20. ES MI HIJA

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Encendió la luz de la habitación de Roman y se quedó boquiabierta al recorrer la magnífica recámara.

Era tan grande, tenía las luces en el techo, el detalle de la planta verde maestría en el techo un menso y ahora podia ver ése hermoso piso de madera.

Se quitó las pantunflas y sus pies adoraron la suave textura del roble. Se detuvo ante un espejo al costado de la cama y encontró los ojos enrojecidos e inflamados por llorar.

Se iba a acercar a la cama cuando oyó voces lejanas. Movida por un sexto sentido corrió a bajar el interruptor, luego buscó un lugar donde esconderse. Halló un closet antes de que las voces se volvieran más fuertes. Los nervios amenazaban con volverla loca.

—Necesito que estés seguro del paso que vas a dar, además tienes algo pendiente con ella.

—¿Tú también crees que la niña es mía?

—Roman, se parece a ti.

—No lo creo.

—Tienes que verla, es una pequeña muy hermosa. Y su cabello rizado...

—No quiero verla, Miranda me rechazó ¿que no lo entiendes? Y si la niña se parece a mí sólo porque tiene la piel un poco más oscura que la madre será quizás porque la muy sinvergüenza se acostó con alguien más. Porque parece que la ahora muy decente señorita Cross olvidó cómo empezamos nuestro romance.

—No creo que haya sido diferente de lo que tú y yo tenemos ahora.

—Jamás, con ella nada es típico. Un día nos vimos y discutimos, fueron unos dos ó tres minutos, luego nos volvimos a ver y terminamos en la cama revolcándonos como solo lo haces con una zorra ¿qué te parece?

—Eso no pareció importarte para llegar a amarla.

—Porque creí que era el único con el que perdía la cordura, pero ahora sé que no fue así.

Miranda se cubrió la boca con la mano para no reclamarle.

—La niña no tiene la culpa —dijo Amy preocupada—, tú mejor que nadie debería saber y entender lo difícil que fué crecer sin padre o madre los primeros años.

Roman se sintió tocado por esas palabras.

—De acuerdo, mañana la buscaré para conocerla.

—Gracias mi amor.

—Gracias a ti por decirme mis
verdades.

—Te amo, aunque sea sólo yo.

—Cuando nos casemos será diferente.

—Si lo hacemos ahora no cambiará nada.

—Por favor Amy, espera a que nos casemos, no hay prisa.

—Roman —gimió la rubia tocando el pecho amplio.

—Hermosa, hagámoslo especial. Contigo no será como con Miranda.

En cuanto los escuchó salir, aprovechó para escapar, no podía volver a cometer una tontería como esa la cual fué su despedida del pasado con Roman.

Estaba furiosa contra el ¿cómo puedo insultar la de esa manera?


La mañana siguiente vió su auto estacionado en la acera y con una perversa idea en la cabeza se acercó al caro modelo.

—Así que soy una mujerzuela —murmuró caminando alrededor del BMW. Pasó al lado del conductor por la parte trasera y con las llaves de su camioneta recorrió la pintura mientras tarareaba una canción infantil con altibajos vocales—. Los pollitos dicen,
pío, pío, pío —cantaba lo último entredientes y tallaba con fuerza—, cuando tienen hambre, cuando tienen frío —le clavó la llave abollándolo.

MIRANDA BUSCA NOVIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora