TREINTA Y CINCO

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Estaba sentada junto a James en el aeropuerto, esperando a que aterrizase el avión en el que llegaban toda nuestra familia. Mi madre y mis hermanos habían ido a Inglaterra a pasar unos días con mis tios y desde allí habían cogido un vuelo directo a nuestra ciudad.

Habíamos acordado recogerles, así que allí estabamos, sentados en las incómodas banquetas del aeropuerto a las nueve y media de la mañana. Y por si no fuese poco el madrugón, el avión llegaba con retraso. Con media hora de retraso.

-Podríamos haber venido a las diez- dijo mi primo, bostezando.

-No sabíamos que esto iba a pasar, lumbreras.

Él puso los ojos en blanco y se recostó en su sitio. Justo en ese momento, los altavoces anunciaron que el avión procedente de Londres acababa de efectuar su aterrizaje.

Agarré a mi primo del brazo y lo llevé, casi corriendo, hacia la puerta por la que debían aparecer, de un momento a otro nuestra familia.

La primera en salir y venir corriendo a mis brazos fue la pequeña Chiara, que corrió a mis brazos como si le fuese la vida en ello.

-Estás enorme, enana- le dije, dandole un beso en la frente antes de dejarla de nuevo en el suelo. Ya se notaba que le faltaba poco para los ocho años. ¿Como pasaba tan pronto el tiempo?

-Lo se, soy más alta que mi amiga Giulia.

Eso me hizo sonreir.

Cuando levanté la cabeza, el resto de mi familia se encontraba ante mi.

-¡Leone, Luca!- exclamé al ver a mis hermanos gemelos más preocupados de sus consolas que de volver a verme después de tantos meses- ¿No me vais a saludar?

Ellos bufaron, pero aún así, se acercaron a mi y me abrazaron con fuerza.

-Ma belle Alexia- susurró mi madre cuando me rodeó con sus calidos brazos.

Escondí mi cabeza en su cuello y aspiré ese aroma tan familiar, como a jazmín y aire libre. Siempre me había encantado el perfume de mamá, era tan tranquilizador que me hacía sentir como en casa estuviera donde estuviese.

Tras saludar también a mis tios y recoger las maletas, subimos todos al coche de James y emprendimos el camino hacia casa.

Mi móvil no había dejado de sonar en ningún momento. Harry podía llegar a ser muy insistente cuando se trataba de suplicar perdón. Sin embargo, para él era más dificil obtener mi perdón que para Brad. Mi novio no solo me había ocultado la pelea que había tenido con mi mejor amigo, si no que también se había subido en un coche con una chica que no era yo en mitad de una fiesta y se habían largado juntos de allí. Tenía ganas de saber cual iba a ser su excusa para aquello, pero no en ese momento. Rechacé la llamada y volví a guardar el teléfono.

-¿Quien te llama tanto, Lexi?- preguntó mi hermanita comida por la curiosidad clásica en su edad.

-No es nadie, C, tan solo un amigo muy pesado.

-Que no te engañe, Chiara, el que la llama tanto es su novio- respondió mi primo, con una sonrisa malevola.

Entrecerré los ojos, lanzandole una amenaza mental en la que le advertía que moriría antes de llegar a casa.

-¿Tienes novio?- preguntó mi madre- ¿Por qué nunca me cuentas nada?

-Yo... yo no...- comencé intentando salvar la situación- No es algo serio... quiero decir... que no llevamos mucho tiempo.

¿En serio, Alexia? Muy hábil, genio.

-¿Es el chico que va a venir a cenar en nochebuena?- preguntó mi tia.

Art for three (h.s, b.s)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora