Cinco

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20 de octubre. El esperado día había llegado. Yolanda desde su habitación se daba los últimos retoques. Esta vez había decidido cambiar de look, se trenzó la melena entera para darse un aire hippie. Le gustaba el resultado, se sentía guapa como nunca antes se había sentido. Terminó de perfilarse la raya de los ojos y se miró por última vez al espejo. "Te vas a divertir", se dijo a sí misma. Aún así por dentro sentía un vacío enorme, desde aquel último golpe no volvió a pisar la calle. Se refugió en su casa para esconder su dolor pero nunca fue suficiente. Le daba vueltas una y otra vez, su sangre derramada por aquella relación, los restos de dolor que le quedaban en su cuerpo y en su alma. Ahora sabía que todo se había acabado. De repente llamaron al interfono.

-¿Sí?- corrió Yolanda a responder.

-Soy Bea, ¡baja!

Al cabo de unos minutos Bea ya estaba acompañada por Yolanda. Ambas iban muy guapas aunque sencillas vestidas: jeans, camisetas cortas y un chaleco encima para protegerse un poco del frío. Ambas dejaban ver a la luz el piercing del ombligo que se habían hecho juntas y que Sara también tenía. Sin embargo, la que sin duda ganaba en piercings era Yolanda ya que casi le cubrían la cara entera. Pronto se reunieron con Sara un par de manzanas más abajo. Ella lucía un look parecido aunque llevaba una americana azul marino preciosa. 

-Chicas, subid al coche. Mi padre nos llevará.

-Estás preciosa- comentó Yolanda mirándola de arriba abajo.

-Pues anda que vosotras... ¡Estáis perfectas para la ocasión! ¿Tenéis las entradas?

-¡Cómo no íbamos a tenerlas!- dijo Bea con tono muy picarón.

-Pues subamos al coche.

Durante el trayecto las chicas calentaban la voz para el concierto. Todas las canciones que emitían las emisoras a aquellas horas de la noche las conocían, al menos una de ellas. Mientras cantaban y lo daban todo, el pobre padre de Sara conducía tranquilo sin quejarse del molesto ruido que provocaban en la parte trasera del coche.

-Acelera papá, no queremos llegar tarde.

-Como quieras cariño- comentó su padre en voz baja.

Sonó en la radio la última canción de Ellie Goulding, Burn, y las tres alocadas chicas comenzaron a cantar como si verdaderamente ya estuviesen en un concierto, incluso el padre de Sara comenzó a cantar y a rememorar su adolescencia más atrevida.

No tardaron en llegar. Bajaron del coche y le dieron un beso al padre de Sara.

-Gracias por traernos Luis- dijeron Bea y Yolanda a la vez.

-¡Disfrutad del concierto!

Las tres amigas se pusieron en la cola y esperaron a enseñar las entradas. Durante la espera, comenzaron a gritar y a canturrear las más conocidas canciones del grupo Vetusta Morla, al que verían en directo al cabo de unos minutos. Yolanda aún no podía creerlo, no era capaz de asimilar que verdaderamente estaba allí y que pronto vería a su grupo favorito. Sabía que estar allí era la mejor idea, durante varios días pensó en no asistir al concierto, en quedarse en casa lamentándose de todo lo ocurrido con Jorge pero sabía que tenía que ser fuerte y para serlo, necesitaba algo como aquello.

Ya estaban dentro. La sala era enorme y la gente se amontonaba en torno a las primeras filas, aquello era espectacular. Corrieron para coger un buen sitio donde disfrutar de la música y de la voz de Pucho. Sara fue a por un par de cervezas antes de que diera comienzo el concierto. Las luces poco a poco comenzaron a apagarse y al final del escenario se completó un destello brillante, de repente, La mosca en tu pared interpretada por Pucho. Yolanda comenzó a cantar mientras lloraba. Era una mezcla de emoción, felicidad y pena, pena por no poder compartir aquel momento con Jorge.

El concierto fue maravilloso. Después de la primera canción cantaron otras tres seguidas del último disco, se notaba el sentimiento que el grupo ponía a la hora de ofrecer aquella obra de arte a sus fans. Más tarde el grupo paró a descansar y se brindaron unos minutos para ellos solos mientras los fans, enloquecidos aclamaban el regreso del grupo mientras otros aprovechaban para humedecerse la boca después de darlo todo cantando. Después de diez minutos de parón, el grupo volvió e interpretó seis canciones más  a lo que Pucho terminó con unas palabras de agradecimiento a la multitud que se había reunido allí. Al finalizar aquel discurso, comenzaron una serie de malabares con fuego, mientras el grupo interpretaba la canción Valiente.

Yolanda no paró de llorar y cantar durante las dos horas que duró el concierto. Sabía que al día siguiente la voz no le daría para hablar demasiado, aún así había sido uno de los mejores días de su vida. Nunca olvidaría aquella experiencia. Había sido increíble.

-Ha sido maravilloso... De verdad... Estoy emocionada- comentó Yolanda con lágrimas en los ojos al salir de la sala.

-La verdad es que sí... ¿Por dónde se va a casa?- preguntó Bea desorientada.

-¿Cuánto has bebido? ¿No vas un poco borracha?- la interrogó Yolanda mientras Sara llamaba a su padre.

-Chicas, mi padre ya viene de camino, de mientras...- se sacó una botella de vodka del bolso y comenzó a echarla en unos vasos. Mientras tanto Yolanda se sacó un cigarrillo, lo encendió e intentó tragarse el humo del tabaco.

-Gracias por este día chicas. ¿Me das un vasito de eso?- dijo Bea con los cachetes colorados a causa del alcohol.

-¡Jamás! Ya has bebido suficiente por hoy.

-No seas mala conmigo Sara... Somos amigas... ¿Quieres que nuestra amistad se acabe?

Las tres chicas soltaron una carcajada y se quedaron esperando a que llegase el padre de Sara, el cual tardaría en llegar más de una hora. Sin embargo para ellas el tiempo se había detenido entre risas y tonterías. Una vez más. 


Seis cuerdasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora