POV SAMANTA
Estaba en el zulo, en la misma puta habitación dónde había estado varios días; ni siquiera sabía cuantos. Mi pantalón estaba mojado, otra vez. Frente a mí había un plato con un trozo de pan y algo más que no veía del todo bien debido a la oscuridad. Me moví sintiendo unas cadenas en mis muñecas y otra en mi cintura. Pese a eso, tenía hambre, así que me incorporé directa a por el plato; me estiré todo lo que pude, pero no era suficiente, no conseguía llegar. Lo intenté con los pies dado que no tenía cadenas, sin embargo, era inútil. Probé nuevamente con las manos, estirándome más que la otra vez, rozando con la punta de mis dedos el plato. Un fuerte dolor en mis muñecas provenían del esfuerzo que estaba haciendo, la cadena me la estaba dislocando; pero el hambre era todavía más fuerte, así que seguí estirándome. Me apretaron todavía más la de la cintura, oprimiéndome el estómago que, sumado al dolor que de por sí sentía por el hambre; empeoraba todo eso. Y aún así, no pararía. Estiré mi cuerpo otra vez, sobrepasando mis límites; notando como me estaba meando sin poder parar mi vejiga. Sin embargo, esa misma tensión corporal que había provocado que me hiciera pis encima como si fuera una niña pequeña, fue la me hizo alcanzar finalmente el plato de comida. Lo cogí con la mala fortuna que, debido a mi muñeca dislocada, se me cayera al suelo. Me agaché para cogerla y poder comerla; sin embargo, un estremecimiento en mi estómago, provocó que todo volviera a empezar.
De pronto estaba en una habitación blanca, no tenía cadenas y lo único que había en mi cuerpo era un algo trasparente que provenía de un gotero.
—Estoy aquí, estoy aquí.
Seguí la voz hacia la derecha, hasta que el rostro de Jessica ocupó todo mi campo visual. Me acarició la mejilla; pero yo seguí mi recorrido visual hasta el cubo que horas antes ya había usado, pues me abalancé como una loca hacia él. Jessica me agarró de la cintura, impidiendo que cayera de bruces contra el suelo; ella misma lo cogió colocándomelo frente a mi rostro en el momento exacto en el que volvía a vomitar.
Había sido un sueño, cuando terminaba de devolver me di cuenta que estaba en el hospital y que mi mujer, mi poderosa esposa estaba a mi lado. Estaba a salvo.
—¿Ya?
Asentí con la cabeza cuando ella me pasaba un papel para que me limpiara. Y mientras lo hacía elevé la sábana notando que todo no había sido un sueño, el empapador que me habían puesto al principio, estaba mojado.
—El psicólogo dice que es normal —dijo mi mujer, coprotagonista de todo, retirando el cubo, sentándose otra vez a mi lado, rodeándome con uno de sus brazos—. Necesitas recuperar todos los nutrientes para volver a estar bien.
Ella misma retiró el mojado, lo tiró y cogió de un bloque de unos diez, otro que colocó perfectamente debajo de mi trasero.
—La gran Jenkins limpiando meadas —dije con algo más de voz, pero sorprendentemente ronca todavía; consiguiendo que ella se riera.
—Te limpiaré las veces que haga falta —contestó colocándose otra vez a mi lado—. Si con esas estás aquí conmigo... —susurró dándome un beso en la cabeza—. Te seguiré limpiando.
Me abracé a ella, notando la suavidad de su camiseta blanca de algodón en los brazos que; teniendo en cuenta lo que había pasado, entre eso y su colonia, era como estar en el cielo. Sus poderosos y firmes brazos me sostuvieron, me agarraron y me cobijaron espantando, en tan solo unos segundos, todo lo que había vivido.
Recordé por un momento las veces que había abierto los ojos, en la misma habitación, sola, a oscuras y sin nada; y en mi cabeza, hasta perder el juicio, solo había estado ella.
—¿Irás tras ellos?
—Pagarán —contestó dejando sus labios en mi cabeza—. Te prometo que yo misma acabaré con ellos.
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Miradas de celos.
General FictionJessica Jenkins, ascendida ahora la inspectora jefe del todo el cuerpo nacional de policía; deberá enfrentarse a uno de sus mayores miedos. ¿Bastará la compañía y el amor de Samanta, su esposa, para que todo vuelva a la normalidad? Esta cuarta entre...