¿Escapar?

1K 129 26
                                        

POV SAMANTA

Abrí los ojos con dificultad con motivo de un bache que me hizo rebotar en el asiento. Iba en un coche y por lo espacioso que era, tenía toda la pinta de ser un todoterreno. No iba amordaza ni atada, seguía con la misma ropa que me dieron el primer día; aunque tampoco estaba segura de cuántos días habían pasado. Levanté ligeramente mi cabeza, por la ventana pude ver luces, estábamos en una carretera urbana, lo supe por las farolas; si estuviéramos en mitad de la nada, no habría ningún tipo de iluminación.

Dos tipos iban en la parte de delante, uno conduciendo y otro escogiendo la radio que querían oír. Al moverme pude notar cómo mi pantalón estaba mojado; y dado que no me habían llevado a ningún baño y tampoco me habían dado nada, no tenía problemas para deducir que mi vejiga funcionaba ya por su cuenta.

Me mareé ligeramente, por lo que tuve que volver a apoyarme en el asiento. Ese terrible dolor de estómago volvió a mí, casi que prefería seguir dormida; me acurruqué dándoles las espalda, lo único que quería era acabar con todo eso cuánto antes.

¿Dónde estaba Jessica?

—Está despierta, vamos a aprovechar.

La velocidad del coche aminoró, otro bache con el que el nudo en mi garganta al pensar en mi mujer y en lo que la echaba de menos, se deshizo enseguida.

Pararon y uno de ellos, el que iba escogiendo la radio, bajó para volverse a subir a mi lado.

—Levántate.

Agarrándome del brazo me sentó en el asiento como si fuera una marioneta. Un profundo mareo sacudió mi cabeza, pero pude ver lo suficiente como para saber dónde estaba: en una gasolinera.

—Quizás deberíamos darle algo de comer.

—Las instrucciones eran claras.

—También nos dijo que no la sacáramos ni la llamáramos.

—Que nos pague —dijo el de mi lado enseñándome un teléfono—. Espero que te funcione el cerebro lo suficiente, guapa.

Abrí los ojos todo lo que pude, enfocándome en el móvil; un número de teléfono demasiado largo para lo que podía leer era todo lo que conseguía ver. Mis ojos, a cada segundo que pasaba, veía más y más borroso. Lo único que conseguí captar antes de marearme nuevamente era un seis y un dos; si no recordaba mal, el número de Jessica tenía esa terminación; pero yo no estaba en condiciones de pensar en nada.

—Jenkins.

Su voz.

Levanté mi cabeza mirando el teléfono, mareándome otra vez y sintiendo el agarre del tipo de mi lado moverme para que hablara.

—Jess.

No hablé, o no lo hice como para que ella me escuchara. Así que con otro movimiento de mi secuestrador y tras tragar saliva, lo intenté otra vez.

—Amor.

—¿Sam?

Escuché una risa y un frenazo. Lo primero de mis acompañantes, que colgaron enseguida; lo segundo del teléfono, mi mujer iba conduciendo y me había escuchado. Al menos sabía que seguía viva... Aunque no por mucho tiempo.

—¿Comemos algo? —preguntó uno de ellos quitando las llaves del coche.

—Sí.

—¿Qué hacemos con ella?

—Déjala aquí, si total...

Me dejó de agarrar, lo que provocó que me cayera nuevamente sobre el asiento.

—No se puede ni mantener recta, nos da tiempo de sobra.

Caí de golpe entre los asientos traseros y el delantero, clavándome en la espalda una pequeña papelera que en ese coche tenían. Les escuché reírse otra vez, pero abrieron las puertas y se bajaron. Abrí los ojos pensando, era el momento y yo tenía que hacer algo. Cerraron las puertas y aunque estuve cerca de un minuto pensando, no habían cerrado el coche con llave.

Subiendo mi pierna izquierda al siento y apoyándome con mi brazo derecho; cogí todo el impulso que pude, arrastrándome pero logrando mi objetivo, subir al asiento para ver la ventana. Les vi alejarse del coche, directos a la gasolinera para comprar algo. Me desplacé hacia el otro extremo, agarrando el manillar cuando otro mareo me atizaba la cabeza. Abrí la puerta y me dejé caer sobre el asfalto, con tan mala suerte que caí de boca. La barbilla golpeó contra el cemento, cuando quise pararme con las manos, era demasiado tarde.

Palpé como pude la puerta, agarrándome del asiento para incorporarme; pero justo cuando me apoyaba en las rodillas, vomité. Llevaba sin comer varios días, ¿qué estaba devolviendo? Era una muy buena pregunta. Me ardía el estómago y el esófago, mis ojos veían borrones de contrastes y la cabeza estaba dando giros continuos de trescientos sesenta grados.

Pero tenía que salir de allí como fuera... Quedarme solo sería peor.

Me senté en el asfalto, apoyando mi espalda sobre el coche. Cerré con fuerza los ojos varias veces, intentando ver algo más nítido, pero me duraba apenas un nanosegundo. Intuí que enfrente tenía edificios, sin embargo, para llegar hasta allí tenía que cruzar una carretera; y por los rastros de luces que mis ojos deslumbraban, era de doble sentido con cuatro carriles. Atravesar eso era una idea tan suicida como la de quedarme en el coche.

Miré hacia la derecha, la gasolinera. Había al menos tres coches echando gasolina, sin embargo, pedir ayuda en esa dirección habría sido aún peor. Llevaba tres días sin comer, sin ducharme y sin mear en algo que no fuera sobre mí misma. Olía a mierda, la gente no solo me habría confundido con una vagabunda; sino que mis secuestradores me habrían localizado.

Solo me quedaba una salida, a la izquierda, unos arbustos y unos contenedores. Podría esconderme allí hasta que los tipos se hubiesen ido. Me puse a cuatro patas, tomando aire, ignorando por un momento la debilidad de mi cuerpo y las vueltas que daba mi cabeza. Di un primer paso con mis rodillas, fallándome la derecha cayendo otra vez contra el suelo.

Apoyé mi frente sobre el asfalto, necesitaba sacar las pocas fuerzas que me quedaban para eso; tenía que huir. Después ya pensaría que haría para localizar a Jessica.

Probablemente su imagen, poniendo medio país patas arriba buscándome donde fuera, fue lo que me dio la fuerza para moverme finalmente. Me aguanté un nuevo vómito, no podía dejar rastro de mi recorrido. Gateé todo lo rápido que pude, impactando contra el suelo unas tres veces hasta que palpé el contenedor.

Tomé aire nuevamente, me agarré al contenedor y me puse de pie; ese esfuerzo, solo consiguió que me meara una vez más encima. Necesitaba que esa puta pesadilla acabara ya. El estómago me dio un vuelco que me obligó a arrodillarme otra vez, no lo soportaba.

Pero tenía que hacerlo. Ignorando todo lo que estaba pasando, me puse de pie intentando hacerlo antes de que el suelo se mojara debido al pis; abrí la tapa y me tiré dentro del cubo. El olor a mierda provocó un nuevo vómito que no pude controlar; sin embargo, tragándome una tercera arcada que ya saldría por mi boca más adelante. Palpé la tapa, me apoyé en mi brazo izquierdo; me tragué otra arcada y cerré, finalmente, el contenedor escondiéndome dentro.

¿Creéis que ha conseguido escapar? ¿Será suficiente para que Jessica la encuentre? Os leo.

Helena Mabbitt.

Miradas de celos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora