Capítulo 22 - Siempre vuelve

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POV's Luciano

Despierto sintiendo el cuerpo tibio de Mikaela sobre mi pecho, sonrío y la aprieto más a mí, me encanta sentirme rodeado de su piel suave y envuelto en su aroma.

Aún no amanece, sin embargo, me siento tan descansado como si hubiera estado durmiendo en esta cama toda una década. Dormir junto a Mikaela, sentir su sutil respiración a mi lado surte un efecto tranquilizador en mi alma. Ella es encantadora y en la intimidad combina de una manera sublime la ternura y la pasión que hace que mi ser quedé rendido a ella, solo esperando la reacción instintiva de nuestros cuerpos.

Sé que nos debemos una conversación que determine en qué punto nos encontramos, pero si por mí fuera detendría el mundo en este momento, sintiéndola tan cercana. 

Sofoco una carcajada al recordar el día en que vino su hermano a la casa, estábamos prodigándonos mimos y caricias, luego de haber llegado a algo más que eso en mi habitación, nos encontrábamos alborotados por no decir excitados, ella tenía las mejillas sonrojadas y los labios hinchados y solo vestía mi camisa en compañía de unas deliciosas bragas de seda, yo lo sabía sin embargo dejé que ella sola soportara la preocupación de su hermano que la creía paciente de fiebre, sin saber que se debía a la calentura que ambos cargábamos encima.

Cuando acabó de arreglar las cosas con Enrique y logró hacerle entender que se encontraba bien, vino en mi busca para retarme por hacerle pasar vergüenza delante de su hermano, se acercó a mi y se lanzó a hacerme cosquillas, una cosa llevo a la otra terminamos quedándonos en este cuarto todo lo que restaba del domingo y las 24 horas de ayer saliendo solo a buscar alimento a la cocina.

Ese día acordamos que antes de finalizar este viaje tendríamos "la charla".

A penas son las 7 de la mañana y el maldito timbre de la entrada no deja de sonar, Mikaela se remueve, creo que despertará, sin embargo solo me da la espalda y sigue durmiendo. Tocan nuevamente, debo ir a ver quién es, di un par de días a las personas que trabajan aquí en la casa y recién llegarán por la tarde, por lo cual no hay nadie que atienda.

Suavemente saco el brazo de debajo de la cabeza de mi pelirroja y me levanto de la cama, poniendo cuidado en no despertarla. Me coloco el pantalón de pijama que estaba tirado a los pies de la cama y una camiseta, para luego bajar descalzo a ver quién es el inoportuno.

Frente a la puerta y a punto de volver a tocar encuentro a una atractiva chica, personal de la oficina de correos, ella me mira de arriba a abajo haciendo que me sienta desnudo mientras sus mejillas enrojecen. La observo fijamente esperando que diga qué hace aquí frente a mi puerta. Carraspea, se acomoda sus anteojos para finalmente encontrar su voz y hablar.

—Bien, mmm… ¿usted es el señor Mancini?

—Si, buenos días, en qué puedo ayudarla —respondo seriamente.

—Buenos días, tengo que entregarle este sobre, es certificado por eso no puedo dejarlo en el buzón y debo dárselo directamente en sus manos —dice tendiéndome una tablet para depositar mi firma y luego darme el sobre.

Con mucha curiosidad lo recibo para luego despedirme y cerrar la puerta. Está completamente sellado, no tiene ninguna pista de qué es lo que trae dentro, solo tiene como remitente el nombre de un estudio de abogados. Voy hacia mi despacho por un abrecartas para luego disponerme a ver en qué me adentro.

No puedo creer lo que veo, otra vez empieza con esto, hace un año desde la última vez que le respondí con otra carta pidiéndole que nos veamos, pero no recibí respuesta, vuelvo a leer el documento y noto que tiene las mismas condiciones y peticiones de siempre solo que ha cambiado de estudio. Ni siquiera tiene la valentía y dignidad de dar la cara y decirme qué le motivó a hacerme todo eso. Guardo todo el contenido del sobre en uno de los cajones del escritorio, ya luego contestaré, hoy no, nada me arruinará la felicidad y tranquilidad que me da siempre Mikaela.

Voy nuevamente a mi habitación, debo recuperar la paz perdida, y solo una persona es capaz de devolverla. Llegó a su lado y ella sigue dormida, acaricio sus cabellos, sus delicadas mejillas, su espalda, para finalmente acercarme a darle un suave beso en sus labios. Quisiera despertarla con nuevos besos, hacerla nuevamente mía bajo la luz de un nuevo día, pero prefiero dejarla descansar, hemos tenido dos días muy intensos y ella aún debe recuperarse del ligero malestar con el que llegó.

Bajo a la cocina para prepararle un desayuno digno de una reina. Tomo frutas diversas, las pico y les añado un poco de miel, estoy a punto de tomar huevos para hacerlos revueltos pero recuerdo que Mikaela últimamente le ha tomado resentimiento a estos, así que los evito. Preparo tostadas, le unto mantequilla a uno y al otro le agrego mermelada. Hago un poco de café, coloco dos tazas y un vaso con yogurt. Está todo listo, me volteo para llevárselo a la cama, cuando la veo aparecer con actitud pensativa mirando al piso. Dejo todo y voy a su encuentro.

Cuando estoy frente a ella, le tomo las manos sorprendiéndola, da un respingo y alza su rostro mostrándome esos hermosos ojos verdes que me vuelven loco pero que ahora lucen desconcertados y hasta un poco tristes diría yo. Enfoca en mi y sin esperarlo me abraza fuertemente como si necesitara fundirse con mi ser. Correspondo su abrazo mientras nos desplazo a un sofá de la sala de estar y la acurruco en mi regazo. No dice nada, yo tampoco lo hago solo le ofrezco consuelo y espero a que hable conmigo.

Así nos quedamos por alrededor de media hora, su respiración y sus latidos están más tranquilos que hace un rato, la sigo arrullando por unos minutos más hasta que ella se separa de mí. Se queda mirándome fijamente llena de ternura y confianza, se acerca y deposita un beso en mis labios, beso que yo devuelvo y me da la potestad de intensificar. Nos separamos con las respiraciones agitadas intentando regularlas. 

—Gracias, necesitaba ese abrazo —dice sin dejar de mirarme.

—No tienes que darlas, siempre estaré para ti, cuando me necesites, yo debería también agradecerte por confiar en mi en tus momentos más vulnerables —le digo acariciándole las mejillas—. Te sientes preparada para contarme qué sucede —pregunto.

—Aún no estoy lista para hacerlo, apenas lo estoy asimilando, pero cuando lo este prometo hacerlo, cariño —me responde con dulzura.

—Comprendo, he preparado el desayuno, vamos —digo levantándome junto a ella.

Nos sentamos frente a frente y empezamos a comer en silencio, intercambiando significativas miradas que transmiten más que las palabras. Por momentos se encierra en su mundo y muero por preguntarle qué la tiene así que sucedió entre ayer en la noche y ahora para que se encuentre así, pero debo comprenderla, ella sola me lo dirá, yo solo debo apoyarla, aconsejarla y estar con ella.



Hola muchacho es, nuevamente nos encontramos. Reiterarles mis disculpas por la tardanza y agradecimientos por seguir ahí. Espero les haya gustado este capítulo desde la perspectiva de nuestro Luciano. En los próximos días les traigo otro cap.
Muchas gracias, nos leemos, Valquiria Ayala.

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⏰ Última actualización: Jan 07, 2021 ⏰

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