Capítulo 34 ~•~ Instintos.

38 3 1
                                    

POV Aria.

Esa misma noche...

Gruñó cansada.

Cansada de estar aquí.

Cansada de el calor.

Cansada de no tener un puto orgasmo.

Oigo el sonido de sus pasos por el pasillo y por última vez en la noche, cierro mis piernas tanto como las cuerdas me lo permiten. No veo nada, pero siento todo.

—¿Hoy si quieres portarte como una dama, querida Aria? —Su voz no es desagradable, nunca lo ha sido.

—No.

—Lastima. —Zeth empieza a recorrer mi cuerpo con sus guantes de tela. Empieza en mis hombros hasta llegar a mi trasero e intentar tocarme en aquella parte que escondo con las piernas. —Tu mejor que nadie deberías entenderlo, de nosotros depende que nuestra especie no se extinga.

—No funcionará Zeth, nunca podremos tener una cría.

—Lo seguiremos intentando, no me importa cuánto tiempo tarde o que tenga que hacer, tendremos uno. —Su voz suena muy confiada.

Zeth cree que el motivo por el cual no ha podido plantar un bebé en mi, es porque yo no lo amo y los dragones se aparean para crían juntos.

Una cosa es coger, otra muy diferente es aparearse, nuestra especie no encuentra el amor de su vida como los Lycanos y los Vampiros, nosotros escojemos, por lo tanto aparearse es un matrimonio real, no se puede cambiar una vez completada la unión y justo por eso nuestra especie ha disminuido demasiado.

Si Zeth quiere obligarme a aparearnos, significa que me morderá luego de correrse en mi.

Este imbécil también cree que excitando me hasta el cansancio voy a quererlo y podremos tener una cría juntos.

Que idiota.

Como todos los días anteriores, me obliga abrir las piernas y sin quitarse los guantes empieza a masturbarme, siento mi propia humedad pero es algo que simplemente no puedo evitar, el tiempo que lleve de calor aquí no me ha traído ni una sola corrida, algo que poco a poco aleja mi conciencia.

Cuando escucho la vibración de algo a mis espaldas me alarmó.

—Este te gustará más que el anterior. —Con fuerza separa mis piernas del todo y con una de sus manos coloca el vibrador en mi clítoris. Luego apoya el pecho en mi espalda y agarra uno de mis adoloridos senos.

La sensación de placer me invade y sin querer empiezo a frotarme contra el, el vibrador envía olas de calor a todo mi sistema y me obliga a gemir.

—Eso es, ¿Lo quieres verdad?

Escucho como baja el cierre de su pantalón y lo próximo que siento, es su pene directamente en mi entrada, listo para invadirme.

Gruñó, gimo y babeo por alejarlo de mi pero nada resulta.

Yo puedo follar con el, pero no puedo dejar por ningún motivo que me muerda.

El sonido de la puerta abriéndose de golpe me alarma.

Una respiración pesada al compás de unas pisadas me alegran, sobretodo porque reconozco aquel olor.

Christopher.

Zeth sale de atrás mío y escucho como camina lejos de mi.

Por un momento no se escucha nada más que la respiración de ambos hombres agitada.

Un gruñido.

Ese gruñido basta para excitarme más que el vibrador de Zeth.

Christopher sabe gruñir.

Protegerte (PTG)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora