Capitulo 61

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El último día en el puerto fue el más difícil, el más largo, el más reconfortante, aunque igual, el más triste. Como siempre, empezamos con una ducha juntos, donde reíamos pero también nos besábamos y nos mirábamos fascinados.
- Espero que tus padres estén de acuerdo en que pases algún tiempo conmigo, ya sabes, en las vacaciones puedo mostrarte algunos lugares que me parecen fascinantes. - dijo mientras nos salíamos de la ducha y nos enredábamos en las toallas de algodón blancas que nos dejaban las chicas que limpiaban la cabaña.
Asentí con dolor. Hice un gesto de disgusto y me salí del baño para tomar la última muda de ropa y metérmela por los pies y por la cabeza.
- ¿Pasa algo, preciosa? - preguntó la voz de Jean detrás de mí.
- No. - dije casi inmediatamente. - Es que no puedo creer que la semana se haya pasado tan rápido. Quiero más de esto.
- Lo tendrás. - dijo mientras se pegaba a mi cuerpo por la parte de atrás y su mano se entrelazaba con la mía en esa posición.
Subió su mano libre y me tomó del mentón para después acariciarlo con sus labios. Bajó por mi cuello para después darme la vuelta con su mano y acariciarme el vientre desde la orilla de mis bragas hasta la parte alta de mi abdomen. Me acarició las caderas y después sobó mi espalda baja para dejar una de sus manos en mi trasero. Gocé tanto como pude.
- El desayuno puede esperar, si así lo quieres. - susurró con tono seductor.
- Aún estoy en mi periodo. - mentí.
Jean se separó de mí y me miró de arriba abajo, admirando la casi desnudez que presenciaba ante sus ojos.
- Señorita Rojas, debería ser un pecado que ande con prendas tan provocativas. -canturreó en ese tono majestuoso, casi parecido al de un hombre de color. - Si pudiera, te lo haría aquí mismo.
Mordí mi labio y lo acerqué a mí por medio de su nuca. Lo besé con deseo sin detenerme en ningún momento. Jean mordió mi labio y sentí como su respiración iba en aumento. Me empezó a encaminar lentamente hacía un sillón que estaba justo detrás de él. Jean se sentó en el sin dejar de besarme e hizo que me sentara encima de sus piernas a horcajadas.
Sentí su preciosa longitud chocar contra mi feminidad y su cuerpo deseado por más. Empecé a moverme sensualmente encima de él sin parar de besarlo hasta que sus manos llegaron a mis senos y empezó a sobarlos bruscamente encima de mi sostén. Se sentía tan bien que no quería que se detuviera. Él siguió sobando mis senos y besándome. Bajó su boca hasta mi cuello y empezó a besarlo y succionarlo de una manera descomunal. Tomé una bocanada de aire y comencé a gemir levemente.
- Desnúdate. - ordenó la voz rasposa y acelerada de Jean .
- No puedo. - dije pegada a su boca.
- darían ...
- No puedo. - repetí algo enojada.
- ¿Pero por qué no? - exclamó Jean algo enfadado.
- Te dije que estoy en mi periodo.
- ¿Qué tiene eso de importante?
- Jean , no seas ridículo. - dije mientras me levantaba de sus piernas y me alejaba unos metros lejos de él.
Sentí sus pasos venir a mí mientras le daba la espalda.
- Me has dejado caliente toda la semana, Evie.
- Entonces contrólate, ¿quieres? - puse los ojos en blanco y me encaminé al ropero.
Junté una blusita de tirantes con un escote algo atrevido y unos jeans ajustados al igual que una jersey color azul. - Joder, darían . - exclamó.
Escuché como bufó y se encaminó al baño para después cerrar la puerta de un fuerte golpe seguido de sonidos de cosas rotas. Caminé duro hacía la puerta y comencé a golpearla con tanta fuerza que sentía que la rompería.
- ¡Jean Carlo León , calma tu calentura y deja de hacer berrinches de niño pequeño! -mi mano se resbaló y chocó contra la cerradura de la puerta que tenía un pequeño desliz en la parte superior. - ¡Mierda! -exclamé con dolor.
Me miré la mano y tenía una abertura de la cual corría sangre. Corrí a la cocina y lavé la herida con agua y con jabón. Chillé por lo bajo y escuché como Jean pronunciaba mi nombre suavemente.
- ¿Qué demonios te pasó? - dijo acercándose a mi posición.
- Rompiste la puta cerradura y me cortó la desgraciada. - dije con desprecio.
- Ten cuidado, darían .
Jean me sacó la mano del agua y con una franela apretó la herida evitando que me desangrara.
- Quédate aquí, ¿quieres? Voy por la caja de primeros auxilios.
Se alejó rápidamente y después de un minuto llegó con la caja en sus manos. Sacó una botella de tono marrón y vertió el líquido transparente en toda mi mano. Alcanzó el alcohol con agilidad para soltar un poco sobre la herida y después vendarme con sumo cuidado.
- ¿Eres doctor acaso? - le pregunté burlona.
- Ríete, pero si no fuese por mí estarías desangrándote.
- No seas dramático, Jean . Solo fue un rasguño.
- Di lo que quieras. Al menos sé que el curso de verano en el hospital no fue mala idea.
Sonreí divertida para luego plantar un beso en su mejilla y sonreír como niña pequeña ante su reacción. Me miró divertido y se abalanzó contra mi cuerpo para besar hambriento mi boca. Hizo a un lado los primeros auxilios y se acostó sobre mí en el suelo de la cocina. Su mano pasó por encima de mi blusa acariciando mis senos nuevamente en perfecta sintonía.
- Tengo hambre. - dije sobre sus labios riendo.
- Me matas, darían . - gruñó.
Jean se levantó con cuidado para después tomarme de la mano y levantarme de un jalón y sostenerme entre sus brazos en un movimiento rápido y ágil. Quedé inmovilizada por sus músculos y atrapada entre sus brazos. Lo miré por el rabillo del ojo para después comenzar a reír inocentemente y esconder mi rostro en su cuello causándole un ataque de risa al instante.
- ¡Tienes cosquillas! - exclamé riendo.
Jeau siguió riéndose hasta que pudo deshacerse de mis cosquillas gracias a su altura.
- Tiendo a no tener cosquillas, pero contigo todo es nuevo para mí. - musitó suavemente.
- Siempre hay una primera vez, señor Leon .
Caminé como niña pequeña hasta la salida y bajé las escaleras tan deprisa que casi me caigo. Por suerte Jean me detuvo por el brazo. Me tomó de la mano, bajamos las escaleras y caminamos hasta el restaurante en el que nos había citado su familia junto a sus amigos. Íbamos platicando acerca de lo que haríamos en vacaciones si mis padres le daban permiso de raptarme por al menos dos semanas completas y sin itinerarios. Reímos varias veces y juntamos nuestros labios en un romántico beso más de una vez.
Llegamos al restaurante y Bonnie nos estaba esperando junto a la puerta de la entrada. Como siempre, vestía un vestido tan tierno y lindo como ella. El vestido era totalmente blanco con un conjunto de flores bordadas por todo el escote y la marca de la cintura. Su cabeza llevaba un sombrero a juego con su vestido y sus zapatillas eran realmente altas. Me sentí intimidada cuando me di cuenta que no me había vestido adecuadamente.
- ¡Al fin! Supongo que hay una buena excusa para hacerme esperar. - canturreó con su linda voz.
Jean y yo nos miramos divertidos y reímos al unísono.
- Te sorprendería lo mucho que ha esperado parada ahí. - dijo Jonathan que salía por las espaldas de Bonnie para guiñarme el ojo.
- He decidido tomar ese comentario como un cumplido y no como una ofensa, Jonathan. -dijo Bonnie con ese tono de voz tan propio de una dama. - Bueno, antes de que ambos entren... Jean , por favor, no le niegues la oportunidad de hablar contigo, ¿quieres? - dijo ella juntando su mano a la de Jean con tono más serio.
- ¿De qué hablas, Bonnie? - preguntó jean confundido.
- Solo, promételo, ¿quieres? - titubeó Bonnie.
- Te lo prometo.
Bonnie se hizo de lado y dejó que Jean y yo entráramos al restaurante. Jonathan nos dirigió hasta la mesa que se encontraba ya llena por Yenny, y los amigos de Jean , pero había un hombre al cual yo no tenía conocimiento de quien era. El hombre se levantó de su silla y miró a Jean como si fuese un fantasma. Jean se tensó y apretó mi mano tan duro que casi me tiro al suelo, por fortuna, no lo hice.
- ¿Qué demonios hace mi padre aquí, Bonnie? - refunfuñó entre dientes.

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