Salí de casa de Harry descalza y vestida solo con una camiseta suya. Llevaba mi ropa en una bolsa y subí las escaleras corriendo, por si me cruzaba con algún vecino.
Una vez en la seguridad de mi hogar, me dejé caer en el suelo y sonreí como una idiota. Debería haberme pegado un cabezazo contra la pared, para espabilar y darme cuenta de la tontería que estaba haciendo, pero no podía evitar sentirme increíblemente feliz. El hombre más atrayente de toda la universidad y, posiblemente, de toda la ciudad, se había fijado en mi. Era algo de lo que alegrarse, por muy peligroso que fuera. Además, el hecho de que fuese mi profesor, a parte de hacer que peligrase tanto su trabajo como mi futuro, añadía bastante morbo a la situación. Si teníamos cuidado, nada tenía por qué salir mal, ¿no?
Dejé la bolsa con el disfraz tirada de cualquier forma en mi habitación y me encaminé a la ducha. La camiseta de Harry era genial y me daba pena quitármela, pero necesitaba una ducha. Sin embargo, cuando estaba a punto de entrar al baño, alguien tocó a la puerta.
Empecé a temblar solo de pensar que fuese Brad, o incluso Fedrah. Dudé si abrir la puerta o esconderme en el armario, pero eran mis amigos y no podía huir eternamente de los problemas.
Me resigné y, vestida tal y como estaba, fui hasta la puerta y la abrí, encontrándome, para mis sorpresa, con alguien a quien no esperaba en absoluto.
-¡JAMES!- exclamé, saltando sobre él y abrazándole con fuerza.
-¡Enana! ¿Que haces así vestida? ¿He interrumpido algo?
Le golpeé en el brazo con fuerza y tiré de él hacia el interior de la casa. Cerré la puerta y volví a abrazarle.
-¿Que haces aquí tan pronto? Pensaba que llegabas la semana que viene.
-Oye, que si quieres me voy, eh...
Puse los ojos en blanco y le invité a pasar al salón. Nos sentamos en los sofás y esperé a que hablara.
-Bueno, he terminado antes de lo esperado la “gira”, así que, cuanto antes empiece la universidad, menos perdido estaré, ¿no crees?
Le sonreí, feliz de que estuviera allí.
-Genial, ven que te enseño tu nuevo cuarto. Eres libre de decorarlo como quieras.
Lo llevé hasta la habitación de invitados, la cual estaba compuesta tan solo de un armario, una mesita de noche y una cama de matrimonio, todo blanco, a juego con el color de la pared.
-Puedes cambiar lo que quieras, el color, los muebles... ya sabes. Ahora es tuya.
Y le guiñé un ojo. Él me agarró d ella cintura y depositó un beso en mi cabeza.
James era rubio con los ojos muy azules. Era delgado, con un cuerpo bastante trabajado y considerablemente más alto que yo. La gente solía decir que nos parecíamos, pero no era verdad. James siempre había sido el guapo de la familia. Su madre y la mía eran hermanas, pero el padre de James, el tio William, era de Chester, Reino Unido, por lo que había vivido allí toda su vida. Solíamos vernos en navidad, verano y algunos cumpleaños, pero hablábamos casi todos los días. Para mi, James era como el hermano mayor que nunca había tenido, y tras la muerte de mi padre, se había convertido en mi mayor apoyo. Ahora íbamos a vivir juntos y no podía imaginar algo mejor en mi vida.
-Eh, primita- me llamó, cuando ya estaba saliendo de su cuarto- me llevarás ahora a conocer la ciudad, ¿no?
Asentí con la cabeza y corrí al baño, para darme por fin esa deseada ducha.
Miré el móvil una última vez antes de entrar junto a James en la cafetería. Había estado hablando por mensaje con Fedrah, la cual me había contado como había acabado la noche. Según me había dicho, se fue a casa con Connor Ball, un chico de la facultad que le gustaba desde el principio del curso. No se había enterado de mi huida ni tampoco sabía nada de Brad. Me dijo que la última vez que le vió fue cuando nos hizo la “bromita” de la canción.
Yo le dije que había salido a nuestra cafetería favorita, para enseñarsela a James, por si le apetecía pasarse. Se excusó diciendo que tenía una resaca horrible, aunque en realidad yo sabía que Connor seguía en su casa y le apetecía estar con él.
Del único del que quería saber algo y no tenía ninguna noticia era de Brad. Sabía que, después de lo ocurrido, no iba a llamarme ni a mandarme ningún mensaje, pero por alguna razón desconocida, una parte de mi lo deseaba con todas sus fuerzas, así que mantenía una mínima esperanza de que eso ocurriera.
Mi primo y yo nos sentamos en la mesa que solía frecuentar con mi grupo de amigos; al final de la sala, junto a una ventana, con varios sillones muy cómodos y alejada del bullicio de la barra.
Molly, la camarera, se acercó para tomarnos nota.
-Hola encanto- me saludó con un guiño- ¿lo mismo de siempre?
Asentí con la cabeza. Molly era una chica encantadora, siempre con una sonrisa que regalar a sus clientes.
-Él es James- le presenté.
-Encantada, ¿que vas a querer?
-Una coca-cola está bien.
Ella asintió, apuntó algo en su libretita y se fue alegre hacia la barra.
-Parece simpática- apuntó James cuando nos quedamos solos.
-Lo es, créeme, es un amor de persona.
En cuanto nos trajo lo que habíamos pedido, James comenzó a contarme todo sobre la gira en la que había participado. Le habían contratado como guitarrista de un grupo que estaba comenzando a hacerse famoso. Se había recorrido todo Reino Unido y algún que otro cazatalentos se había fijado en él. Sin embargo, él había decidido terminar la carrera antes de meterse de lleno en el mundo de la música. Solo le quedaban un par de años, así que yo le había prácticamente obligado a que viviera ese tiempo conmigo. Con él allí, la casa tendría mucha más vida y podría hablar con alguien más aparte de mi gato Marvin.
Estaba centrada en mi delicioso batido de vainilla cuando alguien llamó mi atención. Me giré y me encontré con los ojos de Brad y su cara de no haber dormido nada la noche anterior. Mis ojos se desviaron hacia una mancha rojiza de su cuello, que parecía un chupetón. Al darse cuenta, intentó ocultarlo con su barbilla, sin mucho éxito.
-Eh...- balbuceé- hola Brad.
Él fijó su mirada en James y luego en mi, sin decir una palabra.
-Él es James- los presenté- James, él es mi amigo Brad.
Se saludaron con un incómodo apretón de manos.
-¿Quieres sentarte con nosotros?- le pregunté, con una sonrisa.
-Eh, no, no, solo he venido a por algo de comer- y me señaló una bolsa de papel que tenía entre sus manos- pero... me gustaría hablar contigo, esta tarde...
Fruncí el ceño, pero al segundo sacudí la cabeza y le dediqué mi mas sincera sonrisa.
-Claro, ¿me paso más tarde por tu casa?
-Si, si, ¿sobre las seis?
-Hecho- confirmé.
-Hasta luego- musitó, alejándose de nuestra mesa y saliendo del local.
Suspiré ante la situación tan incómoda que acababa de vivir.
James me miraba con una ceja arqueada, esperando que le explicara lo que acababa de ocurrir.
Me resigné y comencé a relatar toda la historia, desde el primer día de clase hasta ahora, e incluyendo todo lo ocurrido con mi “profesor con derechos”
-Eso explica que me haya asesinado con la mirada- exclamó de repente- a ese chico le gustas, lo vuelves loco.
-¿Quéééé?- dije, alargando demasiado la -e- No, eso es ridículo.
-Piensa lo que quieras- me respondió James, apoyándose en el respaldo del sofá- pero yo se como nos comportamos los chicos cuando nos gusta alguien.
Resoplé.
-Creía que ibas a decir algo sobre mi profesor- confesé, con una sonrisa.
James soltó una carcajada y acercó su cara a la mía.
-Si que te voy a decir algo: bien hecho, primita.
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Art for three (h.s, b.s)
Teen Fiction"Ella era la más bella obra de arte que había visto en mi vida, y como toda obra de arte, debía ser admirada, no solo por mi, sino por el mundo entero."