Capitulo 3 - Borrando su paso

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Como lo predije, las lágrimas no cesaron durante el fin de semana, cada cosa que veía en la casa me recordaba a él, me recordaba a nosotros, a lo que habíamos vivido. La mancha de pintura que tenía la cortina de la sala, del día que decidimos pintar la casa y al final terminó en una guerra de pintura y muchos besos. Abría la refri, encontraba el yogurt que él odiaba pero a mi me encantaba. En la alacena, su cereal favorito. Ya no podía ni entrar a la cocina a buscar helado porque todo ese lugar me recordaba a él.

Había decidido tomar ese finde solo para mi y mi dolor, llámenme masoquista, pero sólo eso quería. En fin hoy es domingo y me encuentro con el mismo pijama horrible que me coloque el viernes al regresar del peor almuerzo de mi vida, creo que ahora cada vez que escuche la palabra “almuerzo” o sus derivados me acordaré del día que mi matrimonio se acabó. Por Dios, soy un desastre, tengo 28 años y ya soy una mujer en trámites de divorcio o mejor dicho casi divorciada, espero no llegar a completar la frase de “divorciada amargada” .

En estos días de reflexión me lo he preguntado casi un millón de veces, por qué me tuve que casar tan joven, pero siempre llegó a la misma respuesta, estaba enamorada me guste o no admitirlo ahora. Al menos puedo decir que para mi fue lindo mientras duró, espero él también pueda decir lo mismo. Ambos nos casamos muy enamorados, es incomprensible como luego de 4 años de casados y 2 años previos de novios puede reducirse a esto, a una mujer que llora por cada esquina de su casa acordándose de su difunto marido, perdón, ex marido.

Me paro del sillón de mimbre, que solo alimenta mi dolor debido a los momento que conserva, decidida a darme un baño y arrojar a un hoyo a esta horrorosa persona que ha poseído mi cuerpo durante estos días. Soy joven, hermosa, con una prometedora carrera fotográfica; no estoy como para ir por la calle dando pena. Así que pasado superado y como hace mucho tiempo no decía ¡a seguir besando sapos!

Me doy una ducha de más de una hora y se siente como si me hubiera sacado diez años de encima. Voy a mi armario para buscar que ponerme, me decido por unos jeans de estreno y una blusa gris con un pronunciado y provocativo escote en la espalda. Hoy quiero verme y sentirme bonita, me lo merezco.

Después de casi dos días echo de menos mi celular, por lo cual voy y lo tomo de mi bolso. Trato de encenderlo pero se encuentra sin batería. Conecto el celular y se prende emitiendo luces que ciegan mi vista de vampiro. No han pasado ni tres minutos cuando ya siento que empieza a vibrar con mensajes y llamadas que no he contestado.

Tengo 10 mensajes de Paula, en los cuales me reclama el no haber asistido a la reunión que teníamos y me ruega que conteste las llamadas, 5 mensajes de Enrique y Octavio, mis hermanos mayores, pidiéndome que les conteste. Y finalmente 53 llamadas entre los tres más un par de Jorge. Las llamadas de este último solo pueden ser por dos razones, o porque mis hermanos lo han llamado preguntando por qué no respondo, o porque quiere coordinar una cita con nuestros abogados.

Contestó primero los mensajes de mi amiga, le pido disculpas por no haber ido ayer y le digo que mañana le explicaré por qué no contesté las llamadas. Ahora lidiar con mis hermanos, abro sus mensajes y me sorprende lo que leo.

Enrique:

Mikaela, contesta el maldito teléfono.

Contesta, estoy preocupado.

Ya me enteré, estoy yendo para allá espérame, llego mañana a las 3pm a tu casa. No entiendo porque no me dijiste, soy tu hermano. Siempre te apoyaré, pase lo que pase.

Mikaela:

No te enojes, te espero.

Octavio:

Enana, por qué no respondes.

Ya me contó Enrique, estamos yendo para tu casa, espéranos, mataremos al cabrón. Te quiero.

Whisky + Vodka = FamiliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora