Capitulo 41

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Entré a todas y cada una de las clases, puse atención en todas, pero hubo una en particular que me daba pavor: literatura. Aún no era lo suficientemente valiente para enfrentarme a la mirada de Libardo , a ver sus ojos café con ese toque de decepción. Lo único que pude hacer fue irme a los campos de futbol y verme en la necesidad de jugar en mi celular. Estaba pasando el nivel cinco de Candy Crush, cuando un mensaje interrumpió toda mi concentración.
"Éste es mi nuevo teléfono. Llámame cuando lo necesites, estoy las 24 horas siempre para ti. Te quiero. Jean"
Una sonrisa se dibujó en todo mi rostro. Abrí el mensaje y lo respondí.
"Te quiero también"
Supuse que me lo contestaría, pero en lugar de eso, me llamó. Contesté y empezamos a hablar.
– ¿Estás ocupada? – preguntó en un susurro.
– No. Acabo de saltarme la clase de química – mentí. No quería que se diera cuenta que me daba algo de pena mostrarme a Libardo después de nuestra relación.
– ¿Tienes alguna otra clase después? –preguntó.
– Ciencias sociales, pero pensaba saltármela ya que en su clase nunca hacemos nada – admití.
– ¿Quieres salir a comer conmigo? Tengo dos horas de descanso y después tengo una reunión.
– Me encantaría – dije con tono coqueto.
– ¿Te veo en la entrada?
- Mejor en mi casa... Iré a cambiarme – le sonreí al teléfono y empecé a tomar mis cosas para largarme de la escuela.
– Ahí te veo, dulzura. Te quiero.
– También te quiero.
......
Después de una hora más o menos, Jean había pasado por mí en su flamante Audi. Llevaba un traje gris que le quedaba realmente impresionante. Yo, en cambio, llevaba un vestido casi diminuto, a penas y me cubría el muslo, pero fue lo único que pude encontrar en todo mi armario.
Cuando llegamos al restaurante, Jean me tomó de la mano y no dejó de plantar besos en mi frente y en mis labios. Cada que podía me tomaba del rostro y me daba un largo y delicado beso, que, aunque no fuera cien por ciento tímido, lo era para mí.
– Por favor, pasen – dijo el mesero que nos iba a llevar a nuestra mesa.
Jean había pedido mesa en un lugar muy privado, donde nadie nos viera ni nos escuchara, y lo complacieron. Nos sentaron en un cuarto aparte de donde estaban todos. Solo íbamos a ser Jean , el mesero y yo. Y eso, supongo que Jean pediría toda la comida y pediría que el mesero no regresara más. Me senté en la silla de terciopelo rojo y esperé a que Jean también se sentara enfrente de mí.
- ¿Desean algo de tomar? – dijo el mesero.
– Una botella del mejor vino tinto que tenga – ordenó Jean sin quitarme la mirada de encima.
– Enseguida.
El mesero se retiró y quedamos solos un rato.
– No había podido decírtelo, pero con ese vestido se te ve un culazo espectacular –dijo Jean tan bajito que a penas y pude alcanzar a escuchar.
Le sonreí y pateé su pierna.
– Auch.
Solté una risita.
El mesero trajo la botella de vino y dos copas de cristal para servir el líquido rojizo dentro de ellas. Jean tomó la suya y probó un poco antes de que me sirvieran a mí.

– ¿Quieres probarlo? – dijo mientras me ofrecía su copa y saboreaba el vino dentro de su boca.
Le dediqué una sonrisa y le arrebaté la copa para llevármela a la boca. El líquido rojo se vertió por todo mi esófago y llegó a mi estómago. Su sabor era dulce y seco, sabía tan deliciosamente bien que dolía.
– Delicioso – susurré. Jean lamió sus labios y asintió con la cabeza.
El mesero sirvió vino en mi copa y después en la de Jean .
– ¿Qué desean de comer? – preguntó el mesero refiriéndose más que nada a Jean .
– Comeremos un Puccini de Salmón junto con un pescado blanco a las brasas, por favor.
– ¿Desea que sea al centro, señor?
– Por favor.
El mesero asintió con la cabeza y se retiró.
– ¿Puedes decirme por qué cambiaste tu número? – me acerqué a Jean sobre la mesa y enarqué la ceja mostrando interés.
- ¿Por qué no?
Alcé mi ceja y lo amenacé con la mirada.
– Ven aquí – dijo mientras que con su mano le daba palmaditas a su muslo para que me sentara ahí.
Me levanté de mi silla y me dirigí a su posición. Me senté en su pierna y lo abracé por el cuello mientras que él me agarraba de las piernas para no caerme.
– ¿Sabías que mi cuerpo ya no reacciona a otro cuerpo que no sea el tuyo? – admitió.
– ¿Hablas enserio?
– Muy enserio. Antes de que fuéramos novios, mantenía relaciones con otras mujeres. Mi amigo respondía muy bien, pero ahora no lo hace, siento ese sentimiento horrible de culpa, porque me gustas, me gustas mucho Darian .
Cuando escuché eso salir de los labios de Jean sentí que el mundo ahora tenía sentido, que ahora valía la pena saltarme las clases para verlo, para estar aunque fuese unas horas con él. Lo valían de verdad.
– Te quiero – escondí mi rostro en su cuello y olí su perfume.
– También te quiero.
Me alejó de su cuello y me puso frente a él, me tomó del mentón y me besó tan delicadamente que un cosquilleo recorrió todo mi estómago. El beso continuó. Mis labios pellizcaban los suyos de una manera realmente exquisita, su boca se abría ante la mía y su lengua deseaba entrar poco a poco en mi boca para juguetear con nuestras dentaduras. Lamí su labio inferior y sentí como su mano fue bajando lentamente hasta el hueco que había entre mis piernas. Levantó un poco el vestido y buscó desesperadamente mis bragas.
- Hey, estamos en un lugar público –susurré en su oído.
– ¿Y eso qué tiene?
– ¿Quieres hacerlo aquí?
– Contigo lo hago donde sea, Evie
Después de haber comido el platillo principal, Jean pidió un postre realmente delicioso. Lo comimos entre risas y miradas coquetas que nos contestábamos cada que podíamos. Cuando comíamos el postre, Jean le pidió al camarero que nadie pasara a donde nosotros estábamos en lo que terminábamos el postre y él mismo lo llamaría para pagar la cuenta. El mesero aceptó y simplemente nos dejó a solas.
- Ven aquí - dijo mientras se levantaba de la silla y me ofrecía su mano.
Me levanté y acomodé el vestido mientras me acercaba a él y tomaba su mano.

- ¿A dónde vamos? - le pregunté cuando noté que nos estábamos acercando a un cuarto.
- Estuve preparando esto hace mucho, pensaba decirte que te quería de esta manera, pero te me adelantaste - hizo un puchero y besó mis labios.
- ¿Yo me adelanté? Tú fuiste quien decidió confesarse, amor.
- Admitámoslo, no podías sacarme de tu mente - guiñó un ojo. Solté su mano y crucé mis brazos en mi pecho con gesto de indignación. - Ven, vamos, no te enojes, ya verás lo que tengo preparado - dijo mientras me daba un cariñito en el mentón y me tomaba de la cintura.
- ¿Vas a secuestrarme, Leon ? - empecé a actuar.
- Sí. Quiero robarte y hacerte cosas que jamás se han inventado.
- ¿Cómo qué? - mientras íbamos avanzando, Jean se alejaba un poco de mí.
- ¿No te imaginas ni un poco?
Cerré los ojos y sentí como el peso del cuerpo de Jean me hizo quedar de espaldas pegada a una superficie plana y dura. Abrí los ojos y el brazo de Jean estaba recargado sobre de mí en la pared, impidiendo que me alejara de él.
- Te daré pistas: te quiero hacer mía en este restaurante una vez más.
Mi corazón se puso a latir a mil por hora mientras sentía que mis piernas flaqueaban y temblaban. Tomé una bocanada de aire e intenté que no se notara mi nerviosismo.
- ¿No te enojas si te digo algo?
- ¿Qué? - dijo algo desconcertado.
- Mañana empieza mi regla y no quiero sorpresas. Me gustaría que usaras condón solo por hoy - le pedí.
- ¿Crees que eso me enoja? - preguntó algo ofendido. - Acepto que me gusta hacerlo contigo y sin condón, es una sensación nueva y realmente satisfactoria al final, pero también entiendo que quieras cuidarte; tengo 25 años.
- Perdón - bajé la mirada.
- No, no te disculpes, ahora eres mi niña y no puedes pedir disculpas cada que sientas que hiciste algo mal.
Asentí con la cabeza. Le sonreí y me acerqué a él para besar sus labios nuevamente. Su beso junto con sus caricias me hizo caer rápidamente en el juego que acababa de arrancar. Tomó mi pelo en su mano y me besó el cuello bajando a través de mi escote y haciendo que sintiera como mi feminidad se iba mojando poco a poco.
Solté un gemido y dejé que Jean hiciera lo que tenía que hacer.
- ¿Crees que tu madre me odie si te llevo muy lejos de aquí? - preguntó aún con los labios pegados a mi cuello.
- Tengo dieciocho. No necesito pedirle permiso a mi madre de nada.
Besé su cuello y vi cómo se estremeció discretamente.
- Entonces adelántate si quieres al auto. Yo me quedo a pagar. Te llevaré tan lejos como pueda. Quiero hacer algo diferente contigo -le dio un toquecito a mi mentón para luego hacer que mi cabeza subiera un poco y besarme suavemente los labios.
- Te espero en el auto - dije mientras me acercaba a la mesa donde habíamos comido y tomaba mi bolso.
Salí de la zona reservada para Jean y para mí y me enfrenté a una enorme multitud. Miré el reloj de mi celular. Marcaba las 5 de la tarde a penas. Me quedé perpleja. Bajé las escaleras del restaurante para llegar al piso principal. Mientras caminaba, tropecé con el pie de alguien. Me di la vuelta para pedir disculpas.
- Oh, cómo lo lamento.
- Ah, no te preocupes, fue mi cul... -interrumpió la oración al mismo tiempo que yo abrí los ojos como platos y me quedé mirándolo sorprendida.
- ¿Darian ?
- Naim , ¿cierto? - adiviné. - No sabes cómo lamento que cada que nos encontremos tenga que ser por culpa de mi torpeza.
- Ah, qué va, la verdad es que agradezco ser golpeado siempre por una mujer tan guapa cómo tú - guiñó un ojo. Sentí como el color subía por mis mejillas.
- ¿Qué haces aquí? - le pregunté amable.
- Junta de trabajo - hizo una mueca. -¡Cuidado! - exclamó.
Su mano viajó a mi cintura y me jaló hacia él evitando que una charola llena de comida me cayera encima.
- Gracias - le agradecí alejándome de su incómodo agarre. Era incómodo porque me había causado un cosquilleo en el estómago.
- No hay de qué - bajó la mirada a su traje acomodando lo que estuviera fuera de lugar. - Tengo que irme, ojalá y otro día podamos convivir sin necesidad de golpes - rió. - Nos vemos luego - dijo alejándose.
Me despedí de Naim y salí disparada al parking para pedir el Audi plata de Jean .
El carro flamante había llamado la atención de muchos cuando lo habían traído al lugar de entrega.
Un chico me dio las llaves y me abrió la puerta del conductor para que entrara. Lo hice y manejé hacia adelante para después acomodarme en un espacio vacío enfrente de un callejón. A lo lejos pude ver a Jean saludando a varias personas (la mayoría mujeres) pero señalando su auto a lo lejos. Tal vez les haya dicho que su novia lo estaba esperando.
- ¿Manejas tú o manejo yo? - me sorprendió.
- Mejor maneja tú.
- Déjame pasar, nena.
Me bajé del lugar del piloto y el cuerpo de Jean me acorraló. Me sonrió pícaramente y me dio un beso suave y breve antes de que me acompañara al otro lado del auto para abrirme la puerta y que subiera al asiento del copiloto.
- Por favor - dijo abriendo la puerta.
Hice una reverencia y me metí al auto. Seguido de eso, Jean hizo lo mismo.
- ¿A dónde me llevarás? - le pregunté curiosa.
- Ya verás.

Sex instructor || Jean y Darian|| hot Donde viven las historias. Descúbrelo ahora