El primero.

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Jaime había dado prioridad máxima a mi caso, la científica debía retrasar otras pruebas y conseguirme las mías. Evidentemente abusábamos de nuestra posición, pero dado que no teníamos a nadie por encima, nos daba igual a los dos. Total, el ministro tampoco se metía en nada.

—Jefa —dijo Olivia llamando a la puerta—. Tiene un montón de papeles sin firmar retrasados.

—¿De qué?

—No le sabría decir.

—Dile a Jaime que se haga cargo de ello mientras tanto. No quiero tener la cabeza en otra cosa que no sea en esto. —Mi asistente asintió—. Sigue sin pasarme llamadas.

—De acuerdo. ¿Necesita algo más?

—No. Gracias.

—Le puedo traer algo de comer o de beber.

—Olivia.

—Está bien, lo que sea me avisa.

Se fue dejándome sola, como lo llevaba estando todo ese tiempo. Tomé aire caminando hacia la ventana desde la que podía ver toda la avenida; quise convencerme de que todo lo tenía controlado, todos los caminos posibles que se nos habían abierto, los estábamos siguiendo. El problema era que habían pasado demasiadas horas y todavía no teníamos ni un mísero rastro de Samanta.

—¿Echas de menos tu pizarra blanca?

No me sobresaltó la voz de Memo y tampoco me molestó.

—Lo que más echo de menos es correr, si te soy sincera —dije sin girarme.

—Y yo que pensaba que me echarías de menos a mí.

—Eso sabes de sobra que también.

—Pues podrías ascenderme. —Solo entonces le miré—. No cuela, ¿no? —preguntó sonriendo—. Tenía que intentarlo.

—¿Qué me traes?

—Poca cosa, la verdad. —Suspiró mirándome, apoyado en mi mesa—. El rastro de la furgoneta por tráfico, la perdemos cuando abandona la autovía y se mete en unos caminos que ni sabemos dónde llevan ni, por supuesto, podemos seguirles el rastro. —Yo asentí temiéndome esa parte, apoyándome a su lado—. Y en cuanto al reconocimiento facial, de momento nada. Pero tengo la esperanza de encontrar algo en el coche de Sammy; si te fijas no tienen guantes, y yo creo que están fichados.

—Ojalá tengas razón.

—Su compañero está con el caso, pero no le va a llevar a nada. Te lo digo por si quieres hacerle algo más útil.

—No, no quiero abandonar nada sin estar segura. —Volví a tomar aire pensando—. ¿Cómo va la científica?

—En un par de horas tendremos algo, quizás algo más si tu amigo les mete prisa.

—Se lo diré.

—Y yo estoy con el temita del robo de la furgoneta, tenemos imágenes; Illanes ya las está revisando.

—Vale... ¿Eso es todo?

—Eso es todo... Por el momento.

Asentí mirándole, mi gran compañero, el mismo que me había apoyado y cubierto las espaldas en los casi veinte años que llevaba en el cuerpo.

—Gracias.

—Sabes que no tienes que dármelas. El equipo está trabajando todo lo rápido que pueden, todos saben lo importante que esto. —Asentí perdiendo la mirada—. Todavía me acuerdo cuando me la presentaste... —Yo sonreí nostálgica—. Y cuando vino por primera vez a la comisaría, parecía una cría todavía.

Miradas de celos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora