47. Por Jun Pyo

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Nadie sabría explicar las cosas tan repentinas que pasaron luego de la graduación, pero realmente ya nada era como antes... no como uno esperaría. La vida parecía haber tomado un giro inesperado, y cada uno de nosotros enfrentaba sus propios problemas.

No pasaron más de dos semanas, tras la ceremonia de graduación, cuando una terrible noticia golpeó nuestro mundo: el padre de Jun Pyo había fallecido. Esa inesperada pérdida lo convirtió de la noche a la mañana en el heredero de Shinhwa, una posición que jamás había deseado, obligándolo a dejar atrás todo lo que conocía y amaba para enfrentarse a la cruda realidad de dirigir una compañía. La angustia y el peso de la responsabilidad lo arrastraron lejos.

Además, con la partida brusca de Jun, Jan Di se enfrentó a otro problema. Después de aquel horrible secuestro, cuando había sido golpeada con tal brutalidad, se había descubierto que sufría de un daño grave en el hombro. Para que pudiera volver a nadar sin temor y minimizar futuros problemas, decidió someterse a una cirugía que necesitaba con urgencia. 

Nos mirábamos a menudo, aunque no tanto como antes, así que yo no era tan partícipe o consciente de sus terapias y ejercicios. Por ello decidí acompañarla en la piscina, donde me comentó que haría los ejercicios que le habían dejado en fisioterapia.

Mientras la observaba nadar, noté que sus movimientos eran cada vez más forzados. Su brazo se levantaba con tanto esfuerzo que su rostro se transformaba en una máscara de dolor, las muecas que dejaba escapar eran inconfundibles.

—Oye, ¿has seguido yendo a fisioterapia, verdad?— le pregunté, llenándome de inquietud— Siento que aún te molesta nadar— añadí, ladeando la cabeza y frunciendo el ceño al tratar de descifrar la profundidad de su dolor. La miré a los ojos— ¡¿Espera, si tienes permitido nadar?!— reaccione, mientras mi voz temblaba con la mezcla de preocupación y desesperación. Ella evitó mi mirada— Jan Di, se suponía que venía a acompañarte para ayudarte, no para que empeores— le reproché.

Tras unos momentos, se dejó llevar por un profundo suspiro.

—Es que es la única forma que tengo de despejar mi mente— susurró, y su vulnerabilidad me hizo sentir un nudo en el estómago.

Me agaché, queriendo conectar con ella— ¿Es por Jun Pyo?— le pregunté, observando las lágrimas que comenzaban a acumularse en sus ojos— ¿todavía no se contacta contigo?

—No se nada de él desde que se fue...— su voz tembló y la desesperación se hizo evidente en cada palabra— Ya pasaron dos meses ¿No es ya demasiado?— La pregunta flotó entre nosotras, cargada de angustia.  Tragué un poco de saliva, buscando las palabras adecuadas para consolarla.

—Oye, entiendo que no saber nada de él puede abrumarte. Hay que darle tiempo... debe estar muy ocupado. No por eso debes forzarte a nadar, te arriesgas a mucho ¿lo sabes?

Ella asintió lentamente, y aunque su rostro mostraba comprensión, veía que su mente aún se resistía— Lo sé... pero no encuentro otra salida, es lo único que me da paz, lo que me ayuda a despejar mi mente...— titubeo— Es todo lo que tengo— soltó otro suspiro pesado, como si cada palabra le costara esfuerzo. Sentí que mi corazón se apretaba ante su confesión.

—Sí lo que me dijiste es cierto— entrecerré los ojos, dudando de lo que me había dicho sobre su mejoría— si sigues yendo a las fisioterapias esos ocho meses pasaran como si nada, y estarás bien, sin daños irreparables. Si nadas sin permiso las cosas no saldrán como tu crees.— le advertí, con un tono firme pero lleno de comprensión. Ella bajó la mirada, como si las palabras hubieran golpeado.

—Sí, tienes razón... debo hacer caso— murmuró, intentando adornar su rostro con una sonrisa, aunque sus ojos reflejaban tristeza y frustración. Era evidente que escuchar que alguien más decidía por ella, limitando su deseo de nadar, era doloroso.

𝓶𝒆𝓳𝓸𝓻𝒆𝓼 𝓺𝓾𝒆 𝓵𝓪𝓼 𝒇𝓵𝓸𝓻𝒆𝓼 | Boys Over FlowersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora