ESPILOGO

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Tres años después...

Me asomé por la ventana de mi habitación para mirar el patio trasero, que ya comenzaba a llenarse de gente. No mucha en realidad. Habíamos decidido que sería algo tranquilo, familia y amigos cercanos. Nada más.

-Alexia, ¿quieres venir aquí que te termine de arreglar ese maldito peinado?

Me aparté de la ventana y volví a sentarme frente al tocador, donde Fedrah continuó trabajando en mi pelo y mi maquillaje.

-Cuando te pedí que fueras la madrina de mi boda, no entraba en mis planes que te volvieras una autentica dictadora.

Ella sonrió triunfadora.

-Va a ser algo único, ya verás.

-¿Está Brad ya abajo?

Ella se asomó a la ventana y asintió.

-Está todo el mundo ya abajo, esperándote.

Respiré profundamente, demasiado nerviosa como para preocuparme por llegar tarde a mi propia boda. Me puse de pie, alisando el vestido de color blanco que yo misma había había encargado a medida. Era sencillo, como a mi me gustaba. Como iba a ser toda la ceremonia.

El jardín trasero de la casa en la que vivía con Brad desde hacía dos años acababa en la playa. Nos había ido bastante bien durante todos esos años. Después del primer disco, conseguimos una fama inimaginable. Llegamos a actuar incluso en el Madison Square Garden en menos de un año. Llenamos cientos de estadios y acababamos de terminar nuestra tercera gira.

Y en medio de toda esa locura, habíamos decidido tomar un descanso para poder asentar nuestra vida. Seis meses de descanso, que íbamos a invertir en una larga y necesaria luna de miel en una pequeñísima isla del pacífico, que ni si quiera estaba localizada en los mapas.

Nuestra isla. Regalo de bodas que nos habíamos hecho a nosotros mismos.

-¡Alexia!- gritó mi madre, entrando desesperada en la habitación- ¡No se que haces que nos has bajado ya, pero tu futuro marido va a creer que le has dado plantón!

Me coloqué los tacones con lentitud, ignorando su histéria. Parecia ella más nerviosa que yo, al menos exteriormente. En realidad necesitaba estar sola, un rato, para mentalizarme a lo que estaba a punto de ocurrir.

Casi sin ser consciente, me vi con el ramo de flores azul lavanda en las manos y bajando las escaleras principales de la casa empujada por Fedrah y mi madre.

Antes de poder contar hasta diez estaba en la puerta de entrada al patio, donde comenzaba la alfombra también de flores, del mismo color que mi ramo y todos los adornos que decoraban aquel patio verde y lleno de palmeras que se fundía con la arena. De fondo, podía escuchar el relajante sonido del mar, por encima de los murmullos de la gente que estaba allí.

Al abrir la puerta, toda la gente se giró a mirarme. Eso incrementó mi miedo. Necesitaba algo a lo que aferrarme para no salir corriendo, necesitaba mi salvavidas, que me diera el impulso para atravesar ese avismo que me separba de mi futuro perfecto y feliz.

Necesitaba a Brad.

Levanté la cabeza y busqué su mirada, al final del pasillo. Y entonces, todo se tranquilizó. Una sensación de que todo iba a estar bien me invadió por completo. Su sonrisa me dio la fuerza necesaria para seguir caminando.

Al principio de la alfombra me esperaba James. Él iba a llevarme al altar, porque él había sido quien me había cuidado cuando mi padre murió. No había nadie mejor que él para esa función, a pesar de ser también el padrino de la boda.

Me aferré a su brazo y él me besó en la frente antes de comenzar a caminar juntos.

-Todo va a estar bien- me susurró.

Volví a mirar a Brad, sabiendo que tenía razón.

-Más que eso, primo- respondí- va a estar genial.

Sabía que él era la persona que necesitaba tener a mi lado durante el resto de mi vida, así que no podía tener menos dudas en ese momento. Estaba cien por cien segura de lo que hacía, lo sabía al mirarle a los ojos.

Cuando estuve frente al juez que iba a oficiar la ceremonia, Brad agarró mi mano y beso mi mejilla.

-Creí que no llegarías nunca- me susurró, mirando al frente.

-Lo bueno se hace de esperar- bromeé, guiñandole un ojo.

Eso le hizo reir, justo en el momento en el que el juez daba comienzo a la ceremonia.

-¡Vivan los novios!- gritó alguien entre los invitados cuando nos sentamos en la mesa que nos correspondía, con nuestros padres alrededor.

A mi izquierda, mi madre y Fedrah, y a la derecha de Brad, James y los padres del que se había convertido en mi marido.

Hermanos, primos y demás, estaban repartidos por el resto de mesas.

Cenamos con tranquilidad, disfrutando del delicioso menú que nos habían preparado y, cuando llegó el momento de la tarta, me recogí el vestido y tiré de Brad hacia la mesa que habían colocado justo en el centro de todas las mesas.

-Vale, paso de la mierda esa de beber champagne y romper las copas o lo que sea. Cortas un trozo y nos lo comemos- informé.

Él asíntió y me besó de forma suave en los labios.

Cogió el cuchillo con la mano derecha y yo le señalé la zona por la que quería que cortara. Era una tarta de tres chocolates, elegida por mi. La verdad es que me había puesto bastante delicada con todo el tema de elegir cosas en la boda.

En cuanto cortó un trozo, agarró una cuchara de las grandes y me la llevó a la boca.

-Esto sigue siendo muy ñoño- me quejé, riendo.

-Cálla y come- avisó, antes de meterme la cucharada en la boca, manchandome la nariz y parte de la cara en el proceso.

-Ohhhh- exclamé, intentando contener la risa- te vas a enterara ahora.

Cogí un trozo de tarta y se lo restregué por gran parte de su preciosa cara. Luego le di un besito en la nariz y eché a correr, lo más rápido que el vestido largo y los tacones me permitían.

-¡Ya podeis comer tarta!- escuché que decía mi marido (que bien sonaba) a los invitados- yo voy a vengarme de la novia.

Me alcanzó en dos zancadas y rodeó mis caderas con sus brazos.

-¿Te parece bonito, esposa?

Fruncí los labios, conteniendo una carcajada.

-Me pareces más que bonito, marido.

Y me lancé sobre sus labios, saboreando su beso con gusto a chocolate blanco. Le quería demasiado.

Me levantó en el aire y comenzó a dar vueltas sobre si mismo.

Justo en ese momento, comenzó a sonar nuestra canción, la que yo le había cantado en la fiesta de año nuevo, hacía ya tres años.

El DJ nos llamó a la pista para que abrieramos el baile como manda la tradición, pero eso no entraba en ese momento en mis planes. Yo quería bailar esa canción, quería bailarla con Brad, pero quería bailarla allí, apartados de todo, cerca de la orilla del mar.

Quería besarle bajo la luna llena que lucía en el cielo y confesarle mi amor con solo una mirada.

Rodeé su cuello con mis brazos y él bajó los suyos a mi cadera.

-... and every time I look at you is like the first time- me cantó, casi en un susurro- you are the best thing that's ever been mine...

Y su voz se fundió con el mar de fondo, con las cigarras que cantaban y con el ruido de la fiesta.

Su voz se fundió con el mundo, y se fusionó con mi alma, haciendome sentir única sobre la tierra.

THE END

Art for three (h.s, b.s)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora