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"Rompecorazones."

Resople cuando el frío llegó a mi rostro, fue mala idea salir al exterior apenas a las seis de la mañana. Casi siete.

Pero como era costumbre en mí, no podía volver a pegar el ojo. En realidad no pude hacerlo en toda la noche, pensando en lo que había pasado en lo poco ¿de cuanto? ¿Tres o casi cuatro días?

Mi mente armando preguntas y respuestas y más preguntas y un poco más de respuestas que podría hacerle a Claire, para que no me diga en la cara lo que ya es bastante obvio.

—No es suficiente.

Me dije a mi misma. No era el tiempo suficiente como para confrontarla. Tal vez, solo fue de una vez y no que al día después de terminar con Nolan estaban follando. Tal vez esto les llevó días y no horas.

No, fue en poco tiempo. Si apenas había terminado todo con él hace como dos días o algo así.

La campana del desayuno sonó y me apresure a entrar cuando vi a Nolan aparecer por fuera de su residencia, camino a la nuestra.

—¿Estabas torturandote a ti misma allí afuera? —Lorenzo movió mi cabello.

—Algo así...

—A veces actúas tan... depresiva.

—¿Esa es tu mejor palabra para describirlo?

—Falta que escuches nirvana o green day mientras lloras en una fría mañana de invierno —le mostré mi dedo del medio y sonreí.

No hablé más en los cortos minutos que nos llevó desayunar. Aunque la comida que tenía en mi estómago parecía revolverse cada vez que la profesora Stan miraba a Timothée mientras realizábamos las consignas que nos había asignado.

Esas miradas coquetas, semi discretas. Como si nadie se diera cuenta. Y ahora que pienso ¿así habrá sido con Nolan? ¿Así de repugnante?

Cállate, solo te parece asqueroso porque es con Timothée.

Cerré los ojos con fuerza y seguí escribiendo sobre la primera guerra mundial.

—¿Te has enfadado conmigo? —aparece el castaño detrás de mí en la biblioteca. Marge hace que baje su voz.

—¿Por qué lo haría? —seguí mi lectura.

—No lo sé, hace como un día entero que no me hablas. Que no nos hablas en realidad —pues si, había estado haciendo mi mejor intento durante el día anterior.

—No... —le señalé el libro y él lo tomó.

—¿En serio lees esto? Te creí más culta, eh.

—¿Que tiene de malo la saga? —volví a tomarlo de sus manos. Queriendo dejar mi mano sobre la suya más tiempo.

—Es de... fantasía...

—No tanto...

—Como tú digas —miró hacia todos lados y volvió su vista a mí. Intenté no mirarle y seguir con mi lectura.

—¿Algo más?

—En realidad, sí —puse mis ojos en blanco como por décima vez en la última hora— necesito que me enseñes a como escabullirme de las cámaras.

—¿Qué te hace pensar que se de eso? —en realidad, soy como la puta ama en eso. Al menos, mi tía nunca me había pillado en los últimos dos años.

El Internado •Timothée Chalamet Donde viven las historias. Descúbrelo ahora