Aún con la visión borrosa, los objetos a mi alrededor parecían doblarse y cambiar de forma. En medio de ese caos visual, vi cómo el tipo recogía otro trozo de madera, el primero se había partido en dos con el impacto. Sentí su pie cerca de mi cara y, con la poca fuerza que me quedaba, me aferré a su pierna. Aproveché que su pie estaba mal apoyado en una tabla y lo jalé hacia mí con todas mis fuerzas, haciendo que cayera de espaldas y se golpeara la cabeza contra otro pedazo de madera, quedando aparentemente noqueado. Con mucha dificultad y cuidando de no hacer movimientos bruscos, empecé a levantarme. Tomé mi cabeza, intentando estabilizarme, y con la bufanda que tenía atada en el brazo, me limpié la sangre que corría por mi frente. Me puse el gorro que tenía en el bolsillo, ajustándolo con una liga, tratando de detener de alguna forma el sangrado mientras mi corazón latía desenfrenado, impulsado por una mezcla de miedo, adrenalina y la determinación de no rendirme.

La pelea acababa de terminar. Reaccionando, me di cuenta que en medio del caos había perdido mis lentes, aunque sin darle mayor importancia me dispuse a acercarme a Jan Di, quien seguía tendida en el suelo, casi a la par de Jun Pyo, que también estaba inconsciente. El zumbido en mis oídos era ensordecedor y me costaba mantenerme de pie.

—Jan... Jan Di— dije con voz quebrada y dificultosa— ¿Estás bien?— balbuceé mientras mis manos temblorosas acariciaban su cabello, mi corazón latía acelerado por la preocupación y el miedo a que su estado fuera grave.

𝓶𝒆𝓳𝓸𝓻𝒆𝓼 𝓺𝓾𝒆 𝓵𝓪𝓼 𝒇𝓵𝓸𝓻𝒆𝓼 | Boys Over FlowersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora