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"Nueva York."

Miraba los árboles pasar por la ventanilla del coche. Parecía un hobbie que había adoptado desde pequeña. Papá conducía directo al aeropuerto para que tomara mí avión hacia Nueva York.

—¿Tienes todo, no? —me preguntó cuando nos bajamos del coche y comenzamos a caminar por el estacionamiento, él con mi maleta y yo con mi mochila al hombro.

—Sí, papá.

—Bueno, que no quiero que luego estes lloriqueando porque te has olvidado algo —puse mis ojos en blanco y nos adentramos al gran aeropuerto.

—¿Por cual puerta debo abordar?

—Creo que la cinco —me fije en mi boleto. Exactamente, la cinco.

Miré mi reloj, faltaban treinta minutos para embarcar, pero ya debería estar yendo a el chequeo.

—Creo que hasta aquí nos vemos —dije mientras guardaba unas últimas cosas dentro de la mochila que parecía que iba a estallar.

—Esta bien, Ju —sacó sus lentes y secó unas lágrimas rebeldes que se habían agrupado en sus ojos.

—Papá, nos veremos en pocos días... —traté de reconfortarlo, o tal vez, a mí misma. Le di un pequeño abrazo y él me retuvo, haciéndolo durar.

—Lo sé, lo sé —volvió a colocarse los lentes y me tomó la mano— cuídate, me hablas cuando llegues allí y come bien.

—Claro que sí, te quiero. —le di un abrazo express y comencé a caminar hacia la fila de chequeo y embarco.

—¡Te quiero! ¡Abrigate, Ju! ¡hace un frio de muerte en Nueva York! —volví a poner mis ojos en blanco y seguí mi camino mientras le saludaba con la mano.

El chequeo no me llevo tanto tiempo, así que en pocos minutos estaba embarcando. Amaba ir a Nueva York y poder ver a mis hermanos me emocionaba más de la cuenta.

Y a Timothée.

No, él no tendría que saber que estaba allí y así podría evitar verle. También, ocultar mis sentimientos una vez mas.

Si te mueres por verle.

No, eso no es verdad.

—¿Este es el asiento dieciséis?—un apuesto chico me preguntó.

—Uhm, sí —dije y él se sentó a mi lado con una amplia sonrisa.

—¿Vuelves a casa para navidad? —las  pláticas con extraños me ponían nerviosa, por el echo de que soy muy mala en ese sentido.

—No en realidad. Voy a la casa de mi madre, yo soy de aquí...

—Ya veo...

¿Debería preguntarle lo mismo? Sí. No, mejor no, no debo parecer entrometida.

—¿Como te llamas? —volvió a cuestionar.

—Juliet... Niss —dije y le extendí la mano, él rió y la tomó.

—Es raro que des la mano... —¿que quiso decir con eso?— mi nombre es Isaac Dawson —le sonreí. No sabía que decir, nada se ocurría en mi mente— ¿vas a la universidad?

El Internado •Timothée Chalamet Donde viven las historias. Descúbrelo ahora