6. CHICA RUDA

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—¿Por qué me haces sentir esto? —inquirió la chica tomando la iniciativa al rozarlo con la punta de la lengua. Le encantaba probarlo. Tomó su rostro entre las manos y lo observó con ansiedad —. Nunca he deseado a nadie como a ti. ¿Por qué no fuiste el primero en mi vida? —inquirió ensanchando el pecho de Roman con orgullo. Éso respondía sus dudas acerca de que deseó, tanto como él, que se repitiera lo ocurrido. Miranda si que sabía cómo hacer sentir bien a un hombre. Abrió la boca y la besó excitado. Adoraba que correspondiera a sus sucios besos, como alguna vez los llamó alguien. ¡Al diablo con ese alguien!

Miranda se deslizó sobre sus muslos y Roman se levantó llevándola consigo. Apretó sus caderas, acomodándola sobre su cintura. Luego se apartó.

La chica lo miró extrañada, como si una descarga eléctrica lo hubiera empujado lejos de ella
Roman, la soltó y se acercó a la puerta de la cocina.

Salió dejando a Miranda contrariada. La chica temió haberlo espantado, pero él tan sólo fué a echar un vistazo a la escalera por donde Olivia y Ted subieron.

—¿Qué sucede? —preguntó Miranda preocupada. Roman regresó con prisa a su lado —. ¿Oíste algo? —le preguntó asomándose.

De pronto lanzó una exclamación ahogada cuando se la llevó al lado del refrigerador y la atacó con un beso desenfrenado.

En cuestión de segundos, Miranda se sintió elevada al nivel de su cintura, una vez más, y escuchó un cierre que la puso en alerta y causó una contracción vaginal. Le rodeó el cuello cuando las manos de Roman subieron su falda, buscaron entre la tela y sus dedos llegaron a las bragas.

La miró fijamente y sus pupilas dilatadas, rebosadas de deseo le dieron permiso de avanzar.

Miranda gimió contra su pecho cuando la penetró. Entró cada vez profundo. Esa no era una posesión, estaba perforando sus entrañas y vaya que lo estaba disfrutando. Dolor y placer juntos eran demasiado para una mujer acostumbrada a juguetes de tamaño estándar.

—Roman... —jadeó, sin aliento contra su cuello. Su cuerpo era un juguete en manos de ese hombre y era malditamente placentero—. Oh... siii, sii, siii —susurró entre dientes con cada movimiento en su interior. Roman la apretó contra su torso de piedra y entró con fiereza, hasta provocarle oleadas insoportables de placer que debió contener en su garganta, mas no en su vientre el cual estalló inundándolo.

—Miranda... —gimió luchando para contenerse.

—Sigue cariño, sigue —le pidió y besó sus labios —yo te cuido —agregó ansiosa de sentirlo llegar como ella y así ocurrió.

Roman se dejó ir y su poderosa eyaculación golpeó el cálido interior de la chica,  quien dibujó una sonrisa de satisfacción. Ojalá, los milagros existieran y pudiera embarazarse de ése divino ejemplar masculino, pensó abrazándolo con fuerza.

La fué soltando lentamente, hasta que los pies de la chica tocaron el suelo.

Miranda se apartó con las piernas temblorosas para ajustarse la falda. Roman la llevó a tomar asiento. Sentía su interior inflamado, distendido, por la posesión tan deliciosamente ruda.

Se sonrieron. Ella lo miró cerrarse el pantalón y reacomodar su ropa, para luego sentarse a su lado, otra vez.

Roman acarició su cabello, al mirarla recobrar la compostura y actuar como si nada ocurriera. Pero esos labios inflamados y esas mejillas sonrojadas eran la prueba de que había sido suya nuevamente y de qué manera.

—Qué mujer tan increíble eres Miranda.

—Ssshh no digas nada.

—Me vuelves loco —se inclinó para besarla.

MIRANDA BUSCA NOVIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora