Capítulo 3.

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Danna.

Mi vida siempre se basó en tomar malas decisiones, enamorarme de un hombre equivocado, porque escuchar sus falsas promesas de amor eterno fueron lo que me llevaron a hacer demasiadas cosas malas. Dieter apareció en mi vida cuando solo tenía veintiun años, era una tonta jóven que estudiaba en la universidad trabajo social y usó su belleza para encandilarme, solo quería un amor, esos que se ven en los libros y en las películas, solo que no todo es color de rosa, nunca terminas de conocer a la persona que está a tu lado, confíe en él hasta que me ví embarazada, secuestrada y torturada por dos personas que no estaban en sus sanos juicios.
Seis meses estuve secuestrada, mi compañía era un pequeño bebé y el que creía en mi vientre, fueron días muy difíciles hasta que Madison llegó con nosotros, la había juzgado tanto y resultó ser ella la que nos salvará, la única que confío en mí, su familia me dió la ayuda necesaria para sobrevivir no solo con mi hija sino con Hunter, el hijo de mis secuestradores. Todos me dijeron que estaba loca por cuidar del niño, pero ni él ni Lucía tienen la culpa de los errores que tuvimos los adultos.

— Mamá, ¿viste mi sudadera blanca? — la voz de Hunter me hace salir de mis pensamientos mientras preparo el desayuno.

— Toma, cariño — digo al tirar la remera que él mismos había dejado sobre el sillón anoche.

— Gracias mamá — responde al ponérsela.

— ¡Mamá, no puedo! — chilla Lucía entrando en la cocina mostrando el desastre de su pelo.

— Siéntate que ahora arreglo el desastre — aseguro apagando la cocina.

Mientras le sirvo el desayuno a cada uno, me pongo a trenzar el pelo de mi hija mientras termino de revisar la tarea de Hunter, no es nada fácil ser mamá soltera de dos niños que se llevan nueve meses de diferencia, sin olvidar que debo dividir mis horas con mis hijos con el trabajo de asistente social que tengo en la fundación Meitzner y en el orfanato de Chicago.

— Mamá necesito plumones nuevos — me recuerda Lucía mientras salimos del pequeño departamento donde vivimos.

— ¡Mi mochila! — exclama mi hijo al darse cuenta que se iba a la escuela sin su mochila.

— Hunter — murmuro negando mi cabeza.

— Mamá los plumones — repite mi hija.

— Lo sé, Lucía. Cuando salga de trabajar te los compro — aseguro mirando la hora en mi teléfono y ya sabiendo que llegaríamos tarde.

Cómo todas nuestra mañana, siempre terminamos corriendo a la hora de entrar a sus clases y yo llegando tarde a mi trabajo, menos mal que Maddie es bastante permisiva y me entiende.

— Cuidado — exclama una voz masculina cuando sin querer choco con él y mi teléfono vuela por el aire haciendo que caiga al piso.

— ¡Mierda! — exclamo al agacharme y levantar mi teléfono viendo que la pantalla se hizo trizas.

— Debería prestar más atención cuando camina — habla la misma voz haciendo que empiece a levantarme para encontrarme con el hombre ruso que me había devuelto a mi hija cuando quiso escaparse.

Hace unos días Lucía me había dado un gran susto, como no pude comprarle una muñeca, se enojó conmigo y decidió huir en el auto de este extraño hombre que vino a la fundación a dejar una contribución solidaria. Cuando me di cuenta que ella no estaba casi me da un infarto, el primo de mi jefa que es policía justo estaba en ese momento, fueron los minutos más largos hasta que el desconocido con acento ruso volvió para devolverme a mi imprudente hija.

— Lo siento, señor Sokolov — me disculpo avergonzada.

— ¿La conozco? — inquiere frunciendo su ceño.

Redimirse (2° SAP) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora