El carruaje había entrado por el bosque frondoso de las afueras de Versobia. Tenía un camino de tierra liso, pero con algunas piedras que provocaban molestos saltos a medida que avanzaban. El sol se veía casi completamente eclipsado por la gran vegetación, y la luz podía entrar solo por pequeños hoyos o espacios entre las ramas y hojas. Por el ruido de las ruedas los animales pequeños escapaban de la zona, mientras que dentro del carruaje la señorita Deva Alía Clermont con apenas doce años recién cumplidos, no estaba al tanto de lo que pasaba en el exterior de la cabina.
—Sabía que algún día mi madre se daría cuenta de mi potencial —Deva se cruza de brazos orgullosamente —se tardó demasiado siendo que Jissel es una niña inútil y asustadiza.
—La felicito mi señorita —Rebecca cabizbaja y en una voz finita contesta.
—No sirve que me felicites cuando era algo que me correspondía desde siempre, no seas idiota.
—Lo siento mucho señorita.
—Pudieron haberme dado otra sirvienta, pero al parecer necesito ganarme la confianza de mamá y papá —sonríe algo ansiosa —ir a esta academia me dará la oportunidad de superar hasta a mi hermano, ese niño engreído. Ya vera cuando vuelva.
El transcurso del viaje parecía no tener inconvenientes, hasta que el carruaje se detuvo de repente.
—¿Qué pasa?, el cochero se ha dormido o que... —enojada señala a Rebecca —Tu, ve a ver qué pasa.
La expresión de Rebecca se tornó preocupada y turbia. Había un silencio demasiado extraño.
—¡Vamos, sal!
—Sí, mi señorita —abre la puerta y lentamente estira su pierna alcanzando el suelo.
Caminaba con cuidado, observando a su alrededor en silencio, hasta que se acercó a la parte delantera del carro, descubriendo con pavor que el cochero tenía en medio de su cien una flecha clavada hasta el otro extremo de su cráneo. Sus ojos se habían desorbitado y aun sostenía las riendas de los caballos a pesar de estar muerto. En respuesta Rebecca se tapa la boca aterrada mientras retrocede devuelta a la cabina. Pensaba avisarle a Deva para escapar, pero ve entre las hojas justo en dirección a la puerta abierta del carruaje, un pequeño brillo plateado que comprendía como la punta de una flecha.
—¡Señorita! —Rebecca corre hacia Deva.
—¿Qué estas...
Deva se inclina para ver fuera de la cabina y observa a Rebecca correr hacia ella y saltarle desesperada encima. Un golpe por detrás de Rebecca las impulsa con más fuerza adentro del carruaje, golpeándose Deva con el extremo de una madera.
—¿Estás loca?, me golpee con... —se queja, pero enseguida se enmudece al ver una flecha clavada en la espalda de Rebecca —¿eh?
El cuerpo empezó a desprender mucha sangre, manchando el vestido negro de Deva y llegando hasta sus manos. Se queda prendada viendo a la mujer postrada encima suyo, como su respiración se va apagando lentamente y casi no puede mantener los ojos abiertos. En un esfuerzo mayor Rebecca logra susurrar.
—Huya... co-rra.
Las lágrimas de Deva caen descontroladamente y con todas sus fuerzas levanta la parte superior del cuerpo que tenía encima y salta con dificultad del carruaje, emprendiendo una carrera lejos del horror. Se sentía débil, con la presión baja, pálida como una hoja y en un estado mental alarmante. Jamás había presenciado una muerte, y menos por una flecha. Miro por precaución hacia atrás y vio el cuerpo del chofer. Aquello la incentivó para correr con más fuerza. Pero no sabía hacia dónde y tampoco el por qué esto había pasado.
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LA SOMBRA DEL DESTINO
Fantasy"Reencarne en la hermana mayor de la protagonista para servir en la trama de una novela como un extra villano que muere horriblemente y le deja un pasado traumático. ¡¡¿Ósea que solo existo como anécdota del prologo?!!" Ella está destinada a morir...