TREINTA Y DOS

121 5 2
                                    

La función de invierno estaba a punto de comenzar. Me miré al espejo del aula que estábamos usando como camerino. El vestido que me había regalado mi primo estaba en perfecto estado. Me había subido en unos enormes tacones de color negro, que hacía juego con el lazo del vestido. Desafié a mi reflejo con la mirada, mentalizandome interiormente de que todo iba a salir bien. Mis ojos marrones, ahora rodeados por una intensa linea de color negro parecían temblar de miedo. Y es que, en realidad, estaba aterrada. Necesitaba que todo saliese bien.

Mi guitarra descansaba sobre una de las mesas, perfectamente afinada. La observé con cariño, recordando todo lo que había vivido con ella. Alguien me llamó desde la puerta y, al girar la cabeza, los tirabuzones que caían desordenados sobre mi pelo y que Fedrah se había esmerando tanto en hacer, flotaron en el aire por culpa del movimiento. Brad estaba apoyado en el marco de la puerta, vestido entero de negro. Su camisa se abría hasta la mitad de su pecho, dejando al descubierto sus colgantes, al igual que sus mangas, remangadas hasta los codos, que mostraban sus infinitas pulseras.

Se pasó la mano por el pelo y después, abrió los brazos, sabiendo que yo correría a refugiarme en ellos.

Con mi cabeza en su pecho, suspiré, más nerviosa aún que antes.

-Yo confío en ti, Al- me susurró, acariciando mi pelo- vas a mostrar lo increíble que eres y todos se quedarán embobados contigo.

Negué con la cabeza, incapaz de decir nada.

-Voy a estar en primera fila. Si te pones nerviosa, mírame, y piensa que es un ensayo solo, como todos los que hemos hecho en tu casa.

Me separé un poco para mirarle a los ojos. Menos mal que él estaba allí. No necesitaba a nadie más en ese momento.

-Te quiero- susurré.

Y era verdad.

-Yo también te quiero, italiana. Y ahora, sal ahí y demuestra lo que vales.

Depositó un beso en mi mejilla y, tras guiñarme un ojo, salió de allí.

Escuché como por los altavoces avisaban de que la siguiente actuación era la mía.

Cogí la guitarra y la colgué de mi hombro. Caminé por el pasillo y, justo antes de entrar al auditorio por la parte del escenario, me encontré con Fedrah, calentando en uno de los corredores.

-¡Ale!- llamó mi atención.

El decano ya estaba presentando mi actuación así que no pude acercarme a ella.

-¡Hazlo como sabes! Vas a ser la mejor- y me guiñó un ojo.

Le sonreí y, en cuanto el publico comenzó a aplaudir, entré al escenario, quedando cegada por los focos casi al instante. No quise mirar al público, pero podía haber unas 1000 personas perfectamente. Suspiré y busqué a Brad con la mirada. Como me había dicho, estaba en primera fila. Levantó un pulgar, para darme ánimos. Pude leer en sus labios un “tu puedes” y, sin pensarlo más, toqué el primer acorde de la canción.

I've heard there was a secret chord

That David played, and it pleased the Lord

But you don't really care for music, do you?

Harry estaba apoyado en una de las paredes, junto a la profesora de baile y al de composición. Los tres me miraban fijamente, sin expresión alguna en su rostro. Debía admitir que Harry sabía disimular si se lo proponía.

Volví a fijarme en Brad y mi corazón se aceleró al verle totalmente centrado en mi, como si en aquella sala solo estuviésemos nosotros dos. Y, en ese momento, decidí que mi canción iba a ser solo para él. Que aunque 1000 personas estuvieran escuchando, cada acorde, cada nota, iba a pertenecerle a él. A nadie más que a él.

Art for three (h.s, b.s)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora