18. El resplandor del mar

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Nobody Can Hear You - ALIUS

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Nobody Can Hear You - ALIUS

Los rayos de los soles apenas acariciaban la arena cuando salimos de los túneles, señales de los primeros minutos del amanecer, pues todo seguía de un tono oscuro entre la noche y el día

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Los rayos de los soles apenas acariciaban la arena cuando salimos de los túneles, señales de los primeros minutos del amanecer, pues todo seguía de un tono oscuro entre la noche y el día. Para cuando avanzamos hacia el mar y dejamos atrás la Cordillera de Maya había más luz de día. Los tonos suaves y lilas teñían el cielo y el ambiente, regalándonos una sensación de paz.

Una falsa sensación de paz.

Estábamos a unos metros del océano, en una playa de arena blanca como la nieve, brillante como si tuviera diminutos diamantes camuflados por ahí. El viento era cálido, como una caricia de consuelo, y olía a sal.

A lo lejos alcanzaba a ver asentamientos, muchos de ellos seguramente pertenecientes a sátiros o a ninfas. Pero estaban muy lejos como para confirmarlo.

Avanzamos sobre la arena hacia lo que parecía un muelle, y en el camino nuestros pies se hundieron en la arena dificultándonos el paso. Había silencio, y el clima agradable contrastaba a la perfección con el estado general de todos.

Cailye seguía sin decir nada, y desde que salimos de los túneles ninguno la presionó para que lo hiciera. Niké por su lado no tenía mucho cambio, solo no volaba ahora que tenía oportunidad. Y en cuanto a Kirok, él estaba inusualmente callado; creí que lo sucedido con Andrew le daría algunos comentarios ocurrentes para la situación, pero se mantuvo a raya y no dijo nada al respecto. A lo mejor leyó mi humor.

El más extraño era Andrew. No solo no había dicho nada desde nuestra charla, sino que ahora conservaba una distancia prudente entre nosotros. Eso no me gustaba, no era buena señal. Tenía la cabeza gacha y una mirada perdida, a pesar de que su cuerpo mantenía una postura de alerta su cabeza parecía estar en otro plano.

Suspiré cuando retiré la mirada sobre él, abatida y con menos energía. Nuestra conversación se llevó más de mí de lo que quería admitir, y no me sentía preparada ni física ni emocionalmente para soportar una pelea contra alguna deidad.

Caminamos por varios minutos sobre la extensa playa, hasta que el océano se hizo más grande y más cercano. La brisa tomó fuerza, aumentando el sabor a sal en el ambiente y resecando mi piel. Hacía algo de frio, pero mezclado con calor; un clima extraño.

Kamika: Dioses OscurosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora