A la mañana siguiente...
"¿Dónde estará la felicidad? Creí ser feliz y ahora sé a ciencia cierta que no me equivocaba. Tenía motivos para levantarme cada mañana y saber que tendría una llamada tuya, que vendrías a verme y que podría volver a sentir tus labios. Ahora eso es lo que más me preocupa, que me llames, que me busques, que quieras volver a saber de mí. Te echaste de mi vida de la peor manera posible, dejando el amargo sabor en mis labios y no precisamente de tus besos. Y me gustaron, soñaba cada noche con volver a sentirlos impregnados en mi boca, porque te quise. Te quise como nadie supo hacerlo jamás, como nadie se preocupó de quererte. Te amé, es cierto, amé todo lo que éramos, lo que desprendíamos al mundo. Lo gritaría mil veces, te amé, y quizás te amo porque supiste darle la esencia a mi vida que tanto llevaba buscando. Un aire fresco, un aroma inigualable, unos besos exquisitos pero como me lo diste, también todo te lo llevaste. Ahora espero que sepas perdonarte a ti mismo por el daño que me has causado, por la huella que han dejado tus duros golpes sobre mi pálida piel. Espero que vuelvas a tener corazón, con el mío no te es suficiente."
Yolanda cerró aquel cuaderno donde había plasmado todos sus sentimientos tantas veces, para ella era lo más parecido a un diario que tenía. Allí se desahogaba y se sentía protegida por aquellas hojas de papel. Colocó el lápiz en el lapicero y contempló algunas de las pocas fotos con Jorge que aún conservaba. Una lágrima recorrió su mejilla dejando un curvado camino, se secó aunque pronto un silencioso mar de lágrimas humedeció toda su cara. Una tras otra, cada una de ellas más dolorosa, recordaban los buenos y malos momentos, eran recuerdos y todos pesaban de la misma manera. Los malos por el simple hecho de serlos y los buenos por no poder tenerlos. Una lágrima por cada sufrimiento vivido con Jorge y otra por aquellos buenos momentos que ya se esfumaron junto con la ternura de los primeros meses vividos a su lado. Aún recuerda con detalle el día en que se conocieron.
Día soleado de verano. Tiempo estable y muy caluroso. Mediados de junio del año pasado. Yolanda caminaba con prisa por las calles de Coín, como de costumbre llegaba tarde a una cita con su amiga. Sara había encontrado un nuevo novio y Yolanda debía darle el visto bueno. Para no sentirse sola, Ángel vendría acompañado por su mejor amigo, Jorge, un chico atractivo y muy carismático. Deportista y un gran estudiante. Había sido jugador de fútbol toda su vida e incluso los grandes equipos apostaban por él. Yolanda era una chica muy abierta y sintió curiosidad por conocer a aquel extraordinario joven. Apenas tardó unos minutos más en llegar al punto de encuentro. Allí ya habían tomado asiento los tres.
-¡Estamos aquí!- gritó Sara.
-A Ángel ya lo conoces. Él es Jorge.
-Encantada Jorge.
Se tumbó en la cama y observó de reojo su guitarra. Intocable desde aquel día. Quizá por miedo a sacarla. A recordar aquel fatídico día pero no era necesario rasgar sus seis cuerdas, simplemente al cerrar los ojos era capaz de visualizar los duros golpes, continuos, sin cese. Por un momento su pasión por la música la llamó, la intentó rescatar del tremendo infierno en el que permanecía desde hacía tiempo pero para ella sus días en la música habían acabado al igual que la belleza en su rostro debido a los golpes. Barajó las posibilidades que tenía de volver a sentirse bien a través de la música. Últimamente los cambios de humor eran constantes. Recordó la noche que había pasado junto a sus amigas, había sido totalmente completa, no se le escapaba ningún detalle. Pero ahora volvía a estar sola y sus pesadillas volvían a atormentarla. Sentía la necesidad de recuperar la pasión por la música, nunca la había perdido pero la había sustituido por cosas negativas en su vida. Necesitaba tocarla, alejarse de los peligros y sentirse bien de una vez por todas. Sin embargo, lo que había sido su vida desde muy pequeña, su vía de escape, era lo que más le atormentaba en aquellos momentos. Recordaría lo vivido aquel día. Había vivido tantos momentos junto a su guitarra y la música que hasta aquel día la acompañaban.
Sonó el móvil. Podría ser un mensaje. Volvió a sonar. Probablemente lo fuese. Se repitió. Eran varios mensajes. Los ignoró. Poco a poco se acercó a su objetivo. Llegó lentamente pero con paso firme. Ya estaba delante, tan solo le faltaba desgarrar las cuerdas que parecían nuevas a pesar del tiempo pasado desde la primera vez que las tocó con tan solo doce años. Estaba segura, era el momento.
Desde el salón su madre escuchó una dulce voz que venía de la habitación de Yolanda, sonrió casi sin darle cuenta, sabía que el primer paso estaba dado. Quedaba muy poco para despertar de aquella pesadilla que vivían ella y su hija. El concierto duró más de una hora y la felicidad de su madre mucho más.
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Seis cuerdas
RomanceYolanda, una joven apasionada por la música y el mundo artístico desea con todas sus fuerzas ser una artista reconocida a nivel mundial pero todo se ve arruinado por su pareja Jorge, que tras sus constantes agresiones dificulta el mayor sueño de Yol...