Miradas de celos.

Está conmigo.

POV SAMANTA

—¿Estás hablando con Jessica?

—Sí —contesté sentándome al otro lado del sofá, mientras hablaba con Jessica por mensajes.

—Se preocupa mucho por ti, debes sentirte muy afortunada.

—Sí, lo hago créeme.

—¿No te agobia que sea tan protectora?

—No —respondí mirando el reloj del móvil—. Me hace sentir protegida.

—Eso está bien.

—Sí... —Sonreí leyendo la contestación de Jessica a mi mensaje—. Te gusta mucho, ¿no?

Olivia se puso roja, casi no pudo ni disimularlo.

—Tranquila, Olivia, no pretendo hacerte sentir incómoda.

—No se preocupe. Pero sí, supongo que sí.

—Lo tienes que pasar mal compartiendo todos los días con ella.

—Bueno, te acostumbras.

—Cuando empezamos a salir pasó algo parecido, una compañera también se quedó pillada por ella.

—¿Y qué pasó?

—Jessica habló con ella y le hizo entender que estaba conmigo. Quizás en otras circunstancias o si no me hubiera conocido, estaría más disponible.

—¿Se lo tomó bien?

—Sí, bueno —dudé pensando—. Tuvimos algunas broncas con ella, se le fue un poco la cabeza pero nada más.

—¿Qué problemas?

—Empezó a acosarla, la enviaba mensajes, esas cosas... A su lado tú eres de lo más normal.

Sonrió de lado, sin quitarle la vista a la televisión.

—Me sorprende mucho que lo lleves tan normal.

—¿Y qué quieres que haga?

—No sé, pero yo me pondría histérica.

—No sirve de nada, sé cómo es Jessica, no hay más que verla. La cuestión está en lo que pasa con ella cuando la conoces.

—¿Qué pasa?

—Cambia completamente. Por eso quizás sé que es fiel y que me quiere de verdad.

—Eso es verdad, en las distancias cortas es diferente.

—Bueno, Olivia, dudo mucho que tú la conozcas como la puedo conocer yo. —Conseguí que me mirara.—. Tú la ves tan ruda, terca, cabezota, fría y distante que no tiene nada que ver cuando entra por esa puerta —dije señalando con la cabeza la puerta principal—. Se convierte en una mujer cariñosa, atenta, fiel y hasta cursi.

—Lo dice como si fuera malo.

—No, no es nada malo. Pero es cierto que a veces es frustrante.

—¿El qué?

—Que sea así, nunca sabes por donde va a venir.

—No creo que esté siendo justa.

—¿Justa con qué?

—Con ella.

—¿Por qué?

—Porque no eres consciente de todo lo que hace por ti y tú lo único que haces es quejarte. —Olivia sonaba molesta, muy molesta—. Empiezo a pensar que no te la mereces.

Subí mis cejas sorprendida, pero eso no pareció importarle.

—Vaya... Yo no me estoy quejando, Olivia