POV's Luciano
—Nena, escucha, ten mucho cuidado, sabes del peligro... bueno, mantente cerca de Bruce. Él está para cuidarte... llámame cuando regreses a casa... todo esto es por tu bien... Está bien, te veo el sábado en el aniversario de papá y mamá... ja, ja, ja ok. Saludos. Te quiero —corta la llamada y se acerca a mí con una expresión pensativa en su rostro.
—¿Todo bien?—pregunto y él niega con la cabeza lentamente— Qué sucede con tu novia, Oct, que ahora anda con guardaespaldas.
—Es mi hermana, hablaba con ella, el imbécil de su ex está siendo amenazado, y como solo hace poco que se distanciaron aún los siguen vinculando —dice con enojo, supongo recordando al tipo.
—Bueno, pero me imagino que ella sabe porque la están cuidando tanto, ¿no? No creo que sea tan inconsciente de no darse cuenta del peligro y dejar botado a su guardaespaldas —digo entregándole una cerveza.
—Sí, a medias, pero la sabe.
—¡Mierda, Octavio, como quieres que se esté con cuidado si no sabe del peligro real que la acecha! —esta situación me hace recordar el tiempo en el que con mi familia estuvimos separados de mi hermana pequeña por la culpa de unos clientes insatisfechos de mi padre. Todo inició con amenazas y luego todo se tornó más violento. Empezaron a dejar fotografías de la familia realizando actividades diarias, en la puerta del colegio de mi hermana siempre había una camioneta negra esperando un descuido. Yo en ese momento estaba en primer año de carrera, por lo que no pude estar con ellos desde el inicio.
Resulta que lograron secuestrarla no por el descuido de los contratados para su seguridad, sino porque al parecer se había infiltrado uno de sus cómplices en la escuela a la que asistía Liana.
Fueron tan solo un par de días, pero los daños psicológicos que le dejaron duraron mucho tiempo. Por unos largos seis meses no quiso siquiera salir de casa. Tenía solo 14 años, una edad en que las chicas salen con sus amigas, pero pese a que le insistimos no conseguimos que pusiera un pie fuera de casa. Solo con la ayuda de un psicólogo que la atendió desde nuestro hogar, pudo superar su fobia. Gracias a Dios no duró mucho tiempo su recuperación pues según su especialista, habían casos en los que llevaba años la superación de ese problema, e incluso algunos no lo lograban olvidar completamente generando otros trastornos obsesivos. En fin, no llegó a mayores y ahora es una chica alegre que disfruta de su libertad.
—Joder, se que ella jamás se expondría al peligro, pero es mi hermanita, no me puede pedir que no me preocupe —se desahoga, sacándome con sus palabras de mis pensamientos.
—Octavio, ella al no saber qué tan grave es todo, piensa que solo es paranoia de ustedes —trato de calmarlo y por el camino motivarlo para que le diga todo a su hermana. Lo segundo quizás lo logre. Pero lo primero sé que por más que lo intente no lo lograré hasta que suelte todo lo que lo agobia. Siempre ha sido así. Debe descargar toda inquietud y rabia, para luego pensar con claridad y tranquilidad.
—Lo peor es que nuestros padres ni siquiera lo saben, se pondrían como locos y eso es lo que menos queremos, aparte se acerca su aniversario por sus cuarenta años de matrimonio y no queremos arruinarlo. Y para sumarle a todo, Paula está que me presiona con que le debo contar todo a mi hermana para que ella pueda saber a qué atenerse... —esperen, quién es Paula, ya me perdí— Y por si fuera poco a la clínica entrará un nuevo cirujano que competirá conmigo para ser jefe de área. Mi cabeza ya no da para más —termina agitado, se tumba en el sofá y cierra los ojos.
—Bien, ¿terminaste? —asintió con la cabeza pegada al respaldar del sillón— en primer lugar, cálmate, nada logras desesperándote, hermano. En segundo lugar, creo que deberías contarle a tu hermana cómo son las cosas, con ese tema resuelto ya no tendrás que preocuparte tanto por lo que pueda suceder pues ella sabrá tomar sus precauciones.
—Pero es mi hermanita, en estos meses ha pasado por mucho, no quiero ponerle más peso sobre sus hombros. Ni tampoco despreocuparme de ella.
—No te desentenderías de ella, solo compartirán la carga y además ella estaría más alerta. Tu hermana ya está grande, es una mujer inteligente, estoy seguro que soportará todo eso.
—En eso sí tienes razón, Luc. Más tarde iré a la casa de Quique, tenemos que acordar cómo decírselo —dice mientras se para y se dirige a la puerta— no podemos lanzárselo así como así.
—Me da gusto escuchar eso —digo mientras le doy un abrazo de despedida—. Pronto me debes contar sobre esa Paula —me hace un gesto de incomodidad—, me la debes, yo te conté sobre mi pelirroja —cierro la puerta, y ahora que la he mencionado ya no puedo dejar de pensar en ella.
Es increíble, han pasado más de dos semanas desde que la vi en el estacionamiento y aún sigue rondando mis pensamientos durante el día y mis sueños durante la noche.
No han pasado ni dos minutos desde que cerré la puerta, cuando tocan el timbre incesantemente. No me sorprende que sea nuevamente Octavio.
—¡Joder! Lo estaba olvidando —grita ni bien atiendo—, no vine solo para desahogarme. Enrique me mandó a que te dijera que te esperaba hoy a las 4 de la tarde en la agencia publicitaria, mañana no podría pues es la cita médica de su esposa, y gracias a su contacto en el lugar consiguió una reunión express.
—Octavio, sabes que para eso falta como —miro el reloj que está en mi muñeca— menos de una hora. ¡Demonios Oct, no te costaba nada decirlo ni bien llegaste!
—¡Sorpresa! —lo miro con cara de pocos amigos— Bien, lo siento. No fue mi intención, solo pasó. Ahora sí me voy porque a mí se me hace tarde para ir a la clínica y a ti para encontrarte con Quique —termina para luego irse rápidamente.
Lo que me faltaba llegar tarde a la reunión con el que le hará la campaña publicitaria a mi nuevo vino.
Acabo de llegar, todo es un revuelo en este lugar, hay gente corriendo de un lado a otro, personas transportando luces y trípodes, otros lanzando indicaciones a través de sus celulares. Mucha gente pero ni rastros de mi amigo. Empiezo a impacientarme, miro la hora nuevamente en mi reloj, ya debería haber llegado.
Saco mi móvil para llamarlo, levantó la vista esperando que coja la llamada, cuando veo frente a mi a mi pelirroja. Está concentrada viendo algo en su cámara, ni me ha visto, se voltea a dar un par de indicaciones a unos modelos de una marca de energizantes.
Aprovecho la distracción para acercarme, apenas estoy a un par de pasos de ella cuando se gira y me observa como si hubiera visto un fantasma. Veo que pierde el equilibrio, por lo cual la sostengo del brazo. Recupera la compostura para inmediatamente soltarse de mi agarre, haciéndome sentir que pierdo algo importante.
Me mira a los ojos con una indiferencia con destellos de furia, no entiendo su malestar. Así no me miraba mi pelirroja.
—Mik... —voy a decir su nombre, pero me corta.
—Señor, en qué puedo ayudarlo —me dice, dónde quedó la forma en que aún recuerdo que me llamaba, dónde quedó el Luc.
Hola, hola, estoy avergonzada, chicos, un billón de disculpas, sé que a muchos les dije publicaría hace mucho pero todo se me hizo muy complicado, no saben lo difícil que fue para mí escribir este cap, literalmente tenía muchas dudas sobre cómo quedaría. Pero en fin, me he armado de valentía y aquí está, el capítulo 14. Espero que les guste y como siempre un gusto y ansío sus comentarios y votitos.
Nos vemos, Valquiria Ayala.
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Whisky + Vodka = Familia
ChickLit¡Negativo! Eso es lo que recibe en cada prueba que se realiza. Mikaela es una fotógrafa publicitaria que lleva dos años intentando con su esposo tener un bebé. Tratamiento tras tratamiento siempre es el mismo resultado, ha intentado todos y cada un...