Siete

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Bea y Sara lo organizaban todo cautelosamente. Yolanda ya estaba casi recuperada del maltrato que había sufrido por parte de Jorge y pronto sería su cumpleaños. Aún no estaba todo listo pero ultimaban los detalles más importantes. Tan solo faltaba comprar la decoración para la casa de Bea, donde se realizaría la fiesta y la confirmación de los asistentes.

-¿Qué tal si nos tomamos un té bien calentito mientras seguimos pensando en la fiesta?

-La verdad es que sí me apetece. ¿Te ayudo?

-No gracias Bea, sigue pensando que yo iré a prepararlo todo.

Sara salió de la habitación y corrió hasta la cocina. Comenzó a preparar el té. Sacó dos tazas del armario: una con la letra B y otra con la letra S. Yolanda compró un juego de tres tazas cada una con su nombre para cada vez que se reuniesen en casa de Yolanda a hacer los deberes. Habían compartido muchos momentos junto a aquellas tazas e incluso cuando sus amigas no estaban, Sara utilizaba la pequeña tacita para sus infusiones de té. Aún las conserva después de más de dos años, les tenían un cariño especial y por eso las cuidaban como el tesoro más valioso de sus vidas. Comenzó a calentar el té mientras Bea esperaba en la habitación.

En el otro lado de la casa Bea contemplaba por la ventana el nublado y frío paisaje. El invierno se acercaba poco a poco y en el ambiente se notaba. Apenas un par de personas caminaban a altas horas de la tarde mientras el sol se ponía por el oeste.  Ni si quiera había niños correteando para combatir el intenso frío de aquel día. Ella también fue una niña, una alegre niña. Pensaba en cuánto había cambiado su vida desde que se acabó su infancia, recordando sus mejores amigas del colegio y pensando en las que tenía ahora.

Poco después Sara llegó con dos tazas de té de hierbas e interrumpió sus pensamientos, para darles otros aún más importantes.

-¿En qué pensabas?

-Creo que Yolanda se emocionará bastante cuando bajen la pantalla gigante y vea nuestras caras proyectadas sobre ella acompañadas de su música favorita. ¡Será estupendo!

-La verdad es que sí, Bea. Estoy segura de que nunca olvidará ese día pero hay algo que todavía me preocupa. Además de los acontecimientos pasados hace poco, a los que aún no hemos puesto solución, me temo que Jorge asistirá a la fiesta.

-¿Cómo lo sabes?

-Acércate.

Bea hizo caso a su amiga y echó un vistazo a la pantalla del móvil de Sara. "Día 29 de noviembre. A las 22:30. Allí estaré."

-Es... ¿Jorge?

-Ajá.

-¡Debemos hacer algo! Él no está invitado a la fiesta- comentó Bea por última vez.

Agachó la cabeza y se sintió culpable por lo que llevaba haciendo varias semanas. No quería echar la vista atrás pero sabía que aquel tormento le acompañaría mientras no dijese la verdad. Quisiera no estar allí, estar sola y poder condenar todos sus errores. Llorar indefinidamente hasta desahogarse de una vez y sentirse bien, tranquila, apaciguada.  Aparentó serenidad y le brindó una sonrisa a Sara. "La última vez", se dijo para sí misma.

-Tenemos que hacer algo. No pienso dejar que Yolanda vuelva a sufrir de tal manera.

Bea se levantó y se dirigió vacilante hacia la puerta. Antes de atravesarla se colocó bien el vestido que llevaba y se giró una última vez en señal de despedida. Sara no sabía cómo reaccionar. Intentó hablar pero Bea se le adelantó.

-Tengo una idea, Sara.

Salió corriendo, intentando huir de su mayor error, dejando a Sara con la pregunta en la boca. Esta no tardó tiempo en darse cuenta de que algo iba mal, pero no tuvo la oportunidad de afirmar sus sospechas. 


Seis cuerdasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora