EPÍLOGO

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Un año después seguían viviendo en casa de la tía Gertrude. Roman sentía más apego por ese lugar que por la bella y renovada casa que compró al llegar.

La casa nueva terminó convirtiéndose en un exclusivo spa de Miranda. El jardín compartido seguía intacto. Jazmin ya era una pequeña de dos años y medio.

En ese tiempo, Miranda no había logrado un nuevo embarazo y contemplaron la posibilidad de una inseminación. Cuando supieron que podía tener un embarazo múltiple la idea fué escalofriante. Miranda era una mujer pequeña y Roman no quería exponerla. No podría vivir sin ella.

El seguía entregado a su profesión y de vez en cuando Miranda lo sorprendía con visitas sorpresa.

-Ay de ti mi Rey que me engañes -le decía esa noche montada en sus caderas mientras su cuerpo se amoldaba a la gran virilidad de su esposo.

-Con una demente por esposa -jadeó cerrando momentánea los ojos- sería incapaz.

Miranda sonrió moviendo las caderas con un conjunto de encaje negro y liguero sin bragas.

Roman estaba cada día más loco por ella. No dejaba de sorprenderlo. Ansiaba pasar días a su lado.

En algún momento Roman le planteó la posibilidad de retirarse de la arena, pero Miranda que sabía cuánto amaba la profesión supo que lo haría más por ella, que por desearlo realmente.

-Pero, El Rey también me gusta -musitó en el comedor de su casa, retrocediendo para mirar su cuerpo maravilloso -. Yo creo que por éso me enamoré de ti, porque son tan parecidos.

-¿Parecidos? -dijo Roman con voz amenazante.

-¿Tienes en tu closet uno de esos calzoncitos que se pone? Me encanta la forma en que se le aprieta por delante... ¡ahh! -grito al verlo abalanzarse sobre ella, pero logró esquivarlo.

-¡Ven acá! -exclamó Roman alcanzándola cerca de la ventana-. ¡Óyeme bien Miranda Cross -dijo abrazando su delgado cuerpo -a partir de mañana seré el único hombre de tu vida.

-¿Oiste mi amor? -le habló a la divertida jazmín que los miraba desde su silla -. Papá estás celoso de El Rey.

-Asi será señora Watson. Me retiro. Quiero estar cerca de ustedes.

Miranda lo abrazó.

-De acuerdo, si mi hombre dice que Roman Watson será el único hombre de mi vida, así será.

-Por muchos, muchos años -besó sus labios.

-¿Hasta que nos arruguemos como pasitas?

-Hasta entonces y más.

-Si no te amara tanto pensaría que eres un cursi.

-Tu eres la culpable. Si no te hubieras estirado desvergonzadamente en ropa interior, yo nunca hubiera comprado la casa.

-Ya te dije que no fué a propósito.

-¿No? -inquirió apartándose para verla de pies a cabeza. Mejor vamos a dormir a ésta belleza y luego bajamos para que me demuestres cuánto me amas.

Miranda lo miró derretida de ternura. Luego volvió a asumir su papel de conquistadora.

-Si te lastimo mucho, lo siento -dijo prometiéndole una faena salvaje.

Al día siguiente despertó sola en el hecho y se sobresaltó. ¿Había soñado lo que Roman le dijo la noche anterior, de que se dedicaría junto con su padre a trabajar los gimnasios?

Fué al baño y abrió el cajón de donde sacó una pasta dental nueva. Un olor a desayuno le anunció que su esposo estaba en casa y esa vez se quedaría.

Miró una prueba de embarazo casera. Suspiró sabiendo que debía tomarlo con calma.

Minutos después salió de la recámara y desde arriba escuchó a su maravilloso hombre y su preciosa hija conversando.

Entró a la cocina. Ambos le sonrieron dándole los buenos días.

De pronto Roman se dió cuenta de que traía un objeto en la mano.

Miranda se mordió los labios. Roman entendió de inmediato lo que éso significaba y fué hasta ella para abrazarla. Pronto tendrían un nuevo miembro en la familia.

-Roman... ¿estás llorando? -inquirió la chica sintiendo un temblor en el cuerpo de su esposo.

-No -respondió con la voz quebrada, luego se enderezó, limpio masculinamente un ojo húmedo y se irguió-. Claro que no, ahora que logré volverte fértil con mi semilla no voy a lloriquear... -dijo fingiendo fortaleza y ella entrecerró la mirada para no reír.

Los labios de Roman temblaron por la emoción y ella debió abrazar a su mastodonte dulce.

-Ya ya amor, vas a estar bien -lo estrechó con ternura y le palmeó la espalda.

Sin duda haber encontrado a Roman y hacerlo parte de su futuro fué lo mejor que pudo sucederle a Miranda y ahora con dos bebés en su vida solo confirmaba que pudo encontrar al novio perfecto, al hombre de su vida.




Mis niñas bellas, el final llegó

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Mis niñas bellas, el final llegó.

Gracias por su apoyo, por sus palabras y sobre todo por seguirme en cada proyecto.

Cuidense muchísimo y que Dios nos perdone por los pecados que se avecinan con la siguiente historia.

Con mucho cariño me despido y seguimos leyéndonos.

Su amiga

🌹Margaret South🌹

P. D. Si niñas, está embarazada ☺️💕

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