Caza.

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POV SAMANTA

Me encontraba en el despacho de Jaime sola, con el ordenador entre mis piernas siguiendo el rastro del coche de Jessica mientras patrullaba. Aquello me recordaba a la vez que quisieron acabar con ella, esas horas infernales en las que pensaba haberla perdido para siempre; nada más lejos de la realidad, en ese momento, la tenía a través de una pantalla, vivita y coleando.

—¿Cómo van? —preguntó Jaime entrando.

—Está dando vueltas por la misma zona, solo espero que las llamadas de la gente que creen verla, sirvan de algo.

Le escuché reír por algo en su móvil mientras dejaba algo en su mesa.

—¿Y los del ordenador tienen algo?

—Van bien.

—¿Han encontrado algo?

—Fotos —respondió mirándome—. Vuestras, en el despacho.

—¿Íntimas? —Jaime asintió—. Qué cerda... ¿Y con eso la tenemos?

—No del todo. Necesitamos algo más, pero saber que hemos encontrado eso, es bueno.

—Vale... ¿Debería preocuparme por esas fotos?

—No, aunque más tarde ya os regañaré a las dos por usar un despacho oficial para esas cochinadas.

Puse los ojos en blanco, era lo que menos me importaba y Jaime lo sabía. Mucho menos le importaría a Jessica que le haría una peineta en cuanto se lo dijera.

—Por cierto, me han dicho que tengo que darte la enhorabuena.

—¿A mí? —Jaime asintió sentándose a mi lado—. ¿Por qué?

—Vas a ser madre, ¿no?

—¿Te lo ha contado?

—¿Quién crees que la ayudó con el papeleo? Me ofendes, Sammy.

—Gracias —susurré abrazándole—. Por apoyarla siempre.

—Mi salud me cuesta, no te creas. —Sonreí mirándole—. Tu mujer me costará una úlcera cada año, no tengo dudas de ello.

Sonreí centrándome nuevamente en el ordenador, aunque esa vez en compañía de Jaime.

—Antes de conocerte, cuando salíamos los dos de fiesta, siempre acababa la historia así —dijo él mientras mirábamos la pantalla—. Ella ligando y yo yéndome a casa solo.

—No te ofendas pero es que las comparaciones son odiosas.

—No me ofendo. A la quinta noche comprendí que si los dos buscábamos a una mujer, ella me ganaría por goleada.

No contesté cuando toda mi atención fue hacia la pantalla, al ver como el coche empezaba a moverse mucho más rápido, eso solo significaba que tenían un nuevo aviso—Como siga así mucho tiempo...

—Sabe mantener la paciencia, aunque no lo parezca.

—No sé si ahora lo que ella tiene es paciencia, Jaime... Está que salta a la primera.

—Siempre salta a la primera.

—Conmigo, no. Contigo es otra historia porque siempre la estás tocando lo que no debes.

Jaime solo se carcajeó, pero no dijo nada más. Ambos seguimos con la vista clavada en la pantalla del ordenador.

—¿Cómo ha estado?

Me miró con miedo, tragó saliva y volvió a atender a la pantalla.

—Mal, muy mal. Tuvo mucho miedo de no encontrarte. Es su peor temor, Sam, perderte. Ya perdió a su madre y no lo soporta. En cuanto se enteró, puso su modo automático y empezó a trabajar. Pero a medida que pasaban las horas, se iba apagando más y más... Hasta que no pudo más.

Miradas de celos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora