Trece

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8:05 am. Bea bajaba tranquilamente del avión. El viaje había sido largo y cansado pero había conseguido dormir un poco, aún así se sentía totalmente agotada. Durante la ida había pensado mucho en su elección manteniendo la compostura e intentando no llorar pero esto último no lo había logrado del todo. Se sentía culpable. Se odiaba. Y pensaba que por muchos viajes que hiciese su conciencia nunca se limpiaría. Era cobarde, intentaba huir de sus problemas cambiándose de instituto, de casa, de ciudad, de país. Estaba huyendo de lo que más quería, su pequeña Yolanda. Ni siquiera se había despedido de Sara, le habría gustado pero solo empeoraría más las cosas.

Anduvo perdida por el aeropuerto, dominaba el inglés pero la orientación no era lo suyo. Finalmente encontró su maleta dando vueltas sola en la cinta. Sí que había llegado tarde. Salió al exterior cargada de todo su equipaje y a lo lejos contempló una melena castaña espectacular con reflejos rubios, un cuerpo perfecto y tonificado, al lado de un chico guapísimo. Rápidamente la reconoció. Samira.

-¡Te estaba buscando! ¿Dónde te habías metido?

-No encontraba la cinta de las maletas.

-Tan despistada como siempre. ¡Ven que te coma a besos!

-Ejem...

-Perdón, éste es John, mi novio.

-Encantada. Yo soy Beatriz.

-¡Sí! He oído hablar mucho de ti. Tu hermana está muy contenta de que vengas a vivir con nosotros.

-Gracias.

John era muy atractivo. Lucía una melena rubia casi por los hombros. Era bastante alto y tenía un cuerpo digno de un atleta. A Bea no le extrañaba el físico de aquel chico ya que su hermana siempre había salido con chicos muy guapos. Durante un tiempo estuvo en la busca del chico perfecto y al parecer ya lo había encontrado. Al contrario de John, Samira era una chica muy morena, con un pelazo negro increíble. Sin embargo aquella vez lo lucía aclarado a un tono marrón chocolate con reflejos rubios. Estaba verdaderamente guapa. Había engordado debido a que hacía meses que no probaba un solo cigarro ni tampoco bebía ningún tipo de bebida alcohólica. Era alta, guapa y sana. Todo lo contrario a Bea. No era muy alta ni tampoco destacaba por su físico. Era totalmente contraria a su hermana. Aún así ambas eran personas admirables y se preocupaban por los demás. Y eso era lo más importante.

-¿Qué tal te ha ido el viaje, hermanita?

-Bueno, me he aburrido un poco. A mitad de camino me dieron ganas de volver.

-¿No te hace ilusión estar aquí?

-No es eso Samira, pero...he dejado todo allí. Mamá, papá, mis amigas...

-Y supongo que a tu novio también. Mamá me ha contado que andabas un poco extraña los últimos días, como si no quisieses dejar algo demasiado importante allí.

-Mamá no lo entiende. No dejo ningún novio.

-Bueno, ya tendrás tiempo de explicarme todo lo que dejas en Málaga. Pronto iremos a visitar a la familia. Tengo que anunciar algo muy importante...

Bea evitó contestar y pensó en Jorge. ¿Realmente podía llamarse novio? Sabía que no, aunque era lo más parecido a una pareja que había tenido en toda su vida. Continuó caminando al lado de su hermana, mientras esta le explicaba el plan para todo el día, sin embargo ella solo podía pensar en lo que había sufrido. Ahora todo había acabado. O tal vez comenzado.

-¿Me estás escuchando?

-Sí, claro.

-¿Qué he dicho?

Seis cuerdasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora