Capitulo 19

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Libardo y yo hicimos el amor, no puedo decir que tuvimos sexo porque no fue así; Libardo me hizo el amor. Lo hizo con cuidado, delicadamente, cuidado que las embestidas fueran lentas y suaves para no lastimarme, que sus agarres fueran limpios y delicados para no lastimarme, me hizo sentir muy bien. Nos quedamos dormidos, yo acurrucada en su pecho y él abrazando mi cuerpo. Estaba como bebé, me sentí como nueva.
- ¿Libardo? - susurré.
- Dime - susurró también.
- Me has hecho sentir realmente bien - admití.
- Tú también. Nunca había sentido lo que sentí contigo, de verdad. Tu cuerpo es como un laberinto: no se sabe que esperar de él.
Sonreí. Cerré mis ojos y caí en la inconsciencia.
En la tarde del día siguiente quedé de verme con Libardo de nuevo por la noche para ver un par de películas. Me llevó a casa para que mi madre no sospechara nada. Antes de llegar a casa me había duchado y me había arreglado para ver a Jean. Eran las cuarto. Horario perfecto para largarme al parque.
En la tarde del día siguiente quedé de verme con Alan de nuevo por la noche para ver un par de películas. Me llevó a casa para que mi madre no sospechara nada. Antes de llegar a casa me había duchado y me había arreglado para ver a Jos. Eran las cuarto. Horario perfecto para largarme al parque.
Tomé un taxi y le pedí que me llevara al parque,cerca de la plaza central de los suburbios. Llegué y le pagué. Mire mi celular, el reloj marcaba las 5:03.
"Llegas tres minutos tarde. Jean" , leí el mensaje de Jesn. Miré a mí alrededor en busca de León. Corrí a las bancas amarillas y lo vi a lo lejos.
Llevaba puesto unos jeans y un abrigo negro que cubría la gran parte de su cuerpo. Su cabello estaba alborotado Gracias al frío viento que golpeaba la cuidad y sus gafas negras estaban puestas en el lugar correcto.
Lo disfruté así, solitario, discreto, dulce. Así me gustaba más. No lo conocía, pero haría todo lo que fuera por hacerlo, por saber todo de él, por saber a que se dedica o por qué imparte clases de sexo. Tomé una bocanada de aire y seguí caminando, no aparte mi mirada de él. Cuando llegue intente hacer el mínimo ruido.
- Si llegaste. Pensé que no vendrías.
- ¿Qué? ¿Acaso tienes ojos en la espalda? - dije en voz baja.
- Es difícil no verte. Tienes ese tipo de presencia que es difícil de ignorar.
- ¿Desde donde me viste?
- Desde que bajaste del taxi.
Me senté a un lado de él. La tela de su abrigo se posó encima de mi muslo mientras más me acercaba.
- Bueno, habla - me invitó
Tragué saliva. Su mano salió de su bolsillo y sacó la mía de la chamarra. Acarició mis dedos con la yema de los suyos y me miró a los ojos, esperando alguna oración o algo que pudiera decir.
- estoy saliendo con alguien - solté.
Jean me soltó los dedos y dio un suspiro.
- Me alegra - aceptó naturalmente - Te lo mereces. Haz aguantado muchísimas ofensas.
Enarcó la ceja y asintió con la cabeza. Mire hacia el otro lado, me era imposible decirle lo que quería decirle viendo sus ojos miel. Pestañeé un par de veces y regresé mi mirada al hombre alto y guapo que estaba al lado mío.
- No puedo seguir teniendo sexo contigo mientras estoy con él.
Abrió los ojos como platos y sus labios se apretaron haciendo una mueca de disgusto, de asco. Metió de nuevo su mano al abrigo y su cuerpo se tensó junto con el mío.
- ¿Fue decisión tuya?
¿acaso estaba dudando? nunca le diría a mi novio que tuve mi primera vez con alguien que ni siquiera conozco, solo sé su nombre y a duras penas sé de donde viene.
- no puedo engañarlo. eres un total desconocido para mí y...
- ¿eso es? ¿quieres saber cosas de mí? adelante, pregunta lo que quieras - me interrumpió.
se acomodó de una manera excitante; abriendo las piernas con la cabeza ladeada hacías el lado derecho.
- ni siquiera sé por qué te enojas. fuiste tú quién hizo las reglas.
- vamos, pregunta lo que quieras.
pestañeé y empecé con las preguntas.
- ¿qué edad tienes? ¿en que trabajas? ¿de donde vienes? ¿dónde vives? ¿cuál es tu pasado? ¿por qué das clases de este tipo?
- Tengo 25 años. Soy empresario. Vengo de Canadá. Vivo en la ciudad de Philadelphia, a unas dos horas de aquí. estoy seguro de que tendremos mucho más tiempo para que te cuente todo mi pasado y por qué me dedico a esto, pero te apuesto a que si decides que te siga enseñando, tu novio no podrá dejarte jamás.
Apreté mis labios contra los suyos, el beso fue delicado y excitante, hacía que una descarga eléctrica recorriera todo mi cuerpo queriendo todavía más. Jos me tomó de la cintura y me pego a él, me sentó en sus piernas quien sabe cómo y lamió mis labios recorriendo con su lengua la carnosa piel de éstos.
Me separé un poco tomé su rostro entre mis manos, pegué mi nariz contra la suya e intenté respirar regularmente, aunque con solo sentir los músculos de sus piernas me hacía tener problemas para respirar. Lo miré a los ojos, a esos miel y profundos ojos y besé de nuevo sus labios.
- ¿Entonces?
Lo pensé unos segundos. Quería a Libardo, lo había deseado desde que entró a dar clases, me gustó desde el momento en que me vio con sus preciosos ojos verdes y me gustó desde la primera vez que lo hicimos. Pero este hombre era necio, no sé daría por vencido aunque le dijera que no, aunque le dijera todo lo que le dijera, y en otra parte Jos también me gusta, me fascina su cuerpo, sus labios, sus músculos, sus tatuajes y sus ojos, me gusta la forma en que me hace sentir cuando me lleva a la cama.
- Está bien. Lo intentaremos un tiempo.
Sonrió de oreja a oreja y me apretó contra su cuerpo. Acarició mi trasero con una de sus manos y susurró en mi oído.
- Te daré una clase más gratis.
- Me has dado tres clases gratis, Jean.
Rodeé si cuello con mis brazos y me aleje un poco de su rostro.
- Desde tu primera vez, siento que cobrarte me haría parecer un prostituto, y eso no me agrada para nada.
Hizo un mohín con sus labios y yo le sonreí
- Entonces no me cobres y en cambio te daré sorpresas cada "clase".
- Bueno, esa es una muy buena oferta, señorita Rojas.
- Fue un placer hacer negocios con usted señor Leyon
Me levanté de sus piernas y me di vuelta para irme. Me tomó de la mano aún sentado y me jalo delicadamente.
- Hey, ¿A dónde vas? - preguntó con gesto confundido.
- Tengo novio y quede de verlo en treinta minutos.
Rodeé los ojos y le sonreí. Me soltó de su agarre y caminé. Escuché cómo se levantó y casi me sigue.
- ¿Te veo a las nueve en tu casa? - exclamó
- Está bien profesor.
Sonreí de oreja a oreja

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