16. LA DISTANCIA

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—Tendrá cuatro recámaras: tres pequeñas y la principal — señaló sereno.

—¿Cuántos hijos vas a tener? ¿Veinte?

—¿Por qué no? —inquirió Roman subiendo los últimos escalones.

—Esa es la principal, supongo.

Señaló mirando una gran ventana a la izquierda.

—Es muy parecida a la original.

—Hace muchos años entre con mi tía y sí, es muy parecida.

—Eso quise desde que la visité, que conservara su belleza pero renovada.

La admiró con discreción.

Miranda caminó a la habitación donde sólo había un sillón individual cubierto de plástico aún.

—Te va a quedar preciosa cuando esté toda decorada — comentó acercándose al ventanal.

Roman no podía apartar sus ojos de ella. No podía creer que estuvieran separados.

Miranda pegó la frente en el cristal y de ahí pudo ver su casa, especialmente la ventana de su recámara.

Pensó en lo que pasaría cuando él viviera allí. Tendría que poner una persiana, por discreción.

—¿Recuerdas qué hiciste el día que nos conocimos? —preguntó Roman dejándola sin respuesta —. Justo ahí en la ventana de tu recámara —agregó dejándola igual.

—En realidad no. Solo sé que ese día supe lo que hicieron Josh y sus hermanas para conseguirme novio.

Se volvió hacia él y la luz diurna volvió transparente el vestido de la chica, dibujando su hermosa figura.

—Parecías un horrible monstruo con esa mascarilla de aguacate y esas feas pantunflas.

—Pero no eran peores que los tubos ¿o si?

—No —musitó Roman —Después de que entraste a la casa yo subí esta habitación, aún muy inseguro de comprar, porque la casa me parecía muy vieja y no sólo eso.  Tenía por vecina a una mujer loca.

Miranda levantó las cejas.

—¿Y qué pasó para que te decidieras?

Roman recorrió con deseo su cuerpo.

—Empecé a tomar fotografías de esta habitación —hizo el ademán —y de repente apareció una imagen frente a mis ojos.

—¿Se te pareció la vecina de mi tía?  —bromeó —sería... —dio unos pasos hacia él —monstruosamente espectacular.

—No.

—¿Entonces...? —Miranda siguió acercándose.

—Te miré —confesó haciéndola detenerse —y en realidad no eran fotografías lo que tomé —Grabé todo... absolutamente todo.

—¿A qué te refieres con todo?

Roman miró su vientre, el mismo que cargaba al hijo de Gustav, pero en ese momento no le importó. Enderezó el cuerpo y se le acercó para terminar la distancia entre sus cuerpos.

—Estabas en ropa interior, estirándote como una gatita al sol.

Miranda se sorprendió.

—Degenerado

—Y si hablaba de tu trasero cuando admiré tu jardín.

—¡Lo sabía! ¡Huelo a los tipos como tú!

—¿En verdad puedes adivinar lo que pienso?

Miranda sintió una punzada
en su punto más íntimo y sensible. Sabía que ese no era dolor físico sino el de su deseo reprimido en el último mes.

MIRANDA BUSCA NOVIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora