Capítulo 8: NARRACIÓN

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Miles había pasado media hora afuera de la habitación de Billy, quería disculparse —aunque no sabía que había hecho mal— porque lo escucho llorar y se sentía culpable. Después de unos minutos más, escucho la puerta abrirse, se enderozo rápidamente y vio salir a Alec, se extraño un poco, ya que pensó que Tommy sería el que estuviera con él.

—No me mires así —ordenó serio Alec—, contrario a lo que todos piensan, si tengo sentimientos.

—Lo siento, es que pensé que estaría con su hermano.

—Thomas es buen hermano, pero su idea de tranquilizar a alguien es solo hacer chistes —explicó—, William no necesita eso ahora.

—Crees...¿Qué pueda pasar a disculparme? —preguntó con cautela.

—Claro, él iba a buscarte después pero creo que está bien ahora —movió su cabeza en forma de despedida y se fue.

Miles dio un fuerte respiro y se dirigió a la puerta, la abrió con cautela viendo a su primo sentado al borde de su cama con la cabeza agachada, trago saliva y tocó levemente la puerta abierta, el mayor subio su mirada y le dedicó una leve sonrisa, se limpio las lágrimas y lo invitó a sentarse a su lado. Estuvieron en silencio un par de segundos, ambos sin saber cómo comenzar.

—Lo siento —se lamento el moreno.

—No te preocupes, no hiciste nada malo realmente —se rasco la nuca.

—Dije algo que te lastimó, eso es suficiente para disculparme.

—Dejame contarte un historia —pidió poniendo una mano en su espalda.

Cuando Billy tenía ocho años e iba a la primaria era un niño muy despreocupado, si tenía un buen libro era más que suficiente para él; no es que no fuera bueno haciendo amigos, solo que no le interesaba. Un día estaba en las gradas de un partió de baloncesto apoyando a su hermano —aunque en realidad, solo leía un libro—, hasta que un gritó lo sacó de su ensoñación.

—Hermano, balón —gritó Tommy.

Él estaba preparado para usar su magia y detener el balón, pero antes de que siquiera alzará su mano, escucho un ruido extraño, alzó su mirada del libro y vi en las gradas a un chico que no conocía con un moretón en la cabeza, nadie lo ayudo, solo fueron por el balón y lo dejaron. El de cabello oscuro se acercó y lo ayudó a sentarse con magia.

—¿Estás bien? —preguntó en tono neutral.

—Si —se rio—, tengo un cráneo duro —puso su mano en el lugar afectado pero la apartó en seguida.

—No la toques, esta inflamada —se acercó a él y movió sus manos cerca de su cabeza para sanar su herida con sus poderes—, ¿Por qué hiciste eso? —inquirió con curiosidad—, todos en la escuela saben que mi hermano y yo tenemos poderes para evitar esas cosas.

—Nunca se sabe —le dedico una sonrisa animada—, además, nunca se deja a un amigo en peligro.

—No me conoces —se alejo de él y cruzo sus brazos—, no somos amigos.

—Aún —extendió su mano sonriendo—, anda, estoy seguro de que seremos grandes amigos.

Billy intercalo miradas entre la mano del chico y su cara durante un minuto, no se sentía del todo seguro, pero aquel niño rubio desprendía una energía bastante positiva que parecía imposible decirle que no. Así que acercó su mano lentamente y estrecho la contraria haciendo que él otro sonreira más que antes.

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