TREINTA Y CUATRO

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23 de diciembre, dos días para navidad. El despertador me sonó a las 8 de la mañana. Tenía que arreglarme para la reunión, no podía llegar tarde. Brad pasaría a recogerme en una hora, como habíamos quedado, así que me metí a la ducha y comencé a prepararme. Estaba lista para el momento en que él tocó al portero.

-James, me voy- avisé a mi primo, que se encontraba desayunando en la cocina.

-Me llamas en cuanto salgas, ¿vale? Y vamos a celebrarlo.

Sacudí la cabeza y le abracé con fuerza.

-Yo confío en ti, Alexia. Te quiero muchisimo, no lo olvides nunca.

-Yo también te quiero, primito. Nos vemos luego.

Le di un beso en la mejilla y salí de casa, dispuesta a conseguir todo lo que me había propuesto. No ibamos a perder una oportunidad así.

Brad estaba dentro de su coche, aparcado en doble fila. Me subí en el lugar del copiloto y le saludé con un simple 'hola'. Aún estaba molesta con él. Quería que me explicase todo, para poder entender no solo porqué me ocultó un secreto así, sino porqué le pegó al que, ante todo, era su profesor. No era algo normal en Brad. Me dolía su comportamiento, tanto como el de Styles. Estaba cansada de tonterias y peleas absurdas. Sobre todo, por parte de Harry. Él debía haberme dicho lo que había ocurrido. Cuando vino suplicando perdón, debía, ante todo, haberme contado que se había peleado con mi mejor amigo. ¿Acaso no le pareció algo importante? Porque, al menos para mi, lo era. Pero también me cabreaba pensar que Brad se había enfadado tantísimo conmigo por no contarle lo que tenía con Harry, cuando él me había estado ocultando algo igual de grave durante más tiempo. Ambos tenían que pedir perdón.

Pero, en ese momento, debía dejar todo eso apartado en un rincón de mi mente y centrarme en esa reunión que podía cambiar nuestras vidas.

-Está bieb- hablé, mirando a mi amigo mientras él tenía su vista fija en la carretera- sigo cabreada, se que lo sabes, pero ahora da igual. Esto tiene que salir bien, nos podría cambiar la vida, cumpliriamos nuestro sueño. Imaginate que todo el mundo pudiese oir las canciones tan maravillosas que escribes, sería... alucinante.

-Lo se, Al, pero ellos te querían a ti desde un principio. Prometeme que aceptarás cualquier oferta, aunque solo te quieran a ti en solitario.

-¿Qué?- me alarmé- No, no te voy a prometer eso. Si no es contigo, no pienso hacerlo.

-Eres una cabezota- bufó él- prométemelo o doy media vuelta y nos quedamos sin reunión.

Resoplé y me crucé de brazos, malhumorada. No pensaba ceder, me negaba.

-Alexia...- dijo, en un tono que sonaba a regañina más que a nada, como si quisiera avisarme de que pensaba cumplir sus amenazas.

-Vale- me rendí, con un suspiro- lo que tu quieras...

Que remedio me quedaba. Siempre podía improvisar sobre la marcha.

Llegamos a la discografica justo a tiempo. El reloj acababa de marcar las 10 en el momento en el que nosotros nos sentabamos en la sala de espera aguardando a que nos dejasen pasar al despacho del señor Smith.

Menos de diez minutos después, el mismo tipo que se me había acercado en la fiesta, nos dijo que ya podíamos pasar.

Agarré la mano de Brad, como algo instintivo, y los dos entramos en aquella oficina de color blanco. A nuestro alrededor tan solo había una mesa, del mismo color que las paredes, las cuales estaban llenas de guitarras de todos los tipos y colores.

-Alexia Davinni, supongo- dijo el señor Smith, al que reconocí por su voz.

-Encantada- fue mi respuesta.

Art for three (h.s, b.s)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora