Secuestro.

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POV JESSICA

Mi teléfono vibró con demasiada intensidad para lo dormida que yo estaba, palpé la mesita como pude, desplazando ligeramente la foto que tenía de Samanta ahí. Hasta que di con él, no era el despertador, sino una llamada.

—Jenkins —susurré.

—Soy Olivia, me dijo que la llamara.

—¿Son las seis?

—Menos diez, imaginé que quería que me anticipara, como siempre.

Abrí los ojos intentando ubicarme en el mundo. No habíamos bajado ni la persiana, pero era de noche todavía. Suspiré lamentándome y escuchando cómo Olivia me llamaba; giré la cabeza hacia mi mujer, dormida, con un brazo sobre su frente, peleándose con la sábana por los pies pero completa y absolutamente desnuda. Sonreí escuchando de nuevo la voz de mi secretaria, pero acordándome del estupendo cumpleaños que me había dado.

—¿A qué hora es la reunión?

—Con el jefe a las ocho, la siguiente a las diez.

—Pues llámame a las nueve y media.

—Pero... ¡Jefa!

Colgué porque no me interesaba, la reunión con Jaime me la pasaba por dónde me sabía, total, me gritaría tres veces y ya. No era importante porque sino, él mismo me habría insistido. Dejé el móvil en la mesita y volví a cerrar los ojos, sin embargo, en lugar de apoyar mi cabeza en la almohada, lo hice sobre Samanta; que seguía sin enterarse de nada.

—¿Dónde?

Esa vez no me despertó mi móvil, sino la voz de mi mujer. Abrí los ojos notando el sol, al menos bastante más luz que antes había. Levanté mi cabeza mirándola, conseguí una sonrisa y una caricia solo con eso.

—Vale, voy para allá. Adiós.

—¿Un caso?

—Sí. ¿Tú no se supone que debías de estar reunida con Jaime?

—Se supone —respondí volviendo a tumbarme sobre ella—. Me llamó Olivia a las seis, pero te vi así y la colgué. —Escuché una pequeña sonrisa por su parte—. ¿Cuándo tenemos vacaciones?

—En tres meses, te queda un rato todavía que aguantar.

Maravilloso.

Resoplé sin ganas abrazándome a ella, colocando mi cabeza estratégicamente para que solo tuviera que inclinarse un poco para dejarme un beso en la frente, que fue lo que hizo.

—Tengo que irme... —susurró bostezando—. ¿Qué te parece si nos vamos las dos la próxima semana? Libramos dos días.

—¿Dónde quieres ir?

—Dónde sea, pero solas.

—Me parece estupendo. —Sonreí tumbándome a su lado—. Además, todavía me tengo que bañar en champán.

Se mordió el labio inferior mirándome descaradamente de arriba hasta abajo, rodando ligeramente en la cama para colocarse ella sobre mi cuerpo.

—Ahora solo voy a pensar en esa imagen —susurró lamiéndome el cuello—. Eres la jefa, ¿no puedes hacerme un justificante para no ir hoy y que me des eso?

—Te recuero que ya no cuela —contesté mientras ella me lamía por cada zona de mi cuerpo que iba encontrando—. Lo hemos usado dos veces y Jaime ya sabe por qué.

—Estoy segura que lo entiende.

Sonreí frunciendo el ceño sin querer ante el dolor, algo satisfactorio, que me produjo su mordida en uno de mis pechos.

Miradas de celos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora