Estábamos en la sala de espera del hospital. Fedrah se encontraba sentada en una de las butacas, con la cabeza enterrada entre sus manos mientras que yo, por el contrario, no podía dejar de dar vueltas. El nudo en la garganta había vuelto, esta vez, con más intensidad que nunca. Necesitaba que saliera algún medico y que me asegurase que mi primo estaba bien, que nada malo iba a pasar. Pero no era así. Llevábamos más de dos horas allí y no teníamos noticia alguna.
Brad llegó en ese momento con dos cafés y nos dio uno a cada una. Se lo agradecí con una sonrisa forzada, porque sonreír era lo último que me apetecía en ese momento. Ni si quiera había llamado a mi familia para contarles lo que había ocurrido. No quería preocuparles, porque todavía no sabíamos que era lo que le pasaba y, si teníamos un poco de suerte, eso se quedaría solo en un susto.
Intenté beber un trago de café, pero las manos me temblaban demasiado y acabé derramando la mitad del contenido del vaso en el suelo.
-Al- me susurró Brad, dejando el vaso encima de una pequeña mesa y acercándome a su cuerpo.
Cerré los ojos y me aferré a su camiseta con fuerza mientras él me rodeaba con sus brazos. Mis ojos se empañaron de lagrimas, pero el nudo en la garganta seguía sin aflojar su presión. El abrazo de Brad consiguió reconfortarme un poco. Sus manos acariciaban mi pelo, con cariño, como si pudiera partirme si lo hiciera con demasiada fuerza, y a la vez, me susurraba al oído que todo iba a estar bien.
Y yo quería creerle. Quería creer que todo aquello era una pesadilla, que mi primo no estaba ingresado en un hospital y que todo esto era solo producto de mi imaginación. Pero no, no era asi. La realidad era otra. Una mucho más dura, mucho más triste que a ninguno nos gustaba en absoluto.
Después de esperar durante al menos otra hora más, un médico joven, de unos 30 años, se acercó a nosotros. La mano de Brad rodeaba la mía, apretando con fuerza. Tragué saliva y me puse de pie en cuanto el doctor mencionó mi nombre.
-¿Alexia Davini?
-Si, doctor, soy yo.
-Eres familiar del enfermo, supongo.
-Su prima, doctor- le dije, cada vez más nerviosa- ¿como está? ¿que le ocurre?
El médico suspiró y levantó un folio de los que tenía en su carpeta, para leer algo.
-Le hemos tenido que hacer varias pruebas, no sabíamos el motivo del mareo. Hemos descartado la anemia o cualquier falta de defensas, pero aún no sabemos con exactitud de que se trata.
-Y... ¿que van a hacer?- pregunté, asustada.
-Lo dejaremos en observación durante toda la noche y seguiremos haciendo más pruebas. Pero me gustaría hacerle algunas preguntas.
-Lo que sea- aseguré, mirandole fijamente.
Brad aumentó la presión en mi mano y yo o agradecí. Saber que él estaba allí para darme fuerzas me hacía sentir un poco mejor.
-¿Sabe si su primo sufre mareos frecuentemente?
Lo pensé por un momento, intentando recordar los momentos en los que estábamos juntos.
-La otra tarde se mareó un poco, pero nada grabe, a los dos segundos ya estaba bien.
-¿Y nauseas?
-Si, eso si. La otra mañana se levantó de la cama y fue directo a vomitar. Pensé que sería de la cena, pero ahora...
El doctor frunció sus labios negó con la cabeza.
-Que... ¿que pasa, doctor?- musité, casi llorando.
-Señorita Davini... vamos a realizar a su primo unas pruebas para descartar que se trate de un tumor, pero no puedo asegurarle nada. Le haremos una resonancia magnética y un TAC y en cuanto tengamos los resultados, la avisaré.
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Art for three (h.s, b.s)
Teen Fiction"Ella era la más bella obra de arte que había visto en mi vida, y como toda obra de arte, debía ser admirada, no solo por mi, sino por el mundo entero."