12. HABLEMOS

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Pasó el día entero metida en la cama. No quería abandonar la casa. Tampoco quería responder el teléfono e incluso tanta angustia había empezado a dañar su estómago,  el cual no aceptaba ningún alimento pues apenas probaba algo lo devolvía y le dolía.

Supuso que la gastritis que padeció meses atrás, después del divorcio había regresado.

Hubo momentos en que soñó con que esas náuseas serían por un embarazo, pero el médico la regresó con fuerza a la realidad. Qué tonta. Conocía perfectamente esa enfermedad y los síntomas.

Llamó al trabajo para reportarse enferma y para entonces sentía que los intestinos iban a estallarle de tan inflamados. Colgó y se recostó. Debía conseguir el medicamento.

—Gastritis e inflamación del colon —dijo el doctor —. Trate de calmarse —fueron sus palabras.

Por fortuna el fin de semana se atravesó. Tomó el viernes sábado y domingo para quedarse entre las cobijas sin ser molestada.

Olivia llamó. Le dijo que se iba con Gustav a pasar unos días y le creyó.

Debía sentirse satisfecha, pues logró en poco tiempo que Roman la odiara, aunque su reacción aún le dolía; sin embargo, era lo mejor.  Así ella no lo recordaría como el príncipe azul que pretendió ser.

Roman cayó pesadamente de espaldas y le dolió tanto que no se movió. Aunque ese dolor no era comparable a lo que le hizo a Miranda.

Regresó al siguiente día y estuvo tocando, pero nunca le abrió. También sabía que no había salido de la casa en varios días y la única vez que pudo verla, fue a través de una ventana. Deseó correr a consolarla y pedirle perdón por abusar de su fuerza para sacar su rabia.

Cerro los ojos y golpeó con las manos la lona. Otro dolor viejo apareció.

—¿Qué te pasa Román? No estás poniendo atención —le reprocho su padre durante el entrenamiento en el ring—. Así pronto te retirarás y con una lesión grave.

—Perdón papá, no puedo concentrarme.

—¿En qué estás pensando?

—En Miranda. No puedo quitármela de la cabeza.

El hombre se le acercó y se acuclilló junto a él, que no se movía.

—¿Hablas de tu amiga, la que llevaste a la casa?

—Sí.

—¿Qué pasó? —preguntó viendo su gesto dolido, más no por el golpe.

—La perdí. ¡Me porté como un animal! —le confesó  con rabia, antes de incorporarse lentamente.

—Esa es una palabra fuerte.

—No tanto como lo que yo le hice, papá.

—¿Ya le pediste perdón?

—No he podido. Tal vez cuando  se tranquilice un poco quiera oírme.

—¿Y luego...?

—Espero que vuelva conmigo.

—¿Tan grave fué?

—Sí.

—Román, ¿qué le hiciste?

—No me preguntes más, por favor.

—La engañaste.

Roman lo miró con tristeza.  Si tan sólo hubiera sido eso, pensó.

—Lo único que puedo decirte es que la amo.

Víctor Watson no pudo imaginar que fué.

—Pues si la embarazaste y eso no te gustó, lo siento hijo mío, hay que cumplir.

MIRANDA BUSCA NOVIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora