Capítulo 26.

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Podía demostrar una gran sonrisa en mi rostro, Dieter se había enterado por una buena fuente quién era y a dónde pertenecía. Esa cabeza de estupidez podría pensar que soy un simple peón, la mafia es grande y hay demasiada gente desempeñando diferentes funciones, pero al solo preguntar o sus hombres averiguar sobre mí se habrá enterado quien soy y de poder que manejo. Gavriel podía ser el Rey, pero teníamos en mismo nivel de poder para desatar el caos.
Esta guerra es personal, no voy a detenerme hasta que tengo a Koch en una de las salas de tortura, Ignati tenía un bacteria come carne que con solo apoyar una fibra en el cuerpo de una persona empezaba a destrozar lo primero que encontraba, escuchar los gritos de mis enemigos cuando ven lo que está sucediendo es muy satisfactorio, pero no solo eso le haré a ese bastardo porque está cabeza retorcida que manejo tiene demasiadas ideas porque nadie se mete con mi familia, mucho menos con mis hijos.

— ¿Entonces? — pregunta mi hermano.

Estábamos en el despacho de la gran mansión que poseo en San Petersburgo, habíamos dejado que Alexia se encargue de todo, mientras me ponía al corriente del todo con mi hermano.

— Iré a Moscú a hablar con él — suspiro dando un sorbo a mi vaso de vodka. — La psicóloga me aconsejo que se lo diga lo más rápido posible, Danna tiene seis meses de embarazo y por ende debo darle tiempo a Ignati a procesar que tendrá dos hermanas en menos de tres meses, porque es un posible que las bebés nazcan antes de lo provisto — agrego cansado.

— Sabemos como puede reaccionar — acota Gavriel suspirando.

— Sí, después de todo es mi hijo — comento viendo cómo abren la puerta del despacho y vemos como Lucía se asoma.

— ¿Puedo entrar? — nos pregunta.

— Puedes — contesta Gavriel sonriendo.

— ¿Por qué estás aquí? — le consulto mientras ella mira todo el lugar con atención.

— Tu dijiste que está es como nuestra casa, así que estoy conociendo todo — contesta encogiendo sus hombros.

— ¿Y te gusta esta nueva casa? — inquiere mi hermano.

— Sí, es mucho más grande a la que tenía — hace silencio. — pero le faltan juguetes — agrega pensativa.

— Dime qué quieres, el tío Gavriel mandara a comprarte — acota.

Lo miro de la peor forma, no debía consentir a ninguno de estos niños, ya bastante tenía con los extravagantes regalos que le hacía a Ignati, sin contar las veces que mandan a restaurar su laboratorio cuando mi hijo lo hace explotar por los aires.

— ¿Puedo decirte tío? — le consulta con una gran sonrisa.

— Sí, Lucía. Así como tú tío debes decirme que juguetes quieres y lo mandaremos a comprar — declara divertido.

— Eres mi primer tío, solo tenía a mi tía Maddie — nos cuenta y luego se acerca abrazar a mi hermano.

Ruedo los ojos esta niña es muy confiada, porque en sí somos desconocidos y no tendría que confiar en nosotros, que tenga una relación por así decirlo con su madre no nos hace amigos.

— ¡Antonily! — grita mi hermano. Su jefe de seguridad entra al despacho acompañado de Hunter que nos mira con cierto recelo y desconfianza.

— ¿Si, señor? — le consulta.

— Hunter, el tío Gavriel nos va a comprar juguetes — exclama su hermana eufórica.

— ¿Tío Gavriel? — inquiere el niño fruncido el ceño.

— ¿Qué quieres que compremos? — pregunta mi hermano

— No necesito nada — contesta desconfiado.

Redimirse (2° SAP) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora