Capitulo 20

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Entre a la cafetería. Cómo siempre, gran parte de la gente que estaba ahí estaba acompañada, si no era por un amigo, por su novio o novia y si no solo, disfrutando de un buen libro o simplemente tomando un delicioso café. Me removí en el sillón mientras el líquido caliente pasaba por mi tráquea y calentaba mi estómago, dándome un sensación de alivio
-Darían, ¿quieres un panque?
-No gracias, estoy bien.
-¿Quieres ir a tu casa? No te veo muy cómoda aquí - arrugo el entrecejo y acaricio mis nudillos.
-Siento como si fuera a darme un refriado, eso es todo - mentí
-Ven, vamos a casa.
Extendió su mano para que la tomara y me fuera con él. Lo hice, mi piel chocó contra la suya causándome satisfacción. Libardo me quería y yo también lo quería. Caminamos hacia la salida mientras Libardo en su celular marcaba un número.
-Hola Marshall. No, quedamos que el proyecto sería de mi materia- empezó a decir.
Me abrió la puerta de la cafetería para que saliera al aire fresco. Mis mejillas y mi nariz casi se congelaba. Caminamos hasta el estacionamiento tomados de las manos hasta que estuvimos justo al frente del auto de Libardo.
Abrió la puerta del copiloto para que pudiera entrar. Me metí en el auto mientras él terminaba de hablar con quien estuviera hablando. Me acomodé en el asiento de la manera más cómoda posible. Saqué mi celular del bolsillo de mis jeans, mire la pantalla de éste y admiré el fondo de pantalla: la foto de mis padres en el baile de navidad. Solté un suspiro y cerré un momento los ojos. Libardo seguía en su plática del trabajo mientras yo deslizaba de un lado a otro mi dedo por encima de mi pantalla.
"Nena, muero por verte. ¿Te parece mañana?.. Víctor"
-¿Qué mierda? - gruñí. Marqué el numero de Laila.
-Hola bonita ¿Qué hay?
-Solo te daré una primicia: Víctor quiere coger conmigo.
-¡¿Qué?! - gritó.- ¡No puede ser!
-Te lo juro. Acaba de mandarme un mensaje a mi celular y dice que quiere verme... ah, casi lo olvido... ¿Recuerdas a Libardo?-le pregunté.
-Tú profesor de literatura, sí
-Somos novios.
Colgué antes de que empezara a darme sus discursos de que las niñas de 22 años no podemos tener un novio tan grande, digo, no creo que te haga tanto daño andar con alguien unos 3 o 4 años mayor que tú. Ahora ya todo es normal aunque para otras personas es cosa del Diablo. ¡Demonios! Si mi madres supiera que mantengo una relación con mi profesor de literatura que con obviedad es unos años más grande que yo y que lo engaño con alguien de la misma edad, empresario y sólo teniendo puro sexo, bueno, me hubiera mandado al loquero a rastras.
-Perdóname, preciosa. El último semestre es el mas tedioso pero que bueno que estamos de vacaciones hasta febrero.
-No te preocupes mi amor suele suceder - le sonreí y besé su mejilla. Tomó mi rostro entre sus manos y besó mis labios con deseo.
Mientras disfrutaba de su beso empecé a recordarme a mi misma mi próximo encuentro con Jean. Empecé a idear mi escapada. Tosí un poco y me aleje de su rostro pidiéndole perdón. No le importo así que opte por "estornudar" en su cara.
-Salud - dijo divertido.
-¡Ay, cómo lo siento! - me llevé mis manos al rostro escondiéndolo entre ellas.
Puso su mano en mi frente e hizo una mueca.
-Creo que va a darte fiebre.
-No, por supuesto que...
-Te llevaré a casa. Descansa un poco, creo que los cambios climáticos no son buenos para ti- se ajustó el cinturón y arrancó el auto.
Llegamos a mi casa y lo invité a pasar. Al principio se negó pero luego accedió solo unos minutos.
-No puedo creer que en vacaciones trabajes - exclamé con voz cansada.
-Bueno, un profesor nunca descansa.
Cada vez que decía la palabra ¡Profesor" Jean se vaga por mi mente. Esos ojos color café y sus pestañan largas se cruzaban por mi mente una y otra vez. Tenía una cierta adicción a sexo que me daba Jean; rudo y delicioso.
-Bueno, los estudiantes tampoco. Deberías ver las ojeras que me cargo cuando los profesores no tienen piedad - me quejé. Hice pucheros y le sonreí tiernamente.
-Bueno, pero ustedes prefieren irse de fiesta a hacer tarea. ¿Quién tiene la culpa?
-¡Obviamente ustedes tienen la culpa!
Comenzó a reírse y me besó de una manera realmente preciosa. Casi lloro, pensar que de alguna manera lo quería a él y mi corazón solo le pertenecía a él, pero mi cuerpo y mi parte más íntima deseaban a Jean, solo lo deseaba a él. Respondía al contacto con Jean y no había intentado experimentado que respondiera con otra persona que no fuera él.
-Preciosa, tengo que irme. Por favor descansa ¿sí?
-Está bien.
-Bueno, me voy mi amor. Tengo un pendiente con la directora.
Hice un puchero y me cubrí el rostro con la sábana roja que cubría mi cuerpo. Escuché la risa de Libardo. Acercó su rostro al mío y plató un beso en mis labios.
-Libardo, quiero decirte algo.
-Sí. dime chiquita.
Sentí un nudo en mi estómago, de esos nudos que te hacen tener nauseas y querer correr y gritar todo el tiempo. Trague saliva y miré sus hermosos ojos.
-Quiero que a pesar de todo lo que pase en el futuro recuerde que te quiero y que lo hice desde el principio, que tal vez soy muy pequeña para entender el amor y lo que eso conlleva, pero a pesar de eso, se que te quiero y que te voy a querer toda la vida.
Una lágrima se escapó de mis ojos, ¿Qué estaba haciendo?¨No puedo estar enamorada de los 2. No puedo, no es posible.
-También te quiero chiquita han sido los mejores 3 días de mi vida te quiero Darían.

Me quedé dos horas, sola en mi habitación, esperando a Jean, esperando su cuerpo contra el mío, sus embestidas y sus caricias. Mi cuerpo aspiraba deseo, excitación y lujuria, Un puño de deseos; deseo, pasión, alegría y excitación. Incontrolables, simplemente.
El timbre rompió con el silencio en la casa, esa tempestad alteró los latidos de mi corazón, haciéndolo ir rápido y fuerte.
-Jean - susurré para mi
Baje las escaleras y me encare con la parte de mi que anhelaba abrir la puerta y apretar sus labios contra los míos, bajar su bragueta y lamer su miembro, quitarle la camisa y besar su torso, posicionarme sobre el y que me metiera rápido y duro a su amiguito.
-Hola- dijo cuando abrí la puerta. Me recorrió con la mirada y sonrió.
-No hagas eso - supliqué.
-¿Qué? - sonreí divertido.
Reí y pegué mis labios contra los suyos, consumiendo el calor de nuestras bocas, uniendo nuestra lenguas y acariciando su sedoso cabello. Bajo sus manos a mis senos para pellizcarlos. Me separé de sus cuerpo y sentí como su mano viajó hasta mi intimidad por encima de mis bragas.
-Oh Jean! - gemí.
-Así me gusta - gruñó.
-Van a vernos
- No te preocupes, son las nueve. En los suburbios nadie sale a esa hora preciosa.
Me levantó entre sus brazos y me sacó de la casa. Me metió en la pate trasera de su auto recostando mi espalda en los asientos de piel. Lamió mis labios, mi cuello y mi buso. La yema de su dedo índice recorrió la tela del pequeño vestido de seda que llevaba puesto para empezar a subirlo y relevar mi piel completamente erizada.
¡¿Hay alguien ahí!?- Gritó una voz tremendamente familiar.
¡Carajo! Papá

Sex instructor || Jean y Darian|| hot Donde viven las historias. Descúbrelo ahora