4. ME ASUSTA PERO ME GUSTA

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Roman regresó a su lado y terminaron de cenar. Para entonces Miranda sentía el pesado cansancio sobre los hombros y los ojos se le cerraban. Se llevó una mano al hombro para darse masaje. Él acercó su silla junto a la de ella y despertó súbitamente.

—Déjame hacerlo —ronrroneó haciendo que tragara saliva—. Volteate —dijo haciendo estallar su sexo como un volcán con lava.

No se negó. Se sentó de lado y Roman apartó su cabello con delicadeza.

—Háblame de tu carrera como luchador... —Miranda intentó distraerse, pero apenas sintió sus dedos presionando en los músculos tensos, gimió de placer. ¡Demonios, iba a dejar un charco de agua bajo la silla!

—¿Lo hago bien? —se inclinó sobre su oído para preguntar y la sintió sacudirse.

—Todo un experto —sonrió volteando a verlo sobre su hombro.

Sus alientos se encontraron y ella entreabrió los labios mientras sus otros labios deseaban sentir ésos dedos firmes, presionando y frotando entre su carne mojada.

Los dedos repasaron ésa piel deliciosa. Era más suave de lo que había imaginado, se sentía sedosa, frágil y cálida. Se inclinó un poco sobre ella una vez más cuando Miranda dejó de provocarlo con la boca de labios carnosos y rosas que poseía. Era una tentación por donde la mirara.

Descubrió que era el centro de atención, pero no le importaba que lo relacionaran con ella, la mujer más bella del lugar. Pasó un dedo por el centro de su espalda y se detuvo en el borde de la tela. Miranda suspiró profundo. Vió una ligera capa de vello erizado y paró.

Roman sabía que estaba yendo demasiado lejos. Debía contenerse. No iba a permitir que se convirtiera en la comidilla... no por su causa.

Siguieron conversando acerca de su carrera de luchador, de cómo tras el accidente tuvo que descansar para recuperarse de las heridas, aunque ya había hecho algunas apariciones en televisión.

—Y la gente te sigue como no tienes idea.

—No me has visto en las entrevistas ¿cómo lo sabes? —dijo Roman quién solo bebía agua después de aquella primer y última cerveza.

—No, la verdad es que no. Pero leí algo en internet —hace diez minutos, agregó mentalmente.

—En unas semanas, haré una presentación para una obra de caridad, te prometo que te enviaré una invitación. Así que sería bueno que intercambiaramos números telefónicos ¿no crees?

La chica aceptó con una sonrisa.

—Eso quiero ver, porque aún no creo que seas mi luchador favorito —dijo la chica pensando en que dos cervezas y dos copas eran suficiente.

—Ya no soy el mismo que usaba todo ese maquillaje.

—¿Y quién te dijo a ti que yo me fijaba en el maquillaje? — inquirió poniéndose de pie. Echándole un rápido vistazo a su enorme cuerpo tentador.

Roman se estremeció desde la punta de los pies hasta los cabellos y la imitó. ¿Quién podía resistirse a ella?

—Ya te demostraré que lo soy.

—Espero que no esté muy lejano ese día 5le coqueteó dulcemente—. Ahora debo marcharme, estoy agotada y un poquito tomada.

—Te acompaño.

—¡Claro que no! Solo vivo aquí al lado —respondió y recordó que él ya sabía perfectamente ese detalle.

—Insisto, antes que nada soy un caballero.

MIRANDA BUSCA NOVIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora