Capitulo 58

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Jean se fue con todos a pasar el día en una zona donde podías meterte a nadar con los peces. Yo me quedé en la cabaña comiendo un poco de coco y viendo la televisión mientras estaba acostada en la cama.
Cuando estaba a punto de tomar una siesta, recibí una llamada de marian.
– ¿Sí? – atendí el teléfono.
– ¿darian? – dijo su voz chillona.
– Ajá.
– ¿Cómo estás, bonita? – me preguntó más animada.
– Bien, al parecer el bebé está contento porque no he dejado de vomitar en todo el día.
– Pero una mujer no vomita por eso cuando está embarazada, darían . - rió a través del teléfono.
– ¿Entonces? – pregunté rodeando los ojos.
– Es porque dentro de tu cuerpo están habiendo cambios y tu cuerpo está acostumbrándose a esos cambios, pero tienes que tener cuidado porque aún no sabemos si tu cuerpo lo va a rechazar o se va a acostumbrar, por eso tienes que cuidarte mucho, darían – me advirtió.
– Supongo que por el momento estoy bien. Estoy intentando comer lo mejor posible y no tragarme la bolsa de frituras que acabo de ver arriba del refrigerador
– Si quieres cómetelas, solo revisa que aún sirvan y no estén en mal estado.
– Pareces mi madre, marian. – le dije.
– Lo seré hasta que ese bebé nazca y tú estés fuera de riesgos – bufó.
– Te amo amiga.
– También te amo. Joel quiere hablar contigo.
Se escuchó como le pasó el teléfono y en menos de cinco segundos la voz de Joel invadió la bocina.
– Hola, guapa – me saludó con su acento norteño.
– ¿Qué tal, Joel? – lo imité.
– ¿Cómo va todo? ¿Terminaste diciéndole todo a jean o se enteró?
– Ja, ninguna de las dos – dije con tono sarcástico.
– Bueno – suspiró. – Mi hermano ya me dijo el costo de la renta del departamento; no tienes por qué preocuparte, es realmente barato. Sasha te mandó unas fotos, si no te gusta podemos buscar otras opciones.
– ¿Enserio? Joel, muchas gracias – exclamé tan contenta que casi me caigo de la cama.
– No hay de qué – contestó amable. – Bueno, te paso a marian, al parecer está igual de contenta que tú pequeña. Cuídate y no tengas tanta acción, al bebé le hace daño, ¿está bien?
– Sí, tranquilo.
Joel le pasó el teléfono a marian y lo primero que hizo fue gritar de emoción.
– darían , el departamento te va a encantar, tiene un cuarto enorme con la mejor vista de todas. Te mandé las fotos a tu celular, pero sé que te va a encantar – dijo emocionada.
– Sé que me encantará – sonreí estúpidamente.
– Bueno, te dejo, la familia de Joel no quiere conocer a una chica adicta al teléfono, ¿verdad?
– ¿Conocerás a la familia de Joel? – le pregunté sorprendida.
– Sí, ¿no es emocionante? – dijo sarcástica.
– ¡Súper emocionante! – la imité.
– Tengo que irme, te amo.
– También te amo. Beso – me despedí.  Colgué el teléfono y lo puse en la mesita de noche que estaba a un lado de la cama. Acomodé la cama de una manera en la cual solo una cobija me tapaba hasta las piernas y las almohadas rodeaban mi cuerpo impidiendo que cambiara de posición. Cerré los ojos y caí rápidamente en la inconsciencia.
Cuando desperté, el manto estelar de la noche comenzaba a asomarse por la puerta transparente que daba al mar. Era precioso. Me levanté de la cama y caminé hasta el porche, donde estaban situados un par de sillas y una mesita. Me senté en una de las sillas y puse mis piernas de una manera que nada de mi cuerpo tocaba el piso, estaba completamente hecha bola, hasta que recordé al pequeño ser humano que tenía dentro de mí. Fue exactamente el momento en el que estire mis piernas frente a mí y admiré la noche estrellada que se hacía presente en ese momento.
Puse mis manos en mi vientre, ahí donde se resumía la vida de mi hijo. Acaricié mi estómago en forma circular.
– Hola – comencé a hablar. – Sé que apenas tienes un mes y medio y que posiblemente no me escuches ni me sientas, ni siquiera has de tener la forma de un bebé, pero yo puedo sentirte, puedo decir con certeza que serás el bebé más hermoso que pueda existir, ¿sabes por qué? – hice una pausa inmediata para pensar en las palabras correctas. – Porque tu padre y yo te hicimos con mucho amor, tal vez no suene espectacularmente bien, pero sé que él me ama, y yo lo amo, y en el momento en que todos nuestros sentidos se volvieron uno, lo hicimos con amor –suspiré. – Cuando crezcas entenderás las razones por las cuales hice lo que estoy haciendo. Te amo.
Una lágrima cobró vida en mi lagrimal y se abrió paso por mi mejilla dejando un rastro de agua salada. La limpié de golpe y me levanté de la silla para recargarme en el balconcito y mirar el mar golpeando la arena. Éste momento era perfecto.
Cerré mis ojos y respiré el aire cálido que entraba por mis fosas nasales hasta llenar mis pulmones con una exquisita sensación de paz y armonía. Me sentía tan bien en ese momento, tan bien hablando mentalmente con ese pequeño pedacito de mí que en 8 meses vería con mis propios ojos, al cual podría rodear con mis brazos todo el día.
– Te ves tan hermosa – dijo su voz dulce en mi oído. – Podría tenerte así para toda la eternidad y nunca cansarme de verte.
Sus labios se pegaron a mi hombro desnudo para después con su mano retirar el cabello que invadía mi cuello y acercarse para depositar un beso en éste y con su aliento provocar ese cosquilleo cálido en mi cuerpo que solo él podía causar en mí.
– ¿Te la pasaste bien? – le pregunté interesada mientras me daba vuelta para quedar frente a él.
– No tan bien – dijo sin ganas. – me hiciste falta tú.
Llevé mis manos a su rostro y besé sus labios que tanto anhelaba. Jean me apretó por la espalda haciendo que nuestros cuerpos se pegaran totalmente.
– ¿Tú como la pasaste, mi amor? – me preguntó mientras uno de sus dedos delineaba mi mentón y mis labios.
– El descanso nos sienta bien a todos, mi amor.
– ¿Te he dicho lo mucho que me encantas? –hizo un gruñido al final que prendió todos los focos de mis sentidos alertando a mi punto débil de la manera más excitante.
Negué con la cabeza.
– Me encantas para ser mi única mujer –soltó.
Me quedé sorprendida ante eso, y lo único que pude hacer fue abalanzarme contra él hasta quedar sobre su cuerpo a horcajadas, rodeando su cintura con mis piernas mientras que sus manos me sujetaban por el trasero y sus labios escondían los míos en perfecta sintonía.
– Te deseo, darían .
El beso empezó a tornarse fogoso y encendido de pasión. Me daba miedo volver a tener relaciones mientras cargaba con la vida de un pequeño dentro de mí.
– No puedo, Jean .
– No te preocupes, hay otras maneras de hacerte ceder – dijo mientras me depositaba en el suelo y su mano irrumpía en mis bragas.
El dedo medio de Jean empezó a abrirse paso dentro de mí de una manera tan suave y lenta que sentía que en ese momento me vendría. Su dedo se movía lentamente al igual que su lengua en mi cuello. Su mano libre sobó una de mis nalgas, la apretaba y volvía a sobar mientras su cuerpo se aferraba al mío. Apreté mis párpados y jadee bruscamente cuando sentí que su dedo aumentaba el ritmo dentro de mí.
- ¿Te gusta? - preguntó respirando deprisa.
- Dios mío, Jean ... Agh - grité.
- Solo tenías que decir sí, nena - murmuró pegado a mi cuello.
Su dedo salió de mí para lamerlo y después encaminarme a la cama. Me alzó entre sus brazos y me soltó gentilmente sobre la cama, se puso sobre mí y comenzó a besar cada parte de mi cuello. Una de sus manos bajó hasta mi vientre para luego subir mi camisón poco a poco, deslizándolo por mis muslos hasta llegar a mi abdomen desnudo y sacármelo por completo del cuerpo.
- Tu cuerpo es espectacular, preciosa -jadeó sobre mi rostro.
Su mano tibia sobó mis senos por sobre el sujetador y se abrió paso por mi espalda para irrumpir en el broche de éste y dejarme solo con mis bragas. Lamió mis senos y los pellizcó haciéndome sentir una descarga eléctrica en todo mi cuerpo.
Bajó por la línea que se formaba desde el centro de mis senos hasta el comienzo de mi ombligo haciendo que sus labios recorrieran el camino que lo llevaría a mi parte débil.
Cuando llegó a mi parte íntima jugueteó con la tela de mis pantis haciéndome vibrar. Su dedo índice recorría cada esquina de la tela color blanco que cubría mi sexo.
- Abre las piernas, corazón - me ordenó.
Hice lo que me pidió.
- Extiende tus brazos por encima de tu cabeza y disfrútame - volvió a ordenarme.
- Jean - reí.
- ¿Recuerdas las clases que te di, preciosa? -me preguntó.
Sonreí al recordarlo.
- Espero que no hayan sido en vano -comentó burlón.
Sus brazos fornidos abrazaron mis muslos pasándolos por sus hombros. Bajó mis pantis con sus dientes hasta dejarme desprotegida. Su aliento chocó contra mi sexo y eso me hizo retorcerme. Sentí algo húmedo recorrer mi punto débil; su lengua. Abrió su boca y siguió saboreándome con lentitud y sutileza, sin descuidar que todo fuera un arte. Con uno de sus dedos se abrió paso por mi feminidad haciéndome gritar mientras su lengua se inundaba dentro de mí.
- Ahhhh - gemí fuerte.
- Eres deliciosa.
Siguió recorriéndome con su lengua y haciéndome sentir un calor inmenso por todo el cuerpo. No pude contenerme y apreté las sábanas entre mis manos mientras arqueaba mi espalda y me entregaba por completo a él. Me vine en su boca y él no paró hasta hacerme temblar.
Separó su rostro de mi intimidad y con un dedo la acarició para después regresar a mi rostro y besarme apasionadamente.
- ¿Te ha gustado? - me preguntó abrazándome por la cintura.
- Me ha encantado - reí.
Rio junto conmigo y besó mis labios nuevamente. Aferré mi mano en su pecho y empecé a desabotonar su camisa.
- ¿Qué haces? - rio sobre mis labios.
- Estoy portándome mal, señor Velez - dije con tono seductor.
- Quieres que te castigue, ¿no es así?
- Shht - reí mientras volvía a besar sus labios y me ponía sobre su cuerpo. - No queremos que el director se dé cuenta de mi falta a clases.
Cuando al fin terminé de quitarle la camisa me dirigí a su miembro para sobarlo y acariciarlo sobre sus jeans.
- Si haces bien tu tarea, no tiene por qué enterarse.
Posó su mano en mi mentón para subir mi rostro al suyo y besarme rápidamente. Bajé hasta su cierre y dejé que la bestia saliera de su encierro. La admiré con sorpresa mientras ponía su dura masculinidad entre mis manos y hacía movimientos lentos y magníficos.
- Estás matándome...ahhhh - jadeó.
Echó su cabeza para atrás cuando mi boca cubrió su erección por completo y mi lengua hacía el trabajo de hacerlo subir a la novena nube. Saqué su longitud de mi boca para sobarla y estimularla hasta causarle un gran orgasmo que conllevó a tener mis manos llena de su líquido.
- Lo hiciste muy bien - me felicitó aun intentando recuperar su ritmo cardiaco normal. - ¿Has estado practicando, darían ? -me preguntó.
Le guiñé un ojo y subí hasta su rostro para reírnos al unísono.
Mientras reíamos, un golpe en la boca de mi estómago me hizo dar un brinco fuera de la cama y correr al baño para depositar mi vómito dentro de la taza de porcelana y volver con la rutina de mojar mi rostro con agua helada. El reflejo de Jean en el espejo me sorprendió tocándome el vientre.
- ¿Estás bien? - preguntó mientras se acercaba a mí.
- Tal vez fueron las frituras que me comí en la tarde. No revisé la fecha de vencimiento -reí. Y no mentía, no creo que fueran los síntomas nuevamente.
- Te amo - rio mientras besaba mi espalda aún desnuda.
Sonreí y supliqué que no se diera cuenta que estaba esperando un hijo suyo.

Sex instructor || Jean y Darian|| hot Donde viven las historias. Descúbrelo ahora