7. RUDA Y SALVAJE 🔥

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Roman sintió que su cansado cuerpo tras la reciente batalla recobraba su vigor con fuerza.

Resopló salvajemente y volvió a empuñar su cabello con un sentimiento de posesión que lo convirtió en un animal deseoso de ser complacido. Miranda se quejó con dolor y se hizo aún más pequeña cuando se inclinó hacia ella. Miró sus labios con hambre, con deseos de arrancar de su garganta esos gritos que lo convertían en un animal de instinto y que sabía que ella adoraba.

La chica se llevó una mano a la nuca. Con rabia y deseo lo obligó a soltar su cabello. Resopló por el esfuerzo y Roman se irguió, esperando la siguiente reacción.

Miranda lo empujó hasta un sillón pegado en la puerta.

—Voy a enseñarte quien manda, Rey.

Se sacó la blusa ante los ojos lujuriosos del enorme ejemplar masculino. Enseguida, disfrutando la atención de su mirada penetrante, se llevó las manos a la espalda y vió a su macho primitivo poner una mano entre sus muslos para tratar de controlar la erección que seguramente ya le estaba molestando. Lanzó la blusa en su cara. Se quitó el sostén con prisa y la pieza siguió el camino de la blusa. Sus senos se cubrieron con el cabello largo. Se apartó un poco retrocediendo. Las manos delicadas fueron al botón de sus jeans ajustados. Sonrió seductora, mordiéndose el labio inferior y le dió la espalda para quitarlos lentamente. Debía enseñarle algo nuevo en su vestuario íntimo.

El Rey suspiró.

—Qué loca estás —murmuró lentamente, viendo un plug en su trasero sin ropa interior.

Miranda que estaba agachada volteó a verlo por un lado.

—¿Te da miedo, cariño? A Roman, sí —lo provocó.

—¿Quieres morir empalada, pequeña? —inquirió tentado por la idea de explorar una nueva intimidad con ella.

—Solo un poco —respondió coqueta y meneó el trasero suavemente, mientras bajaba el pantalón hasta las rodillas.

Un par de condones cayeron al suelo y lo dejó sin aire. Esa chica estaba jugando con fuego.

Miranda fijó su vista al frente y siguió dejando su trasero al aire a disposición del falso desconocido.

Notó que se levantaba del sillón. Su cuerpo tembló lleno de deseos y pensamientos sucios. Pero él tenía la culpa. Desde que lo conoció en un ring, se volvió el protagonista de toda clase de fantasías sexuales que no había perdido oportunidad de poner en práctica... en la mente, mientras tuvo sexo con Gustav y ahora que tenía al de carne y hueso no lo iba a desaprovechar.

Deslizó un pie al costado para sacar el plug y con ése simple movimiento, su equilibrio se perdió. El pantalón aprisionó sus tobillos y provocó que diera un paso al frente, donde seguramente estamparía la cara en la butaca que había ante el rudimentario tocador. El pánico se apoderó de ella y  el espejo le regaló una imagen de su aterrorizado rostro.

—¡Te tengo! —dijo El Rey,
rodeando la cintura de su desnuda chica.

Miranda se aferró como gata de sus antebrazos. Estaba pálida cuando se miraron con la respiración entrecortada. 

Se apoyó en el torso del Rey y respiró lentamente para recuperarse.

El Rey miró sus pechos suaves y firmes reflejados. Subió una mano para tocarlos un instante. Los dedos poderosos llegaron al cuello de Miranda y se detuvieron en la quijada.

—Tranquila, criatura salvaje. Estoy detrás de ti.

Miranda cerró los ojos y se sintió aliviada.

MIRANDA BUSCA NOVIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora