DOCE

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No.

No, no, no. No.

Simplemente, no.

Si la ciudad era lo suficientemente grande como para salir y no cruzarte con nadie conocido, ¿por qué de todos los pubs posibles Harry tenía que estar cantando en este justamente hoy?

Era incapaz de cesar el continuo movimiento de mi pierna derecha. Me bebí la cerveza de un trago e intenté centrar mi atención en Brad.

-Es el profesor Styles- me dijo, como si yo no tuviese ojos en la cara.

-Si, ya veo- le dije, con un suspiro.

-Es bueno.

Me encogí de hombros y me centré en la melodía que estaba cantando. Era una canción que había compuesto él y que se llamaba Don't let me go. La letra era preciosa y el tono de la canción se amoldaba perfectamente a su voz. Me gustaba como sonaba, debía admitirlo.

Sin embargo, el hecho de que no apartase su mirada de mi hacía que me sintiera bastante incomoda. No quería seguir allí.

-Necesito salir a fumar- le dije a Brad, levantándome.

-Te acompaño.

Cogimos nuestras chaquetas y caminamos hacia la salida. La mano de Brad estaba en mi espalda, como guiándome entre la gente que llenaba aquel local. No me molestaba en absoluto, es más, me agradaba su contacto.

Una vez en la puerta, saqué un cigarro y lo encendí. Le di una calada con desesperación y expulsé el humo muy lentamente. Le ofrecí uno a Brad y él lo aceptó con un encogimiento de hombros.

-Me estaba agobiando ahí dentro- confesé- hay demasiada gente.

Demasiado Styles, en realidad.

-Lo se, hace mucho calor, pero al menos tenemos mesa.

Miré el humo que salía de los labios de mi amigo. A veces pensaba en lo bueno que sería poder deshacerte de las preocupaciones solo fumando. Con cada calada, desaparecía un problema, y cada vez que expulsaba el humo por mi boca, descargaba todas las tensiones acumuladas. Al terminar el cigarro, podías empezar una vida nueva.

Brad tenía la mirada perdida entre las nubes que cubrían el cielo esa noche. Mis ojos, sin embargo, no podían apartarse de su angelical rostro. A veces me preguntaba porqué motivo, de entre todas las personas que había en la clase aquel primer día, él decidió acercarse a mi y hablarme. Porqué motivo yo había tenido la oportunidad de formar parte de la vida de alguien tan especial como él, y no cualquier otro estudiante de nuestra carrera. Me preguntaba que era lo que había visto especial en mi. Y quería preguntárselo, cada vez con más ganas. Sin embargo, no fue así. Es noche no le pregunté nada acerca de aquel primer día. Aquella noche, ni si quiera hablamos de nosotros. No tuvimos ningún momento más allá de aquel cigarrillo que habíamos decidido fumar en la puerta de un pub del cual ni si quiera recuerdo el nombre.

-Dentro de poco me toca a mi, quizás debería entrar- musitó, centrando su vista de nuevo en mi.

Sus ojos brillaban de una forma especial. Le sonreí y apagué mi cigarro contra el suelo. Exhalé la última calada y me abracé a mi misma.

-Tengo ganas de escucharte- confesé.

Su sonrisa aumentó de tamaño, al tiempo que reducía, apenas un milímetro, la distancia entre nosotros.

-Sería genial si tu también subieras...-musitó, poniendo sus manos sobre mis hombros.

-No.

-Lo sé, lo sé, la excusa de que debía traer a alguien nuevo no ha funcionado, pero de verdad... les encantarías.

Art for three (h.s, b.s)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora