10. LA GRAN MENTIRA

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—No voy a responder.

—Ya lo hiciste —respondió Gustav por ella, asombrado. A él no se la dejó tan fácil cuando fueron novios.

—Pues sí —decidió ser honesta, con deseos de molestarlo por curiosear en su vida íntima —, y desde el primer día —aseguró  logrando su objetivo.

Gustav apretó sutilmente la mandíbula cuadrada.

—Pero ¿por qué?

Miranda se encogió de hombros.

—Porque me gustó, y apenas me enteré de que era mi fantasía sexual, el hombre que durante años me mojó las pantaletas sin saber —casi se le escapa una carcajada cuando lo vio palidecer, luego enrojecer de rabia—, no dudé ni un segundo en insinuarme... y luego vino el amor.

El autocontrolado productor fingió una sonrisa que fué más falsa que los cuerpos de algunas compañeras del programa matutino de televisión.

—No lo amas entonces... en verdad.

—No es solo sexo —replicó retomando su desánimo.

—¿No?

—No.

—¿Es... mejor que yo?

Miranda lo miró asombrada. ¿En qué sentido lo preguntaba? Pensó en no responder, pero el hombre merecía una patada en los testículos o su respuesta. ¿Que disfrutaría más? ¿Darle dolor físico por haberla engañado descaradamente y luego rechazarla sin la menor delicadeza, o acabar con su autoestima y dejarlo marcado por mucho tiempo?

Un brillo casi diabólico apareció en sus hermosos ojos.

—Si la primer noche que te acuestas con un completo desconocido —empezó a recordar, mirándolo fijamente —, él te hace gritar de placer una y otra vez por las sensaciones que arden en cada milímetro de tu piel y cuando esa pasión es tanta que no importa el dolor... —pausó para provocar su curiosidad morbosa.

Gustav arrugó la frente.

—¿Dolor? ¡En el sexo no hay dolor!

—Querido con un pene de ese tamaño —sonrió dando en el blanco. Pero qué agradable era ser mala.

—¡Tú... tú no eres así! ¡Me estás engañando!

—Créeme que yo también estoy sorprendida por las barbaridades que he estado haciendo con él, cosas realmente increíbles y... —suspiró—. ¡Dios, lo voy a extrañar tanto! No creo que con nadie más pueda sentirme tan satisfecha.

—Malvada.

—Sólo respondí con la verdad —aseguró y no mentía.

—Nadie consigue tanto de una pareja la primera vez.

—Yo lo hice con Roman.

—Claro, seguramente toma esteroides, hormonas, que lo ponen ardiente.

—Roman es un hombre muy sano, no toma más que agua.

—Te apuesto lo que quieras a que se mete alguna droga.

—Gustav no seas envidioso. Ése hombre es magnífico como amante.

—Está bien, ya no sigamos tocando ese tema. Mejor planeemos qué vamos a hacer para que te deje en paz. Tal vez, cuando eso suceda, tú decidas darme una oportunidad.

Los siguientes días se volvieron eternos. Su relación con Roman ante sus familiares se había mantenido discreta. Sabían que salía con alguien, pero nunca les dijo que era su vecino, así que decidió mentir cuando Olivia le preguntó:

MIRANDA BUSCA NOVIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora