Capítulo 8.

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Aunque mis horas de sueño eran pocas igual había trabajado toda la noche buscando las demandas en contra de la familia Koch, tener mejores medios y conocidos hacían más fáciles las cosas porque a primera hora de esta mañana era el titular de todo el mundo sobre el rescate de más de doscientos mujeres en burdeles clandestinos en manos de Salvador Koch, el jodido viejo que ponía entre las cuerdas a la testaruda para sacarle a los niños. Con un prontuario como el que había salido a la luz era imposible que la justicia le otorgue la tutela a ese hombre además averigüé que parece que su hijo no está tan muerto como dicen, lo tiene bien escondido y debo poner a mis hombres a rastrear a ese desgraciado que jodió también la vida de muchas mujeres. Ahora me acordaba de la historia de Danna Poissón, ella era la que Dieter Koch tenía secuestrada cuando fuimos al rescate de Madison, en ese momento estaba embarazada de su hija porque lo que estuve averiguando el niño no es de ella sino que de su ex y de la amante de él. Todo un drama, pero del cual la sacaría para que siga siendo feliz con sus hijos.

Hablando de hijos, estaba a solos minutos de la llegada del mío, estaba nervioso y a la vez muy preocupado, debo reconocer que soy un padre extremadamente protector porque Ignati es mi punto débil, se que si me quieren hacer algo malo vendrán por él primero, por eso lo cuido tanto. Las veces que hemos salido del país era a mi lado, estaba vez es diferente porque se subía a un avión solo para viajar miles de millas para llegar a este país que es muy desconocido para él. Helena me decía que no debía preocuparme, que ellos le mostraron otra forma de vivir y que lo dejé ser un niño normal durante su corta estadía en Chicago, veremos qué sale de eso.

— Está aterrizando — me informa mi chófer como si no hubiera visto, estoy atento de todo.

Me bajo de la camioneta para apoyarme sobre la puerta mientras me pongo los lentes de sol para observar mejor como el Jet privado termina de aterrizar delante de mis ojos. Un suspiro de alivio sale de mis labios cuando las compuertas se abren y puedo ver a mi hijo en la puerta saludando con felicidad.

No había nada que me haga tan feliz que mi hijo.

— ¡Oтец! (Padre) — exclama cuando nos fundimos en un gran abrazo.

— Мой дорогой сын (Mi querido hijo) — murmuro dejando un beso en su frente.

Ignati es el único que puede ver este lado mío.

— El tío Gav dijo que  acondicionó una sala de la mansión como un laboratorio para que pueda trabajar mientras estoy en Chicago — me cuenta eufórico.

— Sí, lo hizo, pero la idea es que estés de vacaciones y eso implica que nada de experimentos — acoto mientras lo hago que suba en la camioneta.

— Señorito Ignati — lo saluda Iván.

— Iván, el pesado — contesta mi hijo rodando sus ojos.

— Un placer verlo de nuevo — agrega el guardaespaldas divertido.

Iván y Sergey son las sombras de mi hijo en Rusia, acá también lo serán sobre todo porque no me olvido que estamos en guerra con 'Ndrangheta, no podía dejar ese problema de lado, un descuido de nuestro lado solo nos dejaba en desventaja.

— ¿Iremos a lo del tío Dima? — me pregunta entusiasmo.

— Si, ellos te están esperando para el brunch — le cuento mientras le hago señas al chófer.

Mientras vamos de camino a lo de Dmitri y Helena, mi hijo no para de contarme todo lo que hizo estás semanas, la cantidad de experimentos y sobre todo que esa nueva combinación de un suero de la verdad era muy efectiva porque ya la habían usado en unos idiotas que quisieron pasarse de vivos. Cómo no estar orgulloso si mi pequeño es un jodido genio.

Redimirse (2° SAP) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora